“Decirme a mí que tengo razón, es decirle al pueblo argentino que los agroquímicos enferman” – Estela Lemes

Idioma Español
País Argentina
Referentes de la defensa de las escuelas rurales de los agrotóxicos: Estela al medio, y a cada costado Mariela Leiva y Ana Zabaloy – Concepción del Uruguay, octubre 2017

En las últimas semanas la discusión sobre la presencialidad de las clases en pandemia acapara buena parte del debate público. Los riesgos que entraña para la salud de la comunidad educativa, de estudiantes, docentes y no docentes y sus familias, delimita las posibilidades de su instrumentalización, y su forma concreta dependerá mucho de la presión que ejerza cada sector social y político, como con cada tema durante este largo año pandémico. Tanta preocupación mediatizada por la salud y el aula, contrasta con la situación de miles de escuelas rurales que son forzadas (desde hace años!) a convivir con los agrotóxicos que el modelo productivo dominante libera al ambiente en buena parte del territorio nacional, vulnerando derechos esenciales ante la vista de todos los poderes del Estado, y gestiones de todo tipo y color. 

Lamentablemente los venenos en las aulas, en el agua, sobre los juegos, no despiertan (por mucho!) las reacciones de la gran mayoría de funcionarios, legisladores, gremios, médicos o periodistas, que sí rodean al debate actual.

Estela Lemes es docente rural en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, y una referencia ineludible sobre lo que viven las escuelas rurales en el marco más general de lo que genera el agronegocio transgénico en nuestras comunidades y territorios. Lleva en su cuerpo, como tantas otras docentes rurales, los impactos de un modelo que contamina y mata, pero que genera divisas que “el país necesita”, y que los defensores del mal-desarrollo asocian con la particular forma de producir que tanto beneficia a un puñado de corporaciones, y que el mundo empieza a abandonar.

En este diálogo repasamos sus inicios en la educación rural, la vida de esas comunidades, las necesidades de esos niños y niñas. El agronegocio en su escuela y sus estudiantes, además de los entramados sociales y políticos que lo sostienen. Su problema de salud, y la lucha legal para que la ART se haga cargo de su tratamiento. Una carta abierta al Gobernador de Entre Ríos, Gustavo Bordet; y el entramado comunitario y organizativo que pelea por desterrar los agrotóxicos de las aulas, territorios y vidas, para abrirle camino a otro modelo de producción que no se disocia de las comunidades, sino que se integra a ellas virtuosamente.

Huerquen: Contanos cómo llegaste a la docencia en una escuela rural.

Estela Lemes: Tengo 56 años. Cuando yo tenía 11 años terminé mi escuela primaria en Ceibas, departamento Islas. Mi mamá era la cocinera en una escuela de campo, de un pueblo muy chiquito y yo vivía en la escuela todo el tiempo. Al año siguiente falta la maestra de 1° grado y la directora que era mi vecina me pide si me animo a cuidar a los nenes de 1°. Obviamente que yo me puse un guardapolvo de maestra y jugué a ser la maestra y estaba feliz. Ella me daba las tareas y yo solo cuidaba a los niños. En ese momento llegan los directores regionales y cuando vieron eso me consiguieron una beca en Gualeguay para estudiar el secundario que salías docente. Pero mi papá no me dejó ir porque yo era muy chiquita y no se animaba (mi papa era policía en el pueblo). Yo era la más chica de 8 hermanos. Así que como no había secundarios en Ceibas me quedé sin hacer el secundario.

Me casé muy joven, fui mamá muy joven. Cuando había nacido mi cuarto hijo, Hernando, se abre un secundario de adultos así que hice mi secundario en 3 años. Me daban un lugar para ir a amamantarlo un ratito porque él nació en diciembre y en marzo empezaron las clases. Esto era en Villa Paranacito. Con muchísimos sacrificios estudié porque trabajaba y tenía mis hijos chiquitos. Los 4 años del profesorado rural los hice con las mejores notas. El tiempo que yo tenía para estudiar era poco pero tenía que concentrarme porque yo tenía que recibirme y con buen promedio para encontrar trabajo, ya que era una época muy difícil. Me recibí y a la semana estaba trabajando; con tanta suerte que tome una suplencia en la Escuela 1 de Villa Paranacito donde estuve 7 años.

Cuando me separo del papá de mis hijos vengo a Gualeguaychú, donde sale un concurso y con mi título tenía prioridad para cargos en escuelas rurales. Entonces tomo en la Escuela n°66 “Bartolito Mitre” en agosto de 2001 como directora titular y me vengo con los 5 más chicos a vivir a la escuela. Ahí cambia mi vida en lo personal y en lo profesional. Lo tomo con muchísima responsabilidad y con un poco de miedo también porque nunca había estado a cargo, pero me encantó. Era todo un desafío. Nos vinimos en vacaciones de invierno con los muebles y todo, nos instalamos en el aula, y en esos 15 días pintamos la casa del director que era un galpón sin uso hacía mucho tiempo. No tenía baño, con hormigueros adentro… la arreglamos y nos instalamos sin agua y con una luz muy precaria.

Me encontré con un grupo docente maravilloso, y vecinos que mandaban a sus hijos a la escuela. El dueño de un campo cercano colaboró en todo lo que yo necesitaba. Se creó un vínculo con la familia. Ellos veían a la maestra que venía sola y con hijos a cambiar la escuela y en diciembre fue la primera fiesta de egresados y cambiamos muchas cosas, por ejemplo tenían sólo bandera Argentina y dije “somos entrerrianos, nosotros tenemos que tener la bandera Entre Ríos” y tenemos que tener un abanderado o abanderada de Entre Ríos, entonces hicimos la bandera con una costurera… la cosa es que fue todo una revolución realmente.

Hqn: Y en diciembre del 2001…

EL: Si, 2001, un año tremendo porque el país estaba pasando un mal tiempo y los docentes también; yo llegué en agosto y mi primer sueldo lo cobré recién en febrero por un tema burocrático; me pagaron todo junto obviamente pero con los bonos que teníamos en la provincia en ese momento así que también fue difícil.

Hqn: ¿Cómo viviste esos meses?

EL: Y… un vecino me prestó una vaca y aprendí a ordeñar; hice un horno de barro y hacia pan, cuando teníamos las reuniones de cooperadora los invitaba a comer mis facturas. Mi mamá que era un sol vino a quedarse conmigo (papá ya había fallecido) y ella tenía su jubilación.

Fue todo un cambio muy grande para mí en lo personal y en lo profesional. Empecé a ver que la docencia no era nada más dar clases a los grises en el aula, era mucho más. De hecho había dos familias que venían a caballo, eran 6 nenes y nosotros teníamos un horario de 4 horas nada más en esa época. Ellos tenían muchas necesidades y mis gurises que tienen un corazón enorme los invitaron a comer en navidad. Me acuerdo que comimos fideos con tuco. A partir de ahí vinieron todos los días, se quedaban a comer con nosotros. De lo que teníamos lo hacíamos más y esos nenes formaron parte de nuestra mesa todos los días. Una de las nenas padecía una anemia muy grande y el médico vecino de la escuela vino un día y me dijo “lo que le pasa a ella no se recupera”, así que imagínense que con la falta del alimento de su mamá la nena se dormía en el aula de la anemia que tenía. Lo cuento porque esto es real. El doctor ya no está, pero la nena estuvo viviendo cerca y mandó a su hijo el año pasado la escuela por un tiempo.

En 2014 vinieron más niños, hoy tengo 118, que también es difícil porque no hay muchas escuelas de campo alrededor. Construyeron un barrio social para personas que estaban en un asentamiento en Gualeguaychú. Y a estos niños ninguna escuela los quería tomar. De hecho la mía era la más pequeña en el edificio y para mí fue un desafío; dijimos que si, como no los vamos a traer… Hicimos todo un trabajo de ir hasta el barrio de ellos antes de que se muden y contarles como era “la 66” lo que les iba a ofrecer y el primer día me acuerdo que bajaron de colectivo y les dije que “la 66 era de ellos y que hay cuidarla como a las maestras que iban a cuidarlos”; ellos sintieron que acá los queríamos.

Hqn: ¿Qué personal tenían?

EL: Cuando ellos llegan en 2014 eran cuatro docentes, hoy son 16 porque ampliamos en 2015 a escuela con doble jornada y ahí también fue otro desafío tenerlos 8 horas.

Me preguntaron qué orientación quería para la escuela, todos pensaron que iba a decir agropecuaria y dije que no, que yo quería que fuera artística porque la parte agropecuaria la iban a hacer… De hecho la escuela tiene un eje transversal que es alimentación saludable y agroecología, pero los talleres tenían que ser en arte porque no tienen posibilidad de hacer teatro danza música si no es en la escuela. Y los atrapó, el primer año que hicimos la muestra de los talleres… lo que logró el profe de teatro no te puedo explicar. Fue un cambio importante.

Cuando éramos menos hicimos un trabajo muy lindo con los padres, implementamos unos talleres, primero de costura donde idearon un uniforme para los nenes. Otro año las mamás querían hacer un emprendimiento de repostería así que pedimos las maquinarias, y hacían tortas y vendían. Fue un trabajo muy lindo que me valió un premio, y mirá lo que es: me lo entregaron en la Sociedad Rural, el último día de la exposición rural en Buenos Aires.

Hqn: De escucharte uno piensa que todas estas cosas son parte de cualquier proyecto que fomente el arraigo rural ¿Cómo fue encontrarte con ese otro proyecto que es el agronegocio y que va vaciando los campos?

EL: El campo que está lindero la escuela que fue el primero que sembró soja; la verdad que yo veía que la planta era hermosa. Yo digo, qué poco abierta tenía mi cabeza en ese momento, ¿por qué no investigar? y no quedarme con lo que veía, con lo que decía la gente alrededor del campo, que era tan bueno.

En 2007 empezaron a fumigar, siempre fumigaban cuando no estábamos, de noche o cuando no había escuela. En 2009 fumigan, me acerco al hombre que fumigaba y le digo “sabe que un chico tiene erupción en el cuerpo de lo que vos aplicas…” me dice “noooo esto es un remedio que se le pone a las plantas para que crezca más rápido pero a las personas no le hace nada, ese chico debe ser alérgico a algo”. Ahí empezamos a investigar… y le dijimos de palabra que no fumigaran. Pero en 2010 una avioneta pasa por arriba de la escuela; fumigaba el campo de enfrente pero al dar la vuelta pasaba arriba la escuela y el chorro caía encima. Esto lo filmamos con un teléfono de esa época, lo mandé a la Secretaría de Producción de la provincia y nunca contestaron nada. De hecho lo presenté en el juzgado pero como no tenía ni el teléfono ni la memoria original me dijeron que no servía como prueba.

En 2011 vuelven a fumigar con una máquina, vuelvo a hacer denuncia a ambiente municipal pero como estamos fuera del ejido municipal, labraban un acta y nada más, no tenían el poder de hacer nada porque estábamos afuera y nadie se hacía cargo.

En 2012 fue la vez que fumigaron en horario escolar, hice la misma denuncia, pero en ese momento llamé a los papás de los niños. Una mamá llamó a la radio y yo llamé a la policía que vino y pudo constatar los bidones y la máquina. Entonces al otro día me piden que vaya y me acerque al juzgado para hacer la denuncia ahí… yo ya la había hecho en la policía. Vinieron policías que estuvieron dos o tres días acá, hablaron con nosotros y con los padres, pero en el informe que dan y con el que se cierra la causa, ellos dicen que tomaron muestras del agua de la escuela y que no había restos de agroquímicos; cosa que no es verdad porque cuando ellos vinieron yo estaba acá y no tomaron muestras de nada. La cosa es que se cierra la causa y al aplicador le cobran una multa de $50.000.

Hqn: En estas primeras denuncias ¿qué acompañamiento tuviste?

EL: Solamente en 2012 cuando fumigaron en horario de clase vino uno de los vocales del Consejo de Educación que había sido diputado y que había presentado un proyecto agroecológico. De hecho cuando a  Mariela Leiva le pasa la fumigación en su escuela él va para allá y desde allá me llama para preguntarme cuales eran los pasos a seguir. Estaba con el Ministro de Educación en ese momento que era de Concepción del Uruguay. Después me encontré con el ministro en una reunión de directores rurales y me preguntó “¿pero hay pruebas de que hacen mal los agroquímicos?”…  entonces me paré y le dije “¿sabe qué? este cuerpo de 1,74m es la prueba, acá está. Yo tengo una enfermedad, tengo como probarlo y es por los agroquímicos”.

A mí la fumigación me llegó en la escuela, y por eso es que yo le pido a la ART que se haga cargo porque me enfermé trabajando en mi lugar de trabajo.

Hqn: ¿Cuál es tu enfermedad?

EL: Tengo una polineuropatía aguda. Los primeros síntomas eran que perdía el equilibrio, me caía; no perdía el conocimiento sólo el equilibrio. Me costaba mucho respirar, de hecho hoy cuando hablo mucho me agitó. Empecé a sentir dolores musculares en las extremidades. Nunca hubiese sabido que tenía si no hubiese sido por la invitación que me hicieron para ir hablar como docente fumigada al Congreso, en una movida que hizo la  Red de Médicos de Pueblos Fumigados. Cuando dimos testimonio nos ofrecen hacernos los análisis. Me extraen sangre y se lleva analizar a Mar del Plata. Si yo no hubiese hecho eso (por miedo a los pinchazos) nunca hubiese sabido lo que tenía. Yo pensaba que eran una de las tantas causas de la premenopausia. En diciembre de 2014 el resultado me llega por mail, y yo cuando leí por ejemplo “se encontró  Clorpirifós 1.8”, en ese momento no le di tanta importancia; estaba con mi hijo Hernando y me dice “es un insecticida, no es joda mami”. Ahí empezamos a investigar, me dio mucho miedo. Me fui a Paraná a que me viera una doctora con el análisis diciéndole lo que me pasaba, y ella no le dió importancia, lo minimizó; después me entero que trabajaba en el Ministerio de Salud de la provincia.

A comienzos de 2015 me voy a ver a la Dra. Gorrás que es toxicóloga y pediatra, al Hospital Fernández. Le comenté todo y mencioné al CENER (Centro de Neurología y Recuperación Psicofísica) que es un centro de rehabilitación neuronal en Galarza, dpto de Gualeguay, vecinos nuestros a 2hs de viaje, para tratarme.

Yo le solicité a la ART que se haga cargo. Ellos se niegan, y me responden con una cartita dónde están las enfermedades (que son muy pocas) a la que los docentes podemos referir con la ART. Cuando me dicen que no, yo me comunicó con mi abogada y ella me dijo que si me animaba se podía iniciar una demanda.

Hqn: El juicio a la ART ¿estuviste sola o acompañada?

EL: Siempre sola con mi familia. Incluso a mis hermanos también les costó entender cómo era la cuestión y cómo fueron muchas cosas.

Una noche me tocó ir a dar clases a la secundaria la ciudad y apareció afuera en el colegio el aplicador y el arrendatario del campo a decirme de buena manera que si yo retiraba la denuncia ellos, cuándo levantarán la cosecha, iban a hacer una donación a la escuela. Esas cosas para una mujer que vive sola con sus hijos no es tan fácil de pasarlas… porque te puede pasar cualquier cosa no?

También los mismos vecinos de decir que “si hacés la denuncia estás contra la gente del campo, y la gente de campo es la que ayuda a las escuelas”. Costó hacerles entender que no era en contra de la gente del campo sino a favor de la salud de la gente. Entonces ahí es donde vos sentís la soledad.

El Estado siempre estuvo ausente. También está ausente cuando vos necesitas un aula porque tus alumnos están hacinados: nosotros cerramos la galería de la escuela con mamparas para hacer aulas porque no tenemos.

Hqn: ¿Cómo fue ese juicio? ¿Cómo lo viviste?

EL: Muchos me decían “mirá no te conviene hacerlo, vas a perder y vas a tener que pagar todo vos” Entonces un día me senté con mi abogada y le dije “a ver explíqueme ¿Qué puede pasar si yo pierdo? Que no me paguen el tratamiento, perfecto lo voy a seguir pagando como pueda como hasta ahora ¿qué más?” Y me dijo “tenés que pagar las costas”. Yo soy una mujer humilde lo único que tengo es un auto del 2011, mi casa es una casa de un barrio social… estaré hasta que me muera pagándoles.

Ya en el juicio, cuando me vio el perito neurólogo, fueron 2 segundos el examen, me dijo “camine para allá, me hizo caminar de espaldas. Venga para acá. Póngase en un pie, póngase en el otro” y ya está. Con la sentencia me entero que dijo que no tengo nada, y en pocas palabras yo estaba súper bien. Después me ve una doctora que me hace ir 4 veces a su consultorio, me pide estudios. Se me hizo un estudio de capacidad pulmonar (no me acuerdo el nombre) donde yo tenía que soplar: yo soplaba y no llegaba al valor que tenía que llegar, me puso un broncodilatador y pasado un tiempito me hizo entrar y con esfuerzo llegué; pero después dijo que yo no tenía nada! pero lo hice inducida por un broncodilatador. Parece que no se animan a decir la verdad. Luego me vió un psiquiatra que dijo que yo necesitaba apoyo psicológico pero que en general estaba bien.

Claro, porque yo sigo trabajando. Yo no quiero dejar de trabajar y no quiero que me jubilen por incapacidad. Capaz eso llama la atención.

Entonces una doctora luego de verme y charlar mucho, no me dijo nada a mí, pero puso en el expediente que encontró que padezco un síndrome clínico múltiple producto de la exposición a los agroquímicos (está puesto así) que me quita el 37,57% de mi capacidad. Ella me da una discapacidad. Entonces el Juez acude a un perito forense… que nunca me llamó, no me pidió estudios, no me vió nunca, no lo conozco ni le vi la cara, pero dijo que el neurólogo tenía razón.

Hqn: ¿Los estudios que tenías donde aparecían los venenos en tu sangre no sirvieron para nada en la causa, en términos legales?

EL: Los originales los tenía el juez, los entregamos, o sea que es parte del expediente. Pero bueno, yo en el fondo sabía que iba a ser muy difícil: decirme a mí que tengo razón es decirle a todos los argentinos que los agroquímicos enferman. Y eso cuesta mucho porque los intereses económicos que giran alrededor de esto son muy grandes. Yo sé que estoy peleando contra algo muy poderoso.

En reuniones familiares a veces hablamos del tema y me dicen “¿Por qué no le hiciste juicio a Monsanto? si de ellos salen todos estos químicos”, por los juicios que están perdiendo en Estados Unidos. Si fuera por eso tendría que hacerle juicio a quiénes dejaron entrar esto al país, a Solá, al que lo aplica, a quién lo vende; pero bueno decidí hacer juicio a la ART porque lo que me interesa es que se hagan cargo de mi tratamiento.

Hqn: ¿Cómo recibiste el fallo adverso? ¿Qué te quedó de ese momento?

EL: Mirá, el viernes 2 de octubre mis abogados se enteran y no me llaman ese día porque sabían que el 4 es mi cumpleaños. Me llamaron después y me dicen que fallaron en mi contra. En ese momento me dió mucha impotencia, lloré, me amargué mucho… la pasé mal esa noche. Al otro día me reuní con ellos, me contaron cómo había sido y que estaba la posibilidad de apelación, y les dije que si, que apelemos. Asique muy rapidito hicimos la apelación, ellos se reunieron, lo elaboraron, y lo presentamos.

El gran dolor es además de tener que seguir pagándome el tratamiento yo. Saber que hay otra enfermedad que yo no conocía, que los síntomas son iguales, que tengo que ver a un médico que me oriente para ver de qué manera se trata. Eso fue por ahí un poco mi miedo: de estar en medio de una pandemia, saber que soy una persona de riesgo y estar trabajando porque no dejé de trabajar nunca, abrir la escuela todos los días porque primero había que hacer la comida para las viandas.

Hqn: ¿Cómo supiste que tenías esa otra enfermedad?

EL: Porque lo puso la doctora perito. Tampoco me lo dijo a mí, sino que lo puso en el expediente. Yo me encuentro con eso ahora: cuando la abogada me leía, le digo “eso no es lo que yo tengo”… Me dicen que es un síndrome que hay un solo antecedente de alguien con esa enfermedad en España que le ganó a la ART. Por otro lado al encontrar esto otro, la ART me dice “no, usted me hace un juicio pero una neuropatía no por un síndrome”.

Hqn: En medio de esto le mandaste una  carta a Bordet diciéndole al gobernador “usted tiene responsabilidad en mi situación y en la de todos”?

EL: Lo que pasa es que él es mi empleador, ya que yo soy empleada del Consejo de Educación y el consejo pertenece al gobierno de Entre Ríos.

Y más grande es el dolor porque yo a este gobernador lo voté. Este gobernador militaba en el mismo partido político que yo, entonces es doble el dolor que sentí.

Desde el comienzo en que se  presentó el amparo contra los metros de resguardo para las escuelas rurales de las fumigaciones; y ahora que quiere que nosotros seamos  “Centinelas”, lo que es una locura. Nos tendríamos que poner a trabajar para el agronegocio en lugar de dedicarnos a lo que tenemos que dedicarnos que es educar.

Entonces me parecía que tenía que hacerlo porque aunque yo sé que él tiene mil cosas y que no se puede meter en la justicia porque son poderes diferentes, pero él como mi empleador puede decir algo. Me gustaría que me llame, me hable, me escriba, me visite, no sé. Después si él decide que el gobierno se hace cargo de mi tratamiento sería un punto a su favor. Y sería bueno que me dijera que va a dar marcha atrás con el decreto de las escuelas rurales. Sé que es muy difícil. Tal vez soy ilusa al pensar que va a leer mi carta, pero bueno, hizo revuelo, mucha gente la leyó, fue muy compartida y mucha gente me llamó y me escribió. Muchos se acercaron aunque yo veía que la gente con la que milité, no han aparecido. Sí tengo que sacar de ese lugar al intendente de Gualeguaychú, quién de manera privada me escribió y se puso a disposición, y es una persona que ha trabajado muchísimo por cuidar el ambiente. Su municipalidad es precursora en un montón de cosas: prohibieron el glifosato, tienen el  PASSS (Programa de Alimentación Sana, Segura y Soberana), pero bueno, no pasó así con los demás, que son políticos que llegaron a dónde están por medio del voto y responden a Bordet.

Hqn: Quería que nos cuentes un poco esto del rol de “Centinela” que le quieren imponer a los docentes desde la gobernación.

EL: Lo que quieren es que los directores de escuelas seamos centinelas de las fumigaciones. Vamos a hacer los banderilleros, vamos a estar pendientes de los metros de fumigación, vamos a hacer el trabajo que tienen que hacer los productores, el aplicador. Dicen que tenemos que hacerlo nosotros. Sí lo tenemos que hacer para «proteger a los gurises», pero no debemos hacerlo, no corresponde que lo hagamos. Si yo veo una máquina que está fumigando sobre el patio de la escuela, sí voy a estar como centinela, pero no debería.

Eso es lo que proponen: que los directores de escuelas rurales estemos atentos a eso. Espero que no se dé, que hagamos una movida importante para que esto no suceda. Después, sale el presidente del Consejo de Educación diciendo que les pide a los docentes que hagamos un trabajo solidario y social ¿Qué más quiere que hagamos? Si estuvimos todo el tiempo dando clases con nuestras computadoras, con nuestro internet, con otras cosas. No sé qué más quieren…

Hqn: La carta tiene un final qué es muy fuerte cuando decís “yo le pregunto señor gobernador ¿los docentes de alumnos rurales seguiremos indefensos ante las fumigaciones? ¿El Estado en algún momento se hará cargo de esta situación? ¿Es mi deber como maestra tener esperanza de que mis alumnos y demás niños del país conocerán un mundo mejor?” ¿Qué cosas te gustaría que empiecen a suceder?

EL: Primero, el cuidado de nuestra tierra. Es la única que tenemos y la tenemos que cuidar. También te diría libertad, vivir sin miedo, y libertad donde nosotros vivimos que es en el campo, es vivir sin que se fumigue. Si nosotros tenemos denegado el derecho a la salud no estamos viviendo en libertad. Entonces lo primero sería dejar de fumigar, dejar de fumigar con cualquier producto, ya que no hay buenos productos, no hay «buenas prácticas».

Volver a la agricultura, volver a cómo se trabajaba la tierra antes. No van a ganar menos plata. Seguramente lo ganan en menos tiempo con la soja, pero de qué vale tener los bolsillos llenos de plata si tenés poca salud, si tus hijos no van a vivir en un ambiente sano. Entonces me parece que se empieza desde ahí.

Para mí el mundo ideal primero y principal es la libertad. Un chico que crece en libertad y rodeado de amor es un chico feliz y un chico feliz crece bien. Para todo esto tenemos que tener una tierra sana.

Hqn: ¿Y cómo estás viendo lo que se hace desde las organizaciones para avanzar hacia ahí?

EL: Creo que se hace mucho, se hace muchísimo. Me siento identificada con lo que hacen las organizaciones. Me siento parte aunque no lo sea porque tienen mi misma bandera, mi misma lucha. No necesito pertenecer con nombre y apellido a una agrupación. Si esa organización lleva la misma bandera que yo, me siento parte de ella.

Falta, falta mucho. Cuesta porque estamos luchando contra grandes intereses y ante gente que no tiene las mismas condiciones que nosotros. Pero si veo un excelente trabajo. Donde uno pone el alma y el corazón en algún momento se van ganando batallas. Nosotros ganamos una batalla al lograr que alrededor de la escuela se haga ganadería y llegar a tener nuestra huerta orgánica donde los gurises trabajan. Y esa es una pequeña batalla ganada. Ahora tenemos que ganar la guerra bendita a los agrotóxicos.

Hay mucha gente que ha dejado hasta la vida como  Fabián Tomasi, quien puso el cuerpo y el alma en esta lucha. Entonces por ellos, en honor a  Ana Zabaloy también, no podemos dejar de luchar. Yo agradezco muchísimo cada vez que veo un grito, un grito más pequeño, un grito más grande, uno más preparado o un grito que recién empieza. De todos me siento parte y agradezco infinitamente.

Para cerrar, simplemente quiero decir que yo de chiquita fui una niña muy feliz en el medio del campo con lo poco que teníamos, en un hogar muy humilde pero fui muy feliz y eso es lo que quiero para mis gurises, que mis gurises sean felices. Y si tenemos un mundo mejor van a ser felices seguro.

Por zoom, entre Gualeguaychú y Buenos Aires, a finales del 2020

Entrevistaron Daniela Dubois y Facundo Cuesta

Fuente: Huerquen, comunicación en colectivo

Temas: Agrotóxicos, Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades

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