Panamá: ríos para la vida
Aflicción e incertidumbre se refleja en la mirada de los moradores de la comunidad de Ojo de Agua en Coclé, al igual que en muchas comunidades locales que son afectados por la embestida de los proyectos hidroeléctricos y la amenaza que representan
Con sus rostros curtidos por el sol y el trabajo en el campo, comentan cómo en todos los proyectos está presente el mismo cuento de siempre, "sacarlos de la pobreza", pero, ¿a costa de qué? y angustiados se preguntan, qué futuro les espera a ellos, a sus hijos y nietos, quienes viven del agua y de su tierra. El debate sobre las hidroeléctricas es intenso y polémico. Aunque algunos la consideran una fuente de energía renovable y limpia, sin embargo, la realidad es que las represas permiten la producción y comercialización de energía eléctrica a gran escala, beneficiando a unos pocos empresarios e inversionistas y ocasionando graves impactos a las comunidades locales, por el obligado desplazamiento poblacional y la injusticia social que ello genera.
Las represas constituyen una de las principales causas de pérdida de bosques y deterioro de ecosistemas. En la actualidad, más de 45,000 grandes represas, con muros de embalse que superan los 15 metros, están obstruyendo los ríos del mundo y sus depósitos cubren más de 400.000 kilómetros cuadrados de suelo. Se estima que entre 40 y 80 millones de personas han sido desplazadas en el mundo a causa de represas y que un 60 % de los ríos se han visto afectados negativamente por represas o desvíos.
Está demostrado que estos proyectos hidroeléctricos no obedecen a las necesidades energéticas de los pueblos, sino que proponen la privatización de los recursos, especialmente el agua y la energía, basados en desequilibrados procesos de negociación, para satisfacer mercados externos y el lucro empresarial, en desmedro de ecosistemas y pueblos originarios.
En el III Foro Mesoamericano Antirepresas 2004, "Ríos para la Vida, no más Represas", realizado en El Salvador, los países mesoamericanos mostraron su preocupación ante la creciente invasión de proyectos de represas que vienen imponiendo las grandes transnacionales y organismos multilaterales en alianza con los gobiernos. La experiencia regional demuestra el mismo denominador común: Falsas promesas de desarrollo y empleo, manipulación y engaño, desalojo, daños a la salud de la población, contaminación ambiental, transnacionales que se apoderan de los recursos, pérdida de la identidad cultural, corrupción, gran presión por privatizar tierras, una enorme inequidad y pobreza extrema.
En Panamá, los movimientos campesinos e indígenas de Río Cobre, Tabasará, Santa María, Narices, Ojo de Agua, Naso-Teribe, y otros movimientos que inician esta resistencia, como los poblados ribereños ubicados en la Cuenca Hidrográfica del Canal y el Río Indio, manifiestan su preocupación debido a la poca seriedad de los promotores de estos proyectos quienes tienen el aval de la ANAM, a pesar de incumplir abiertamente la Ley General de Ambiente y el Decreto Ejecutivo No. 59 de 2000, que reglamenta los Estudios de Impacto Ambiental. Al respecto, los EIA presentan datos sesgados, falsos e inexactos que atentan contra el respeto a los pueblos, su inteligencia y dignidad; sumado al incumplimiento del Foro Público, que debe realizarse de cara a las comunidades y que representa la expresión máxima de la participación ciudadana en la toma de decisiones que les concierne.
Mientras tanto, el injusto sistema de propiedad y gestión que obedece a la explotación y privatización inmediata de los recursos naturales, continúa preocupando y perjudicando al hombre y la mujer del campo. En definitiva, una visión que prioriza la rentabilidad económica, a cualquier costo y por encima de sus justas demandas.
Por lo pronto, el futuro que se proyecta para Ojo de Agua, no es precisamente el desarrollo, ya que con o sin hidroeléctrica, seguirán sin luz. Además, con la construcción de una hidroeléctrica, perderán sus recursos naturales y su modus vivendi. ¿Y la ANAM?... ¡pintada en la pared!