Frente al abismo climático

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En medio de una nueva ola de aumento de la explotación de gas y petróleo, favorecido por el aumento de precios y el argumento de blindarse ante la guerra en Ucrania, el panel de expertos sobre cambio climático de la ONU acaba de publicar su tercer informe en un año, cuyo mensaje principal es la urgencia de reducir rápida y drásticamente el uso de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) en todos los rubros.

De 2010 a 2019 las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) aumentaron hasta llegar al nivel más alto de emisiones en la historia de la humanidad. De esos gases, el principal es el dióxido de carbono (CO₂), responsable de 64 por ciento de GEI, seguido de de metano con 18 por ciento. Las principales fuentes de GEI son la generación de energía y la emisión de gases relacionados al cambio de uso de suelo y deforestación, seguidos de industria, construcción y transporte.

Además del cambio de fuentes de energía, plantea la urgencia de otras medidas, como cambiar patrones de producción y consumo agroalimentario (sobre todo reducción de producción y consumo industrial de carnes), la restauración de ecosistemas naturales forestales y costeros, cambiar las formas de urbanización y construcción, bajar significativamente el transporte aéreo, disminuir los transportes motorizados en general, al tiempo que aumentar los transportes públicos, caminar y usar bicicletas, entre otros. El reporte plantea que el cambio de la demanda de bienes y servicios podría bajar las emisiones globales entre 40 y 70 por ciento en 2050. Reconocen que estos cambios de “estilo de vida” no son aplicables a toda la humanidad, ya que gran parte de la población mundial no tiene satisfechas sus necesidades básicas.

Por primera vez informan sobre la enorme desigualdad en quien genera emisiones de carbono de acuerdo al consumo: el 10 por ciento de la población global con mayor consumo y más emisiones de carbono es responsable de hasta 45 por ciento de las emisiones de GEI, mientras que el 50 por ciento de la población de menor consumo emite hasta 13 por ciento.

La desigualdad global es mucho mayor si se considera en riqueza y se compara con el uno por ciento más acaudalado a nivel global que, según Oxfam, es responsable de más del doble de las emisiones del 50 por ciento más pobre del planeta.

El grupo intergubernamental de expertos sobre cambio climático (IPCC, por sus siglas en inglés) elabora un informe global de evaluación cada 5-6 años. Se compone de tres grupos de trabajo, el primero sobre la ciencia del clima, el segundo sobre vulnerabilidad, impactos y adaptación al cambio climático y el tercer grupo –que emitió su informe este 4 de abril– es sobre mitigación, es decir, qué medidas tomar frente al cambio climático. Los informes anteriores se publicaron en 2021 e inicios de 2022. Los tres informes y otros temáticos elaborados anteriormente, confluirán en el Sexto Informe Global de Evaluación, previsto para publicarse en septiembre de 2022.

El informe del grupo tres del IPCC afirma, como los anteriores, que sin acciones inmediatas para reducir las emisiones de GEI, se sobrepasará el límite de aumento promedio de la temperatura en más de 1.5 grados en pocos años, lo cual se podría evitar con una reducción de emisiones de 43 por ciento en 2030. El Acuerdo de París sobre cambio climático acordó mantener el aumento de temperatura promedio por debajo de 2 grados en 2100. No obstante, con el ritmo actual de emisiones el aumento sería de 3.2 grados, lo que el IPCC considera “catastrófico”.

El informe del grupo tres identifica muchas de las causas y plantea que existen vías posibles para enfrentar el desastre climático, como las mencionadas. Informa que el costo de generar electricidad con energía fotovoltaicas y eólica ha bajado notablemente, al tiempo que su adopción aumenta, aunque actualmente solo provee cerca de 10 por ciento de la electricidad.

Lo malo del informe es que pese a que pone en la mesa muchas causas y problemas y plantea alternativas importantes, en sus conclusiones y escenarios de acción abre la puerta a tecnologías de geoingeniería, a grandes plantaciones y monocultivos, así como al uso de suelos agrícolas y ecosistemas marinos para captación de carbono, todo ello son objetivos buscados por los especuladores de los mercados de carbono.

En geoingeniería, se refieren principalmente a formas de capturar CO₂ después de emitido, lo cual da una excusa para que sigan las emisiones desde sus fuentes. No es la primera vez que el IPCC considera esto, pero es muy preocupante que pese a la gravedad de la situación, siga especulando con tecnologías que ni siquiera está probado que servirían para captar y almacenar carbono y que implican una amplia serie de riesgos ambientales y sociales. El peor riesgo inmediato de esas tecnologías, en su mayoría inexistentes, es que son promovidas por empresas petroleras y otras con altas emisiones de GEI, para justificar seguir aumentando la contaminación, alegando que usarán tecnologías para compensarla. Por este y otros muchos riesgos son tecnologías que se deberían prohibir. Urge en lugar de ello, apoyar el desarrollo de las muchas alternativas social y ambientalmente justas.

Fuente: La Jornada

Temas: Crisis climática, Crisis energética

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