México: Maíz: cultura y economía
"Un principio antropológico establece que la conservación de la diversidad de plantas como el maíz implica también la conservación y pervivencia de la diversidad cultural. La utilización de los genomas para fines comerciales autorizados por las reglas de bioseguridad aprobadas recientemente, ponen en riesgo esta riqueza genética y la ponen al servicio de intereses de grandes transnacionales, que con patentes, tecnología y dinero vienen a hacer negocios que en nada benefician a las comunidades de origen, que mantienen y resguardan la diversidad local que les permite la manipulación genética y el diseño de sus avanzadas semillas con alto valor en el mercado agrícola internacional"
La primera vez que hice el trayecto de Morelia a Puruándiro, llevaba a mi hija Antígona, de 22 días de nacida, el motivo del viaje era conocer a sus numerosas tías y primas, estar un fin de semana y presentarme ante la familia de mi esposa Carmen. El almuerzo fue al calor de una vieja cocina, donde el fogón de piedra y barro era el lugar central, encima de un fuego permanente estaba un cazo de atole de maíz; en el comal, la tía Antonia echaba unas ricas tortillas, blancas y gruesas, de ese maíz que cada año los dos hombres de la casa siembran y cosechan en abundancia. La manera de consumirlo, darle valor agregado y tener ingresos todo el año era el atole blanco y las tortillas que cada mañana hacían Antonia y Leonor.
Diario obtenían varios cientos de pesos por su labor. Mujeres de maíz, pensé para mis adentros, esta familia de Carmen, tan morena, es de mujeres de maíz, tan blanco; viven del maíz, conviven con el maíz, las trojes con maíz, los cuartos con maíz, aman en medio del maíz. Sin duda mi hija era una heredera de esa carne de maíz, la misma que hoy como riqueza genética está en riesgo, sin que los burócratas federales y tecnócratas logren entender el profundo valor cultural de esta planta para muchos de nosotros, mexicanos. Cuando murió doña Isabel, mi suegra, fue velada en medio del maíz, me cuenta Carmen, desde esa piel de ternura color de maíz moreno.
El maíz en Mesoamérica ha sido el cultivo acompañante de los diversos grupos humanos asentados milenios antes de la llegada de los conquistadores, una planta que domesticaron desde hace mas de doce mil años, según las investigaciones de Richard S Mc Neish en el Valle de Tehuacán, del estado de Puebla, donde encontró restos arqueológicos con mazorcas y granos de maíz primitivo; lo cultivaron a lo largo de la historia y la geografía, en temporal, de riego, en humedad. A esta gramínea americana la hicieron su principal fuente de carbohidratos, la fuente de energía y vida para las culturas olmeca, azteca, maya y purépecha. Con mucha razón Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura guatemalteco, llamó a su raza maya, hombres de maíz. Planta sagrada a la que incluso hubo deidades consagradas, como Centeotl, divinidad nahua del maíz. En México y Centroamérica, en el sur de Estados Unidos, las tribus vivían gracias al maíz, diverso y rico, de montaña, de valle, de sierra, de laguna, de desierto, diversidad de semillas de maíz que les permitieron sobrevivir en paisajes agrestes, hostiles o generosos.
El resultado de esta coevolución de razas de maíz y razas de hombres, propició diversidad de maíces y diversidad de culturas, amalgamadas en la gran civilización mesoamericana. Los sistemas sociales, económicos y culturales de América, con sus cosmogonías, ciudades fortaleza, arte, pedrería y tradiciones, y técnicas fueron posibles por el maíz, base de su sistema alimentario. Más de 200 variedades adaptadas a todos los ambientes, climas y regímenes hídricos, con tecnologías y sabiduría tradicional en su manejo, constituyen el tesoro cultural que propició el maíz.
Un principio antropológico establece que la conservación de la diversidad de plantas como el maíz implica también la conservación y pervivencia de la diversidad cultural. La utilización de los genomas para fines comerciales autorizados por las reglas de bioseguridad aprobadas recientemente, ponen en riesgo esta riqueza genética y la ponen al servicio de intereses de grandes transnacionales, que con patentes, tecnología y dinero vienen a hacer negocios que en nada benefician a las comunidades de origen, que mantienen y resguardan la diversidad local que les permite la manipulación genética y el diseño de sus avanzadas semillas con alto valor en el mercado agrícola internacional.
En los años 60 ya se había investigado y experimentado con los maíces y trigos mexicanos, mediante cruces biológicos en parcelas de cultivo. El Centro de Investigación y Mejoramiento Genético de Maíz y Trigo, en Texcoco, obtuvo las variedades híbridas, que con un paquete tecnológico de laboreo, fertilización y riego revolucionaron la productividad de estos granos básicos. Ciertamente el beneficio fue grande pues se aumentó el potencial productivo de alimentos a nivel mundial. Nuestros agricultores hicieron uso y beneficio de esas semillas mejoradas, híbridas, pero sin manipulación de sus genes.
Ahora los organismos genéticamente modificados son variedades producidas por técnicas de ingeniería genética, donde genes ajenos a las especies se introducen para producir características específicas, incluso algunas con bajo contenido de azúcares que pueden beneficiar a diabéticos. El problema de este avance biogenético es que al tener genes extraños las semillas, no hay pruebas experimentales verificadas suficientemente para eliminar el riesgo de contaminación genética de las variedades autóctonas. Ante ello, grupos importantes de científicos han pugnado por un principio de precaución, que reserva el uso o cultivo comercial de transgénicos sólo para fines de investigación y no permite su cultivo extensivo o comercial.
Ahora urge un régimen especial de protección de maíces criollos, que el propio reglamento de bioseguridad contempla, sin que esto sea suficiente ante la medida económica que implica liberar el uso comercial de transgénicos para varias otras especies de granos básicos, como arroz y trigo, soya, frijol y otras. Con las condiciones de un campo mexicano sin apoyos se pone en mayor desventaja a los agricultores campesinos pobres del país, no verán beneficios pero sí la probable erosión genética de sus variedades cultivadas para autoconsumo.
En Michoacán se está impulsando una cruzada de cultivo de maíz que permita una producción excedente del grano con beneficio a los agricultores pobres del estado. Si hay buenos precios habrá un beneficio, en otro escenario al menos habrá mucho grano en las trojes de los pobres y tortillas seguras para un buen tiempo. Pero urge también la conformación de un cuerpo de científicos y técnicos que diseñen un programa de conservación y fomento del cultivo de maíces especiales, con los que más, para autoconsumo, puedan tener un valor de cambio como productos elaborados, tostadas, tamales, atoles, féculas, aceites.
Buscar proteger la diversidad genética de las razas de maíz de la zona Purépecha, la Costa-Sierra y la Tierra Caliente. El valor evolutivo y el potencial de estos genes puede ser la fuente de mejora económica de nuestros campesinos y del desarrollo de industrias del maíz, con las propiedades que las variedades locales gozan y que ya disfrutamos en la diversidad de alimentos elaborados con ese grano.
El Centro de Geografía Ambiental de la UNAM, el Centro de Producción para el Desarrollo Sostenible, el Instituto de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, el Centro Regional de la Universidad de Chapingo, la Facultad de Biología y el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Michoacana, tienen investigadores, laboratorios e infraestructura, dedicados al estudio agronómico, genético, tecnológico de los maíces michoacanos, es con ellos y con los técnicos de las dependencias gubernamentales con los que se puede y se debe diseñar este programa de conservación y fomento de la agricultura sostenible de maíces criollos de Michoacán, conjuntamente con los campesinos, propietarios de las tierras, semillas locales y sobre todo, del conocimiento tradicional que acompaña a los maíces desde siglos y que también debe ser protegido.
Arturo Chávez Carmona, nuestro analista, es biólogo, asesor en materia de cultura del gobierno del estado. Ha sido profesor de evolución, taxonomía vegetal y biogeografía en la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana.