Frente al apriete del agronegocio, es hora de la agroecología
"El cese de comercialización de insumos, que el agronegocio y sectores de la política buscan transformar en un callejón sin salida, quizá sea una oportunidad más para avanzar hacia la agricultura del futuro. A hacer lo que tenemos que hacer, no sólo para producir las divisas que nuestro país necesita para reconstruirse luego de la devastación macrista, sino para plantear un modelo agropecuario en función de la soberanía alimentaria de nuestro pueblo".
Distintos portales de noticias publicaron en estos días que proveedores de insumos importados de uso agropecuario, como fertilizantes y agrotóxicos, suspendían su venta a los productores en rechazo a “nuevas disposiciones del BCRA” que impide a importadores hacerse de dólares en el mercado oficial si al mismo tiempo registran posiciones líquidas en el extranjero o figuran en las operaciones de compra de “dólar bolsa”.
Suena absolutamente lógico que el Banco Central de un país escaso de reservas producto del descalabro del endeudamiento y la fuga, se niegue a entregarlas a quienes tienen dólares líquidos afuera del país o han participado de maniobras especulativas a través del CCL o MEP.
A esto se suma una resolución anterior que establece que para acceder a créditos a tasas subsidiadas las empresas y establecimientos no deben tener más del 5% de la cosecha anterior en acopio y sin vender. De nuevo, es lógico que no te presten teniendo valioso grano almacenado en silobolsas, y habiendo tantos que necesitan.
Todas medidas en el marco de fuertes presiones al gobierno de sectores concentrados de la economía argentina en el marco de la renegociación de la deuda externa, y de una pandemia que al decir del presidente “ha dado vuelta la economía mundial”.
La decisión de suspender la comercialización de insumos llega en medio de la siembra de la cosecha fina y tensa una situación política ya crispada. Al mismo tiempo vuelve a poner de manifiesto la enorme pérdida de soberanía que implica la instalación del agronegocio en los países del sur, por el lugar subordinado en cadenas de comercialización trasnacionalizadas y por el grado de dependencia de los productores a los insumos que proveen actores fuertemente concentrados.
Política y agronegocios
Atrás de la movida pueden verse los hilos de sectores del agronegocio y la política que plantean que las medidas son “ideológicas” y de “odio” al sector, buscando que los productores levanten bronca contra el gobierno; y quizá soñando con la reedición de la mística del conflicto del 2008, como intentaron con el fallido lockout a poco de asumir Alberto Fernández. Para eso tienen a su disposición el altavoz de grandes multimedios, sus socios en Expoagro. Huelga decir que son los mismos sectores que aplaudieron cada medida del gobierno de Macri, mientras sus referentes ocupaban cargos en el Estado y desmantelaban cada regulación al capital y las políticas públicas para los sectores populares.
A su favor juega la dificultad en amplias franjas de los productores de imaginar y plantear la producción sin los insumos del paquete tecnológico del que son en realidad rehenes. Para muchos el agronegocio se ha instalado como un sentido común, y tratándose de pequeños y medianos, la realidad es que cortan clavos cada campaña por los costos que el sistema impone.
A nivel mundial las corporaciones ya registraron que están en tiempo de descuento y está virando a los bioinsumos. Si durante años las empresas han sostenido la falacia de la inocuidad, los juicios contra Bayer-Monsanto en Estados Unidos, Canadá y Australia, por daños a la salud ocasionados por herbicidas a base de glifosato marcan el “fin del relato”; los “Monsanto Papers” han dejado al sistema al desnudo. Podríamos mencionar además que la propia FAO plantea que la agricultura industrial ha llegado a un límite y que todo el sistema debe virar; que la Crisis Climática, de la que el modelo agroindustrial es en buena medida responsable, es ya inocultable; o los pronunciamientos de distintas instancias de Naciones Unidas… En fin, frente a este panorama mundial da la sensación que los defensores criollos del modelo tóxico se han convertido en una patrulla perdida.
De qué hablamos cuando hablamos de insumos… y externalidades
Y es que el agronegocio ha transformado a nuestros campos y productores en verdaderos adictos a los insumos de la agricultura industrial como plantea Eduardo Cerdá, presidente de la REMANA.
Con cada tonelada de soja y maíz se van una enorme cantidad de nutrientes y minerales que la forma de producción no repone, porque las lógicas de (casi) monocultivo, agriculturización y uso de venenos rompen el ciclo natural de la recomposición del suelo. Es casi minería. El uso de fertilizantes no lo resuelve, y además traen toda una serie de graves “externalidades” como la eutrofización de los reservorios y cursos de agua o la liberación de potentes gases de efecto invernadero como el óxido nitroso, 300 veces más dañino que el CO2. Después de 20 años de agronegocio el INTA refleja escalofriantes niveles de pérdida de fertilidad de suelos y avance de la desertificación.
De los “fitosanitarios” para el control de “plagas” ya planteamos algunas cosas antes. Vale recordar que en Argentina se liberan al ambiente alrededor de 500 millones de litros/kilos de agrotóxicos por año, muchos de ellos “altamente peligrosos” y prohibidos en otras partes del mundo. Sustancias que aniquilan la microbiología de los suelos, y generan el desarrollo de “malezas resistentes” que obliga a más aplicaciones y a combinación de sustancias; nuevos transgénicos con “eventos apilados”; más y nuevos venenos, en un círculo vicioso. “De 3 litros por hectárea de glifosato al 48% usados en 1996, hoy se están usando casi 14 litros por encima del 60% de promedio” plantea Cerdá.
Este modelo de dependencia de insumos también está generando que los productores abandonen la actividad y la tierra se concentre. Según el Censo Nacional Agropecuario del 2018, Argentina perdió desde el 2002 la cuarta parte de los establecimientos agropecuarios, y en 30 años el 41,5%. La tierra se concentra: en la punta de la pirámide el 1% tiene el 36,4% de la propiedad, mientras que abajo casi el 55% de los productores tienen sólo el 2,25% de la tierra. Ni hablar de los desmontes, destrucción de ambientes y pérdida de biodiversidad; o la violencia de los desalojos a poseedores ancestrales campesinos y originarios.
Ni hablar de la especulación inmobiliaria que desatan los flujos de excedentes de capital del agronegocio, fomentando ciudades más desiguales y grandes cordones de asentamientos precarios y barrios populares donde se hacinan millones, y que la pandemia puso al descubierto para muchos.
En este sistema ganan muy pocos y perdemos casi todos y todas. Bueno, “les toca ganar menos muchachos”.
Es hora de la agroecología
La RENAMA recorre el país mostrando experiencias de manejo agroecológico extensivo donde los costos por hectárea se derrumban en comparación con el agronegocio. Hoy son más de 85.000 hectáreas que demuestran que esta forma de producir no sólo es posible sino que es mejor en términos económicos.
Es la lógica de recomponer el equilibrio de los agro-ecosistemas en vez de estar metiendo más y más insumos externos. La regeneración de la vida de los suelos, combinar agricultura y ganadería, la asociación de cultivos, genera beneficios económicos concretos: el margen bruto de estas producciones es superior a los mejores resultados del agronegocio, con rindes similares pero con costos muchísimo menores. Lo corrobora el INTA con la experiencia en Barrow, pero sobre todo el relato de experiencias de cientos de productores y productoras.
De esta manera el cese de comercialización de insumos, que el agronegocio y sectores de la política buscan transformar en un callejón sin salida, quizá sea una oportunidad más para avanzar hacia la agricultura del futuro. A hacer lo que tenemos que hacer, no sólo para producir las divisas que nuestro país necesita para reconstruirse luego de la devastación macrista, sino para plantear un modelo agropecuario en función de la soberanía alimentaria de nuestro pueblo como sostienen las organizaciones del Foro Agrario, atendiendo las necesidades que la crisis climática impone y al mismo tiempo recortando el poder de sectores concentrados que defienden privilegios a costa del padecimiento de millones.
Y el Estado tiene un rol fundamental que cumplir en esta transición. Distintos funcionarios han tenido declaraciones auspiciosas en relación a todo esto, y alientan enorme expectativa en muchos y muchas en todo el país. Esas declaraciones no tienen que morir en una mesa de negociación para que los poderosos bajen las armas, es hora de pasar a los hechos. Es hora de poner de una buena vez en funcionamiento la Dirección de Agroecología que encabezará el propio Eduardo Cerdá; es hora de abrir un debate sobre la producción y distribución de los alimentos, sobre sus precios; es hora de discutir el hacinamiento en las ciudades en un país enorme, y el ordenamiento territorial que hace el capital; es hora de que las familias productoras accedan a la tierra. Es hora de otro modelo agropecuario, en otro país. No habrá mejor oportunidad.