Las luchas de resistencia son el camino frente a los TLC
El VII Encuentro Hemisférico de Lucha contra los Tratados de Libre Comercio (TLC), que la semana pasada se celebró en Cuba, demostró que la unidad y las luchas de resistencia son los caminos frente a los TLC que Estados Unidos suscribió con los gobiernos de las pequeñas economías centroamericanas y de otros países
Tal como pronosticaron analistas económicos y se evidenció en la cita de La Habana, los TLC han conllevado a un incremento de la emigración en la región en busca de mejores oportunidades ante la pérdida de empleos y el empobrecimiento de varios miles de campesinos y de otros sectores de la sociedad.
Osvaldo Martínez, presidente del Comité Organizador, indicó que el ALCA fue frenada con la más exitosa campaña continental, pero ese proyecto imperialista adoptó un nuevo rostro en los TLC. De ahí que, apuntó, el reto ahora es atacar sus cimientos neoliberales vertebrando las luchas de resistencia a partir de realidades regionales específicas.
Por su parte el costarricense Jorge Coronado, de la Alianza Social Continental, sostuvo que discutir sobre las tendencias del neoliberalismo, de los TLC, del ALCA, ha ayudado en forma monumental a la articulación de los movimientos sociales.
El presidente George W. Bush, quien acusó un notorio fracaso en las aspiraciones imperiales de establecer el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) para mantener a la región bajo su dominio, acudió a esta otra variante económica de corte colonialista.
Analistas se preguntan qué beneficios puede proporcionar un Tratado que desconoce los derechos ambientales y de los trabajadores.
Aparentando olvidar la experiencia de México con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN), que arrastró a la pobreza a miles de campesinos en la nación azteca y a un incremento de la inmigración ilegal en busca de oportunidades, Bush se valió de sus artimañas para convencer a varios gobiernos de que los TLCs ayudarían a frenar el movimiento migratorio, una vez que fueran mayores las oportunidades de empleo para los centroamericanos en sus países de origen. Algunos gobiernos cayeron en la trampa.
Según la organización Catholics for Faithful Citizenship, el acuerdo constituye "una sentencia de muerte" para los enfermos de SIDA, quienes poseen menos oportunidades de acceder a los costosos medicamentos para alargar su vida debido a las restricciones en la producción de fármacos genéricos.
Para las mujeres latinoamericanas, trabajadoras o no, los TLC suscritos por sus gobiernos con Estados Unidos profundizan la discriminación y exclusión, en la medida en que en esas naciones el neoliberalismo se arraiga como política económica.
Varios países tienen TLC con Washington, entre ellos México, Chile, República Dominicana, y cinco centroamericanos.
La Comisión de Vestuario y Textiles de Guatemala reportó en el 2006 el cierre de 40 maquilas (la fuerza laboral está integrada mayormente por mujeres que quedaron desempleadas) por la pérdida de contratos de pedidos frente a las fábricas de otros países, donde los costos de producción son más bajos.
Este es uno de los resultados más evidentes del daño que hace el TLC al sexo femenino.
Un informe de la organización Oxfam, del año pasado, señala que con estos Tratados, tal como se concibieron, las desigualdades de género ya existentes se pueden ver reforzadas si, en aras de la competitividad, se promueve un modelo de desarrollo basado en el trabajo barato y “flexible”, en lugar de invertir en formación y recursos humanos.
Bajo el título Nuestro futuro por la borda, Oxfam demuestra cómo estos acuerdos imponen normas cuyo alcance compromete las políticas que los países en desarrollo requieren para luchar contra la pobreza.
Según la Oxfam, las pequeñas empresas, los sindicatos, las ONGs, los grupos de mujeres y las poblaciones indígenas de los países subdesarrollados disponen de escasos mecanismos de participación, y sus derechos y necesidades son en gran medida ignorados.
Los TLC con los que Estados Unidos pretende consolidar su dominio económico y político en la región defienden a ultranza el crecimiento corporativo, en la medida en que desconoce el impacto de la liberación comercial para los trabajadores.
La privatización de servicios con beneficios sociales como el acceso al agua, la salud y la educación, que convierte derechos universales en meros artículos vendidos en el mercado, igualmente perjudica.
A su vez, los derechos de propiedad intelectual relativos al comercio desconocen el patrimonio colectivo generado mayormente por mujeres indígenas y campesinas durante siglos.
La apropiación privada por parte de las corporaciones de estos conocimientos afecta la producción, la soberanía alimentaria y la calidad de vida de esas personas.
Con el acuerdo, a los productores pobres se les prohíbe intercambiar semillas para mejorar la producción, mientras las grandes empresas agrarias aumentan su poder en el mercado.
Tampoco las empresas de los países en desarrollo tienen acceso a las nuevas tecnologías, mientras al permitirse el ingreso de corporaciones transnacionales a competir con las estatales, estas últimas tienen la amenaza de desaparecer.
De ahí de que el VII Encuentro Hemisférico de Lucha contra los TLC que concluyó la pasada semana tuvo lugar en el Palacio de las Convenciones de La Habana necesariamente convocó a la unidad de los pueblos, en momentos en que hay en Latinoamérica más de 200 millones de pobres, 53 millones de hambrientos y 42 millones de analfabetos.