Trigo HB4: el transgénico nuestro de cada día
La posibilidad de que pan elaborado con transgénicos llegue a nuestras mesas es muy impactante. Si bien avanzó mucho en nuestra sociedad la conciencia sobre la presencia de transgénicos y agrotóxicos en la enorme mayoría de “alimentos” ultraprocesados o frescos de producción industrial, para una parte grande sigue existiendo una distancia entre un “evento biotecnológico regado de agrotóxicos” y cada bocado. Con el trigo esa distancia se acorta, porque cuando decimos trigo decimos directamente pan; y el “pan” no sólo está presente en cada mesa, sino que es el significante que condensa toda nuestra práctica alimentaria, y la afectividad familiar y social construida a su alrededor. Por eso meterse con el pan es siempre muy grave.
Sin embargo el 9 de octubre se publicó en el Boletín Oficial, la Resolución 41/2020 del Ministerio de Agricultura que autoriza la liberación comercial del trigo transgénico de Bioceres ad-referendum del visto bueno del Brasil, principal destino de exportaciones con el 85%. Se trata de un evento (IND-ØØ412-7) que combina la tecnología HB4 de “resistencia a la sequía” y la tolerancia al herbicida glufosinato de amonio.
De concretarse el ok brasileño, Argentina será el primer país en aprobar la liberación comercial de una variedad de trigo transgénico en el mundo. Los impactos en los territorios, en las cadenas trigueras, en los mercados y destinos de exportación, en la biodiversidad o en la salud de nuestras poblaciones son incalculables y representan una fuerte apuesta oficial por el modelo agroindustrial dominante. A casi 25 años de la escandalosa liberación de la soja resistente al glifosato de Monsanto, que dio vuelta el país, deberíamos encender todas las alarmas.
El Trigo de Bioceres
La tecnología de resistencia a la sequía HB4 recibe su nombre del gen “hahb-4” del girasol que, al manifestarse en soja (cuyo evento fue aprobado en octubre de 2015) y trigo, no haría plantas más resistentes a la falta de agua como serían las del desierto, sino que haría que las plantas ignoren las señales de “estrés hídrico” ambiental y sigan creciendo, “soportando más” esa falta de agua.
El desarrollo de la tecnología HB4, fue anunciado con bombos y platillos durante el último gobierno de Cristina Kirchner en un acto que la entonces presidenta compartió con la Dra. Raquel Chan, que encabezó el equipo de investigación del CONICET y de la Univ. Nacional del Litoral involucrado, y el entonces ministro de Ciencia y Tecnología Lino Barañao. Pero las riendas del proyecto los tiene la empresa biotecnológica Bioceres con sede en Rosario, cuyo CEO, Federico Trucco, hijo de su fundador Víctor Trucco, preside actualmente la Cámara Argentina de Biotecnología. Entre sus accionistas se anotan nombres a ambos lados de la grieta: Gustavo Grobocopatel “el rey de la Soja”, Hugo Sigman «el rey de la vacuna» del Grupo INSUD o Héctor Huergo editor de Clarín Rural, junto a otras corporaciones como Monsanto por ejemplo.
Durante los últimos años del gobierno de Macri, Bioceres logró la aprobación de la CoNaBiA y del Senasa para la liberación del evento, dos instituciones con profundos conflictos de intereses por sus vasos comunicantes con corporaciones del agronegocio. Sin embargo el entonces Ministerio de Agroindustria que encabezaba Luis Miguel Etchevehere (que no es precisamente un ambientalista o un campesino) se opuso por la posibilidad cierta de que el nuevo engendro “rebote” en los países destino de exportación triguera, atentos al rechazo de sus propios pueblos a comer pan transgénico. El entuerto representó una fuerte disputa con el mismo Barañao, ahora como parte de la gestión macrista, durante la cual la aprobación de transgénicos se aceleró.
Así llegamos a la resolución del 7 de octubre, donde el Ministerio de Agricultura que encabeza Luis Basterra, como parte de un gobierno que levanta banderas nacionales y populares, dio el paso que el gobierno más reaccionario desde la dictadura no dio.
Contaminaciones
El énfasis en la “resistencia a la sequía” encubre que hablamos de un trigo resistente al glufosinato de amonio, un herbicida más tóxico que el glifosato; que incrementa los niveles de amonio en las plantas y les causa la muerte rápidamente (1). Respecto del mismo, Andrés Carrasco escribió “El glufosinato en animales se ha revelado con efectos devastadores. En ratones el glufosinato produce convulsiones, estimula la producción de óxido nitroso y muerte celular en el cerebro. Con claros efectos teratogénicos (malformaciones en embriones), se han descripto hipoplasia (desarrollo incompleto o detenido) del prosencéfalo, arcos branquiales y extremidades con o sin tubo neural abierto”.
El glufosinato de amonio es uno de los herbicidas que se plantean como “recambio” al glifosato, que por su uso masivo generó resistencia en más de 40 especies vegetales, y por lo tanto va dejando de dar los resultados para los que fue adoptado: matar todas las plantas menos la transgénica resistente. Ante la respuesta natural a esta brutal presión de selección, el modelo huye hacia adelante: más venenos y sus combinaciones. En nuevos transgénicos se apilan eventos de resistencia al glifosato y al glufosinato de amonio, para poder usarlos juntos.
El trigo es un cultivo de invierno, y la adopción de una variedad resistente a herbicidas, implicará el aumento de fumigaciones con agrotóxicos en esa parte del año también, ya que hasta ahora la mayor liberación de agrotóxicos se hace en los cultivos de verano como soja y maíz. Es decir que esta decisión anuncia un ciclo anual completo de liberaciones masivas de agrotóxicos. Si Argentina ya era el país con mayor carga de agrotóxicos per cápita del mundo, es de esperar que con esto habrá de aumentar.
El otro aspecto importante es la contaminación transgénica. Si bien el trigo es una planta autógama (es decir, que puede fecundarse a sí misma) también existe la posibilidad de entrecruzamiento con cultivos de cercanía. Esto pone en peligro de contaminación genética a todas las variedades nativas, y por la tanto también a toda la producción triguera.
De Bioceres SA a Bioceres Crop Solitions
La firma de la resolución 41/2020 fue celebrada por todos los grandes jugadores del agronegocio, y empujó un repunte de 8,53% en las acciones de Bioceres Crop Solutions Corp (BIOX) en la Bolsa de Nueva York, donde la empresa “nacional” cotiza desde marzo de 2019.
Es que esta decisión con enorme impacto en nuestra comida diaria, viene a darle viabilidad al plan de expansión de la empresa.
Bioceres construyó una mística acerca de su fundación: en Diciembre del 2001, mientras explotaba el país creado por el consenso neoliberal de los ´90 y miles de compatriotas elegían emigrar, un puñado de 23 “emprendedores” hicieron una vaquita para juntar los u$s 14.000 del capital inicial de una empresa que, según distintas fuentes, vale hoy entre 450 y 600 millones de dólares. Una historia que remite a los garages de Silicon Valey de donde salieron gigantes globales, pero en Argentina y con foco en la biotecnología agropecuaria.
En 2016 Bioceres adquirió el 50,01% de Rizobachter, empresa líder en inoculantes y asumió su control, una operación que le dio un gran impulso pero que la obligó a endeudarse fuertemente. Para pasar de rojo a verde, Bioceres proyectó una fuerte expansión y en ese marco buscó abrir su capital a la inversión bursátil. Después de algunos traspiés logró comenzar a cotizar en la bolsa de Nueva York en marzo de 2019, ampliando su participación en Rizobachter al 80%. En toda esta jugada, la gran carta de Trucco fue la tecnología HB4; que en soja avanzó, pero donde el “gran salto” está en el trigo por “picar en punta” a nivel mundial.
Sequías y rumbos
La decisión del Ejecutivo de dar este paso, se inscribe en el impulso al complejo agroexportador para obtener las divisas que nuestro país necesita para salir de las crisis apiladas por el macrismo y el coronavirus, que han puesto hoy a más de la mitad de nuestra población bajo la línea de la pobreza, con millones de indigentes y desocupados.
Frente a la sequía del presente algunos sectores dentro y fuera del gobierno, si se quiere: mayoritarios, no dudan en profundizar la destrucción de los territorios y en hipotecar el futuro de nuestro pueblo en ese afán que tampoco es garantía de nada. Es decir, profundizar un rumbo que no es popular.
La liberación del trigo transgénico se inscribe en la rosca del proyecto de Ley que el Ejecutivo negocia con el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), que probablemente incluya otras “novedades mundiales” respecto a tecnologías como la “edición genómica”; o la modificación de la Ley de Semillas. Es la lógica del impulso a los “clústers de exportaciones con valor agregado” del Ministerio de Producción, transformando el grano en aceite, agro-combustibles, pellets o carne, sin discutir el modelo agropecuario dominante, ni las cadenas de valor, ni las estructuras de apropiación y distribución de excedentes.
Un rumbo que nadie puede decir que es nacional; porque tanto en el anuncio de la Cancillería Argentina sobre la instalación de mega-granjas de producción de carne porcina para China, o ahora donde la decisión de la liberación del trigo transgénico depende de lo que determine el Brasil, un gobierno que asume embanderado en una retórica nacional determina cuestiones tan fundamentales (como el pan!) sobre la base de las necesidades y decisiones de otros estados.
Por último un rumbo que no es democrático, porque ninguna de estas decisiones están sometidas a la voluntad popular. Si alguien pretende fundamentar delegaciones de esta índole en el resultado electoral, basta ver lo que pasó en Mendoza donde a muy pocos días de asumido el nuevo gobierno, un pueblo movilizado dinamitó la decisión tomada entre un puñado de corporaciones empresarias y políticas de hipotecar su agua.
El del trigo transgénico HB4 es un caso más en que la crisis climática y socioeconómica es aprovechada por un modelo que contribuye a profundizarlas.
A casi 7 meses, más de 200 días, desde asumido el impacto de la pandemia en nuestro país y la profundización de las crisis económica y social, da la sensación de que la parte de «oportunidad» que entraña toda crisis (y que es directamente proporcional a su profundidad) no la estamos aprovechando los sectores populares para hacer un país mejor, con justicia social y ambiental, sino al revés.
En toda esta nota no escribimos ni “Soberanía Alimentaria” ni “Agroecología” (que tanto nos gustan!), y es porque este derrotero va en dirección opuesta. Reconocer la tendencia es el primer paso para cualquier volantazo.