El Mentidero (o cómo querer disuadir a la gente de que no hay contaminación extrema)
"En la escuela Venustiano Carranza de El Mentidero, Autlán, Jalisco, los instructores de Proccyt le insistían a los niños en ponerse el traje tipo astronauta que, según ellos es para proteger a quienes fumigan de los efectos de los químicos, demostrando de inmediato ¡que son tan nocivos que hay que protegerse! Claro, en su “narrativa” como le dicen ahora a los discursos sesgados de las empresas o gobiernos, si se usara el traje, la máscara y la mochilita rociadora que se muestran en las fotos, la contaminación ambiental del agua, suelo, aire, objetos, alimentos, desaparecería por arte de magia. Por eso hay que usar el traje blanco y las botas, la mochila y la máscara".
Díganle a sus papitos que tienen que usar estos trajes protectores. Si no se los ponen, entonces los están exponiendo a todos ustedes. Porque los plaguicidas hay que saber usarlos. Hay contaminación porque no saben manejar los químicos adecuadamente. Si luego hay daños es culpa de sus papitos por no tener los cuidados necesarios.
Así le dijeron los instructores de Protección de Cultivos, Ciencia y Tecnología (Proccyt), a los niños de la escuela Venustiano Carranza, en la localidad de El Mentidero, en Autlán, Jalisco, durante una capacitación que buscaba convencer a madres y padres de familia de dicha escuela que eran falsos los estudios donde investigadores del CIESAS Occidente y de la Universidad de Guadalajara, hallaron que el aumento desmedido en las insuficiencias renales en niños, tenían relación con la aplicación agrícola de glifosato, 2,4-D, Molinato y Picloram.
Unos meses antes, investigadores de esas instituciones hallaron los cuatro plaguicidas mencionados en la orina de los niños de la localidad y glifosato en el 100% de los 53 adolescentes investigados.
Esto, a raíz de que unas mamás preocupadas por los síntomas de los que se quejaban sus hijos (vómito, dolor de cabeza y mareo) pidieron expresamente a los investigadores que tomaran muestras de sus niños de secundaria. En esa tanda de estudios, se llegaron a encontrar hasta 12 plaguicidas en la orina de un niño de primaria en Ahuacapan, también en Autlán, Jalisco.
El escándalo alcanzó nivel nacional y después, gracias a las protestas que se elevaron desde Cuba, a raíz de un encuentro agrícola, la noticia se diseminó a toda América Latina, en los ámbitos donde se hace la crítica contra el uso y abuso de plaguicidas y fertilizantes químicos que han sido impugnados durante muchos años por investigaciones, habitantes individuales, colectivos, organismos internacionales y sobre todo por movimientos de afectados por las fumigaciones.
En la escuela Venustiano Carranza de El Mentidero, Autlán, Jalisco, los instructores de Proccyt le insistían a los niños en ponerse el traje tipo astronauta que, según ellos es para proteger a quienes fumigan de los efectos de los químicos, demostrando de inmediato ¡que son tan nocivos que hay que protegerse! Claro, en su “narrativa” como le dicen ahora a los discursos sesgados de las empresas o gobiernos, si se usara el traje, la máscara y la mochilita rociadora que se muestran en las fotos, la contaminación ambiental del agua, suelo, aire, objetos, alimentos, desaparecería por arte de magia. Por eso hay que usar el traje blanco y las botas, la mochila y la máscara.
Es tan flagrante el discurso de esta ONG, cercana a Monsanto, a Bayer y a Croplife, que buscan culpabilizar a los “papitos” de algo que ha venido haciéndose evidente en poblaciones de todo el mundo, pero que en América Latina son poblaciones que comienzan a denunciar las gravísimas consecuencias que pueden originar cánceres anómalos en núcleos de niños y adultos por todo el continente.
Lo que sorprende en el caso de los niños y niñas del municipio de Autlán, es que las autoridades han dejado pasar el tiempo (ya casi ocho meses desde que se hicieron los estudios) sin que haya una respuesta concreta. A lo más que ha llegado el presidente municipal Miguel Ángel Íñiguez es a decir que “tienen que ver qué es lo que sucede con ese problema” y a insistir que “no hay que satanizar al productor de al lado”.
Los instructores de Proccyt incluso llegaron a decirle a la gente que había que lavar aparte los trajes protectores, insistiendo en que era el mal manejo lo que hacía peligrosos los plaguicidas pese a que el estudio que halló la contaminación es claro en señalar que “los pesticidas pudieron haber llegado al cuerpo de estos jóvenes por el aire que respiran, el agua que beben, por tocarlos, cargarlos o aplicarlos y por el consumo de alimentos contaminados”.
Según el mismo estudio, coordinado por Humberto González, Felipe Lozano y Aarón Peregrina, y que lleva años recabando datos puntuales en la región, “estos pesticidas, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, pueden causar daño a la salud humana y sus efectos pueden ser más graves en niños y jóvenes”.
Para Mayra Vargas, una de las integrantes del periódico digital Letra Fría, que circula con gran público en la región, “el trabajador de Proccyt manifestó que el estudio realizado por los investigadores está direccionado y aseguró que no es posible que los niños y adolescentes tengan glifosato en su orina: ‘No es posible, la única forma, yo no estoy diciendo que igual y no pasó, la única forma de que pasara eso, es que antes de hacer el estudio hubiese dado el investigador un vasito a cada chamaco «tómenselo, pasa una hora, todos a orinar y todos muestran», ésa es la única forma. Estamos trabajando en ello y les prometo que van a tener resultados, pero eso no pasa”.
El movimiento agroecologista del sur de Jalisco, como parte de su lucha contra lo que le nombran el gigante agroalimentario industrial, sigue empeñado en lograr que se declaren zonas libres de transgénicos y plaguicidas agrotóxicos en resonancia con los movimientos que en otras partes del continente lo están logrando.
En el municipio de Marcos Paz en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, han logrado desde 2009 una ordenanza municipal que prohibió las fumigaciones en espacios públicos y para 2011 la fumigación aérea que es un grave problema. En 2019, lograron también frenar las fumigaciones a menos de mil metros de las escuelas, y se sigue impulsando una ordenanza de producción agroecológica sin transgénicos ni agrotóxicos. Entre sus logros principales está haber instrumentado un consejo asesor compuesto por ciudadanas y ciudadanos de la localidad, un censo de productores, una instancia de apoyo que impulse mercados agroecológicos y hasta deducciones de impuestos municipales a quienes trabajen sin agroquímicos de un modo sustentable.
Todo esto narró Carlos Vicente de GRAIN a su llegada a El Limón, Jalisco con su compañera Ingrid Kossmann (ambos habitantes de Marcos Paz y parte de ese movimiento opositor a los agrotóxicos), a conversar con gente de la localidad y del ejido La Ciénega. En su intervención, Ingrid Kossmann dijo: “es oportuna la decisión de optar por la agroecología a nivel familiar, municipal y regional, porque están en juego la alimentación, el medio ambiente y la salud de niños, niñas y jóvenes. No esperen a que haya muchos muertos como en las regiones agroindustriales de Argentina. Las mujeres y las madres no se van a rendir, ellas van a apoyar las propuestas agroecológicas”.
El caso de Marcos Paz no es un caso aislado. Se inscribe en dos amplios movimientos contra los plaguicidas en Argentina conocidos como Paren de Fumigarnos que en su página declaran ser “organizaciones y vecinos de la Provincia de Santa Fe, en Argentina, preocupados por salud y calidad de vida amenazada por las fumigaciones con agrotóxicos en las puertas mismas de nuestro hábitat: viviendas, escuelas, fuentes acuáticas y huertas. Luchamos por la prohibición absoluta de las fumigaciones aéreas y la limitación en las terrestres a una distancia de 800 metros del límite periférico de las zonas pobladas”. También está la Coordinadora por una Vida sin Agrotóxicos en Entre Ríos: la campaña Basta es Basta, esfuerzo de vecinas y vecinos de dicha provincia argentina por lograr erradicar tales venenos e impulsar estudios que demuestren su toxicidad a la vez de poner en práctica una agricultura agroecológica y combatir las agroindustrias y los monocultivos dependientes de los agroquímicos.
Sin duda, la información y las experiencias compartidas entre los movimientos latinoamericanos contra los plaguicidas animan esta lucha local mexicana (que encarnan sobre todo las mujeres, las madres de familia y la gente que cultivando el campo busca una agricultura limpia y sustentable) siempre por salir al paso del envenenamiento progresivo al que nos tienen sometidos las corporaciones agroindustriales que sin frenos, y con la complicidad de los gobiernos locales, estatales y el propio gobierno federal, siguen promoviendo sus intereses a costa de la salud de las personas, el agua, el aire, los suelos, y la totalidad de la vida de la que predan todo lo posible por incrementar su ganancia. El contacto entre estos movimientos en México y Argentina potenciará las luchas contra los plaguicidas.
- Con información de Mayra Vargas y de la revista digital Letra Fría (letrafria.com) sin cuya ayuda habría sido imposible precisar esta crónica. Fotos, Mayra Vargas.
Fuente: Desinformémonos