Boletín #245 del WRM - Comunidades afrontan la deforestación, las falsas soluciones y los intereses corporativos
Innumerables comunidades que dependen de los bosques de la Amazonía vienen luchando desde hace largo tiempo a la industria maderera, la industria cárnica, las plantaciones de monocultivos en constante expansión para abastecer la industria de la celulosa y el papel, así como a la industria alimentaria con su demanda cada vez mayor de aceite de soja y palma, la industria minera, las mega represas hidroeléctricas, la construcción de infraestructura de ferrocarriles, carreteras, puertos y vías fluviales.
Echando más leña al fuego
La “conmoción” es una reacción común cuando surge una crisis ... o cuando esta sale a la luz. Gobiernos de todo el mundo, especialmente del Norte global, organizaciones multilaterales, empresas y ciudadanos de todos los rincones del planeta quedaron “conmocionados” y de una forma u otra expresaron su desaprobación y desdén ante la reacción del actual presidente brasileño Jair Bolsonaro ante los incendios forestales en la Amazonía.
Sin embargo, en este caso, las expresiones de “conmoción” también proporcionan una conveniente cortina de humo para los gobiernos, las instituciones financieras y las empresas, detrás de la cual ocultar su responsabilidad y la función que cumplieron en esta crisis. Las causas subyacentes de los incendios apuntan tan fuertemente hacia ellos como hacia el actual presidente de extrema derecha de Brasil. La mayor parte del frenesí mediático se caracteriza por análisis superficiales y la atención desaparecerá tan pronto como las lluvias en la Amazonía hayan extinguido la mayoría de las llamas.
Sin lugar a dudas, el gobierno de extrema derecha de Brasil ha sido una noticia terrible para los pueblos indígenas y sus territorios, así como para los bosques en general. A este gobierno no le interesa ni la protección de los bosques ni el respeto por las formas de vida tradicionales y el uso de la Amazonía. El propio presidente sigue incitando a la violencia contra los pueblos indígenas y alienta la invasión de sus territorios por parte de empresas agrícolas y mineras. Incluso ha sugerido que los pueblos indígenas deberían “integrarse” a la sociedad, una política de gobierno que fue finalmente abandonada por la Constitución de 1988 de Brasil.
Pero tampoco nos dejemos engañar. La deforestación a gran escala, incluyendo los incendios en la Amazonía, no es un proceso nuevo. El presidente Bolsonaro y sus ayudantes en el gobierno indudablemente echan más leña al fuego. Pero los bosques han sido destruidos y los árboles ardieron antes de que él llegara al poder. La deforestación en la Amazonía brasileña ha vuelto a aumentar desde 2012. Varios de los mismos gobiernos, organizaciones multilaterales y empresas que ahora afirman estar “conmocionados”, de hecho, de una forma u otra, han facilitado y se han beneficiado de la deforestación a gran escala de la Amazonía. Su “conmoción” por los incendios está teñida de hipocresía.
Los pueblos indígenas han estado durante siglos de pie, defendiendo sus territorios y vidas, dentro y fuera de la Amazonía. Ven a estos bosques como una parte fundamental de su existencia y sustento y han demostrado una y otra vez que saben cómo conservar y convivir con estos territorios.
Innumerables comunidades que dependen de los bosques de la Amazonía vienen luchando desde hace largo tiempo a la industria maderera, la industria cárnica, las plantaciones de monocultivos en constante expansión para abastecer la industria de la celulosa y el papel, así como a la industria alimentaria con su demanda cada vez mayor de aceite de soja y palma, la industria minera, las mega represas hidroeléctricas, la construcción de infraestructura de ferrocarriles, carreteras, puertos y vías fluviales. Esta infraestructura no está pensada para servir a las personas sino que principalmente atiende las necesidades de estas industrias para un transporte cada vez más rápido a un costo cada vez más bajo. Las ganancias de las empresas se logran a expensas de los bosques y las poblaciones que dependen de ellos. (1) Ellos también luchan contra las falsas soluciones a la crisis ambiental y climática. Estas soluciones falsas parten de un análisis sesgado de los problemas y promueven políticas y programas que dejan intactas a las empresas que son el motor de la deforestación a gran escala, y, en cambio, restringen la agricultura campesina y su uso y acceso a los bosques. Peor aún es que muchas de estas falsas soluciones (REDD+, certificación, promesas de deforestación cero netas) también maquillan “de verde” la destrucción empresarial. (2)
Tampoco nos dejemos engañar creyendo que los gobiernos del Norte y los bancos multilaterales como el Banco Mundial son los salvadores, ya que siguen siendo actores clave de la deforestación. El gobierno de Noruega, por ejemplo, suspendió las donaciones asignadas al Fondo del Amazonas debido a una seria preocupación por la gestión del Fondo y el aumento de la deforestación en la Amazonía brasileña. Pero, de hecho, el gobierno de Noruega es co-propietario de empresas implicadas en deforestación (la empresa petrolera Equinor, el productor de fertilizantes Yara y el productor de aluminio Norsk Hydro). Norsk Hydro, por ejemplo, tiene una mina de bauxita y una refinería en el estado amazónico de Pará. Y la hipocresía no se detiene con el gobierno noruego.
Instituciones multilaterales como el Banco Mundial han promovido durante décadas un discurso destructivo sobre “progreso y desarrollo” junto con el “libre comercio”. En realidad, esta ideología de “desarrollo y globalización” significó subvenciones, préstamos y políticas gubernamentales que allanaron el camino para que las empresas invadieran y destruyeran bosques y territorios. Para 2014, la Corporación Financiera Internacional (CFI), el brazo del sector privado del Banco Mundial, gestionaba 156 proyectos en 34 países por valor de 260 millones de dólares para servicios de asesoramiento que promovían el desarrollo del sector privado. Las recetas de reformas de política del Banco facilitan el acceso a la tierra a expensas de los agricultores familiares, los pastores y los pueblos indígenas. (3) Existen innumerables ejemplos como éste. (4)
Los programas de ayuda bilateral también promueven soluciones falsas e invisibilizan la responsabilidad de las empresas como principales impulsores de la pérdida de bosques. En cambio, culpan falsamente de la deforestación a la agricultura campesina e indígena. La promoción de REDD+ por GIZ de Alemania, NORAD de Noruega y la agencia de ayuda de Estados Unidos USAID es el último, pero no el único (5), ejemplo. En el estado amazónico de Acre, por ejemplo, el banco alemán gubernamental de desarrollo KfW ha estado financiando el programa REDD Early Movers. El programa no ha logrado evitar el aumento devastador de la deforestación en Acre en el último año. Pero además ha socavado la resistencia de los pueblos indígenas al presentar los fondos de REDD+ al gobierno de Acre como una “donación” y al financiar actividades culturales en territorios indígenas lejos de la frontera de la deforestación, mientras que a su vez se eliminan los fondos para la demarcación de los territorios indígenas.
Si están “conmocionadxs” por los incendios en la Amazonía y otros territorios de bosque, únanse en radical solidaridad con los pueblos indígenas y otras comunidades que dependen de los bosques en todo el mundo en frenar las causas subyacentes de la deforestación.
¡Únanse a la lucha!
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