El camino de las semillas #3: somos como las semillas
"Muchas de nuestras semillas resistieron, a pesar de la devastación de nuestro territorio. A lo largo de toda la crueldad de la colonización, otras semillas casi desaparecieron, en conjunto con los intentos de exterminio del pueblo. A través de la unión con otros pueblos, hemos reencontrado nuestras semillas y estamos retomando esos cultivos. Nuestras semillas son memoria viva de un pueblo aguerrido".
Nací en una cultura y tradición que tiene como misión honrar a la naturaleza, vivir de ella y para ella. Soy nieta de pajé [i], una mujer pajé, lo que hizo mi conexión con la naturaleza más fuerte aún. Mi pueblo es un pueblo que honra mucho la abundancia y cuenta que antiguamente era mucha la abundancia que la naturaleza ofrecía. Una abundancia que iba desde el mar hasta la tierra. Soy de una generación que encontró solo un poco, muy poco, de esa abundancia.
Yo recuerdo ver a mi bisabuela llorando a la orilla del jirau [ii], yo era muy pequeña, no entendía. Ella lloraba porque sentía pesar de sus nietecitos, porque vendrían tiempos difíciles. Hoy entiendo cada una de sus lágrimas. Ella lloraba nuestros alimentos que, a cada día, disminuye. Hoy, lucho por la soberanía alimentaria para mi territorio, con un pueblo sabio y fuerte que sabe la hora correcta para plantar y cosechar, que pide permiso para entrar en la naturaleza.
Sin Territorio, no hay vida
Me encuentro a la orilla de un lugar conocido como “Costa del Descubrimiento”, donde fue el primer contacto con los malditos portugueses. Cuentan nuestros ancianos que, cuando los portugueses llegaron –inmundos y enfermos-, los pueblos originarios los cuidaron y trataron sus males. Fue la medicina indígena que curo a muchos de ellos. En contrapartida, recibimos odio, ira, explotación y genocidio. En nombre de una supuesta civilización, los pueblos originarios tuvieron sus lenguas y modos de vida perseguidos. Algunos, inclusive, fueron declarados extintos, lo que es una gran mentira. Esa palabra, “civilización”, es demasiado pesada para mí. Es lo mismo que la colonización. No es por acaso que, nosotros, los indígenas desconfiamos de los colonizadores, que ya traían ese odio en su interior. El colonialismo persiste actualmente y continúa intentando exterminarnos. Por eso, yo no creo que exista diálogo y asociación con el latifundio, con el capital, con el Estado – todo eso representa la continuidad del sistema colonial.
Desde el comienzo de la colonización, nuestro pueblo ha sufrido con la devastación de la Mata Atlántica [iii] y el robo de las maderas nativas. Más tarde, cerca de 1884, empezó también la brutal extracción de la arena monacítica. Oficialmente, la colonización ya se había acabado, pero esa “nueva” explotación intensificó lo que ya sucedía antes, o sea, la destrucción del bosque. La minería de la arena acabó en 1990, pero dejó grandes marcas.
Actualmente, nuestra área viene siendo devastada por el monocultivo de eucalipto. A mediados del siglo XX, grandes empresas como Flonibra y la Brasil-Holanda llegaron a la región. Sufrimos mucho con ese monocultivo – la industria de celulosa ha destruido nuestras nacientes, nuestros ríos y nuestro suelo, y, muchas veces, esto afecta nuestros labrados. También hemos tenido que enfrentar a los grandes hoteles y a la especulación inmobiliaria que han intentado prohibir nuestro acceso a la playa. Nosotros, los pueblos nativos, poco a poco, somos impedidos de ir a buscar pescados.
Hay una canción cantada por Tia Maria Mayá (Pataxó Hã-hã-hãe) que dice: “cuando el indio llora, es por falta de terreno”. El terreno (terreiro) es esencial para nuestra libertad, para la semilla, para todo el encantamiento, para el respeto, para mantener la conexión.
Tanto en la costa –el ambiente de la playa- como en el sertão [iv] –al interior del bosque- , grandes fuerzas económicas, con el apoyo del Estado, buscan saquear nuestra región. Por la injusticia del Estado brasileño, no tenemos aún nuestro territorio demarcado. Sin territorio, no hay vida. Nuestra mayor lucha es por nuestro territorio, que ha sido devastado por el Capital. Ya son 520 años de permanecer firmes a esas enseñanzas de la naturaleza transmitidas por ellas, mis ancestrales. Hoy, mi misión es más necesaria.
Todo indio tiene su ciencia
El pueblo Pataxó recorrió muchos territorios y recorrió a otros parientes para continuar resistiendo, por causa de las expulsiones y masacres. Nuestros antiguos crearon sus labrados, pero eran forzados a abandonarlos y a desplazarse para otros lugares. Cada vez que uno de nosotros fue obligado a dejar un sitio ya habitado para buscar protección y medios de vida en otra área, ese espacio quedó reforestado. Hace parte de nuestra tradición Pataxó marcar los lugares por donde pasamos con la plantación de una rica diversidad de plantas, principalmente de árboles frutales, lo que también preserva la fauna. Por eso, se ve que en el área del mapa donde estuvimos y estamos presentes, hay una gran reforestación.
Nosotros, los indígenas, tenemos un papel muy importante dentro de la agroecología. No hacemos labrados apenas para nosotros. En nuestro proceso de cultivo, la reforestación es el principal objetivo. Nuestros labrados incluyen plantas medicinales y árboles nativos de la Mata Atlántica que, muchas veces, también hacen parte de la medicina Pataxó. También cultivamos semillas que son usadas en nuestras artesanías y otras que son alimento.
Hay una canción que dice que todo indio tiene su ciencia. Existe la sabiduría de los pueblos en relación al calendario lunar, en relación también a las mareas y en relación al tiempo adecuado para coger cangrejos y pescado. Es igual en la tierra, o sea, en cual luna se puede plantar, cuando habrá una nueva lluvia, etc. Nosotros no tenemos irrigación; seguimos la técnica de la naturaleza que nos avisa el tiempo para plantar. Ella nos muestra que ese proceso de labrado nunca acaba: siempre hay labradío, siempre estamos plantando. Esa es nuestra manera de conectarnos con la naturaleza.
Intercambio de saberes, intercambio de semillas
Cuando conocí la Tela de los Pueblos, lo que me llamó la atención fue la unión entre pueblos, el intercambio de saberes y la variedad de semillas criollas que, hasta entonces, no conocía. Descubrí que dentro de esa gran diversidad había mucha historia. Inclusive la nuestra.
Mi abuela ya me había contado sobre los lazos de los pueblos originarios con los pueblos africanos. Nuestra formación como Pataxó tiene sangre negra. Y el pueblo negro es uno de los pueblos que está dentro de la Tela de los Pueblos –una unión entre indígenas, quilombolas, ribereños, entre otros.
En ese caminar, resolví preguntarle a nuestros más viejos, a los ancianos, cuales semillas estaban presentes aquí en el tiempo de antiguamente y que tal vez hubieran desaparecido, para ver si las encontraba. Algunos citaron al maíz y al frijol, y me enfoqué en esas dos semillas. Cuando llegué aquí con esa semilla, una parienta me dijo “¿Dónde encontraste esa semilla? Esa semilla papá plantaba” Ella reconoció que esa semilla es ancestral, una semilla antigua.
Creo mucho en el bien de madre naturaliza y la semilla es sólo uno de sus diversos universos. El poder de la semilla es una expresión del amor ancestral dejado por los nuestros
Muchas de nuestras semillas resistieron, a pesar de la devastación de nuestro territorio. A lo largo de toda la crueldad de la colonización, otras semillas casi desaparecieron, en conjunto con los intentos de exterminio del pueblo. A través de la unión con otros pueblos, hemos reencontrado nuestras semillas y estamos retomando esos cultivos. Nuestras semillas son memoria viva de un pueblo aguerrido.
Hoy, intento traer esas semillas para nuestro territorio y, como joven, busco hacer ese intercambio de saberes, que es transmitir nuestro conocimiento y también recibir el de los otros. El camino de los pueblos indígenas es el encantamiento, la libertad, el respeto y la comunión con la madre tierra. El camino de la Tela de los Pueblos es fortalecer nuestras resistencias y saberes. Yo pertenezco a esta gran alianza que lucha por el derecho a la tierra, por la soberanía y por la agroecología. Nosotros somos como semillas que una hora van a crecer, florecer, volver a la tierra y dejar otras semillas.
Talita Tamikuã Pataxó es articuladora de juventudes en la Tierra Indígena Comexatibá, artista, educadora popular y técnica em Agroecologia por la Escuela de la Floresta, del Cacao y del Chocolate (CEEP-Milton Santos). Su instagram es @tamypataxo.
Notas:
[i] N.T. Pajé es la denominación, proveniente del Tupi-Guaraní, para referirse a consejeros, curanderos e intermediarios espirituales de las comunidades indígenas.
[ii] N.T. Estrado de varas y horquillas que dan soporte a una estructura, usado en la construcción de casas elevadas (palafitos), a una cama, o el lugar para que los pescadores se sienten.
[iii] N.T. Bioma de bosque tropical que se extiende por la costa este, sudeste y sur de Brasil hasta el oeste paraguayo y la provincia de Misiones en el noroeste de Argentina.
[iv] N.T. Bosque seco lejos de la playa.
Fuente: Teia dos Povos