La política ecológica colombiana
ES SORPRENDENTE la unanimidad que reina respecto al fracaso de la política ecológica del presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez. Hay quienes discrepan y desaprueban casi todo lo que hace Uribe y quienes elogian algunas de sus actuaciones. Pero todos coinciden en el desastre, o más bien, la inexistencia de su política ecológica
Como si faltaran agravios, Washington reserva al cuarto año de Uribe una atrocidad inaceptable: la posible fumigación de parques naturales. Ya no se trata de regar con herbicidas como el glifosato (una sustancia tóxica, que tiene efectos cancerígenos y reproductivos, así como acción mutagénica y contaminación de alimentos) en enclaves naturales como en décadas anteriores, sino de algo peor: la propagación de plagas, desencadenando hongos como el fusarium oxysporum -organismo vivo capaz de trastornar de modo irreversible el medio ambiente- que liquidan cocales, amapolas y otras 200 especies vegetales y amenazan a los seres silvestres, incluido el ser humano. Tal hongo, según se conoce, fue obtenido en laboratorio durante la guerra fría, adquirió la categoría de arma biológica (está catalogado como agente biológico para la guerra en el borrador del Protocolo de la Convención de Armas Biológicas y Tóxicas) y figura en la fórmula de armas químicas de destrucción masiva como las que, según mintieron, almacenaba Sadam Huseín.
El hongo mutante Fusarium Oxysporum, es uno de los más dañinos que existen. Este hongo vive de 20 a 40 años, resistiendo a cualquier sustancia química con la que se lo quiera combatir. Durante el año 2000, el Congreso de Estados Unidos planeó la utilización del hongo Fusarium como un agente de control biológico para destruir cultivos de coca en Colombia, pero esos planes fueron rechazados por el presidente Bill Clinton que estaba preocupado de que el uso unilateral de un agente biológico sería percibido por el resto del mundo como guerra biológica. Ahora el país con más consumidores y demandantes de droga vuelve a la carga con la inicua iniciativa.
Sanho Tree, director del Instituto de Estudios de Política del Proyecto de Política de la Droga comentó sobre el uso de un producto químico que produce un microorganismo prohibido: «Hemos estado utilizando una flota de aviones de fumigación para lanzar cantidades sin precedentes de glifosato sobre cientos de miles de acres en uno de los ecosistemas más delicados y biodiversos del mundo. Este fútil esfuerzo ha hecho poco por reducir la oferta de cocaína en nuestras calles, pero ahora vemos que un posible efecto secundario de esta campaña podría ser el comienzo de una epidemia de Fusarium en la cuenca del Amazonas. La guerra de la droga ha tratado en vano que la cocaína no llegue a las narices de la gente, pero podría, en su lugar, abrasar los pulmones de la tierra». Igualmente el Comité Permanente de los Derechos Humanos de Colombia en carta al Presidente Pastrana, señalaba que «Colombia ha desarrollado una fumigación intensiva mediante aspersión aérea con el herbicida glifosato desde 1992 a 1999 que sobrepasa el equivalente a las 200.000 hectáreas esto es, más de dos y medio millones de litros de glifosato. A la vez, y violando disposiciones sobre seguridad ambiental y normas sobre manejo de herbicidas, el país ha sido laboratorio para experimentar otros químicos como el paraquat , triclopyr y granulados como el tebuthiuron e imazapyr . A pesar de todo ello Colombia es hoy el primer productor mundial de coca». Para el Comité, igualmente «resulta paradójico cuando se sabe que Perú, primer productor mundial de coca en el año 1992, sin arrojar un solo litro de glifosato, redujo sus cultivos de coca de 155.000 hectáreas en ese año a 51.000 en 1998».
Entonces, ¿por qué esta insistencia en experimentar con agentes biológicos? Como siempre, Estados Unidos lo experimenta en los países empobrecidos, como Colombia, convirtiendo a la población en cobaya de sus armas químicas de destrucción masiva. Pese a no saber cuáles van a ser los efectos a largo plazo y las posibles mutaciones y reacciones en el terreno real, el Congreso estadounidense tramita una ley para soltar el monstruo «en una nación que sea gran productora de drogas» y cuyo «flujo de narcóticos ilegales siga siendo un problema para Estados Unidos». Blanca es, Colombia se llama y frita se come. Este agente biológico, el fusarium oxysporum , se pretende aplicar en determinadas zonas con los máximos índices de biodiversidad en el planeta: Alto Putumayo/Napo, Alto Caquetá, Amazonía occidental, Alto Meta, Catatumbo, Laderas Orientales de la Cordillera Oriental, Magdalena Medio, Sierra Nevada de Santa Marta, Chocó, Laderas de Los Andes, entre otros. En estas regiones se concentra la mayor diversidad de especies endémicas del planeta tierra. Toda esta biodiversidad corre grave peligro de extinguirse por la aplicación de hongos patógenos en el ecosistema.
El Gobierno de Uribe Vélez recibió la noticia sin decir palabra. El 17 de julio de este mismo año, el senador Jorge Enrique Robledo denunció el plan y exigió un pronunciamiento oficial al respecto. Nada. Mudez en las oficinas públicas, mudez en la prensa. Preocupante, pues el silencio podría preceder a un nuevo acto de sumisión. El silencio justifica seguir envenenando la selva colombiana. Daniel Samper, reputado periodista de Colombia, que no es precisamente un crítico del régimen uribista, escribe en su columna habitual en el periódico El Tiempo de Colombia , exigiendo a Uribe que «gobierne en esta materia para la próxima generación, no para la próxima encuesta». A pesar de que desde Estados Unidos se advierte que sólo recibirán la ayuda económica del Plan Colombia si aceptan experimentar con este tipo de hongos, no pueden hipotecar el derecho de las futuras generaciones a un ecosistema sostenible, a un medioambiente sano, en pos de una rentabilidad económica o electoral a corto plazo.