La ganancia por encima de todo
La mancha de petróleo en el Golfo de México abarca miles de kilómetros cuadrados sin que nada la pueda frenar y amenaza con infligir un daño irreparable a los preciados manglares de Luisiana, a arrecifes únicos pletóricos de crustáceos y moluscos y bancos de peces que dan trabajo a decenas de miles de personas, así como a otros ecosistemas entre los más ricos e importantes de Estados Unidos
La mancha de petróleo en el Golfo de México abarca miles de kilómetros cuadrados sin que nada la pueda frenar y amenaza con infligir un daño irreparable a los preciados manglares de Luisiana, a arrecifes únicos pletóricos de crustáceos y moluscos y bancos de peces que dan trabajo a decenas de miles de personas, así como a otros ecosistemas entre los más ricos e importantes de Estados Unidos, como el gran banco de coral de la costa sur de Florida. El caso del Exxon Valdez, aunque menos grave, puede dar una idea: de las 30 especies animales más afectadas 20 no se han recuperado dos décadas después. Nadie puede predecir el efecto económico, social y ecológico que ocasionará el derrame pero no hay duda que será catastrófico. Nadie sabe la cantidad de crudo vertido desde que la plataforma Deep Water Horizon fuera pasto de las llamas seguido de una explosión que mató a 11 trabajadores, y menos a cuánto ascenderá la cantidad total cuando se logre controlar el derrame, una operación que puede tomar de dos a tres meses. Si el promedio diario que dicen los expertos es correcto, la cifra acumulada hasta hoy, a 23 días del siniestro, puede oscilar entre 115 mil y 575 mil barriles de petróleo, pero también advierten que la fuga de crudo puede aumentar exponencialmente en caso que se produzca un colapso del pozo.
Según Richard Charter, de la Organización de Defensa de la Vida Silvestre, el tamaño del derrame de petróleo “es tan grande y se expande de forma tan rápida que va más allá de la efectividad de la respuesta humana… somos testigos del envenenamiento que durará… muchas décadas”.
Cuando uno lee la primera comparecencia en el Senado de Estados Unidos de los representantes de las compañías involucradas en el derrame –British Petroleum (BP), Transocean y Halliburton–, de lo que se extraña es de que no hayan ocurrido anteriormente siniestros semejantes. Además de que todos se echaron la culpa unos a otros, ninguno fue capaz de informar cuánto se dedica por sus compañías a investigación y desarrollo para evitar los derrames de petróleo en aguas profundas. Y es que BP tiene un largo historial de accidentes, explosiones y graves irresponsabilidades, por no hablar del expediente delictivo de Halliburton.
Sin embargo, en un artículo publicado en el Huffington Post por Robert Kennedy Jr., titulado Sexo, mentiras y derrames de petróleo, éste subraya cómo incluso BP cumple en otros países con regulaciones legales relativas a seguridad que no observó en este caso, como es el uso del regulador acústico, que al fallar el manual en la plataforma podría haber evitado la fractura en la tubería del pozo. Kennedy explica la perversa obsequiosidad del gobierno de George W. Bush con las grandes firmas petroleras, al extremo de que en la ley de energía aprobada por éste en 2005 se eliminó la obligatoriedad del uso de la válvula acústica. Más indignación causa el costo de este dispositivo, ascendente a 500 mil dólares, comparado con los más de 100 millones diarios en ganancias captados por BP. Kennedy recuerda las reuniones secretas de Richard Cheney con los jefes de las grandes petroleras a principios de 2001, de las que salieron políticas de la administración dirigidas a complacer servilmente todos los deseos de las corporaciones. Añade que en un clima de tolerancia absoluta a la irresponsabilidad de las petroleras no es raro que BP haya pasado por alto el uso de otra válvula de seguridad en lo profundo del pozo, que también pudo haber evitado el accidente, o su costumbre de perforar en Estados Unidos por encima de los 18 mil pies permitidos por la ley, otra posible causa del derrame. Kennedy describe el grado de descomposición moral a que condujo el ex vicepresidente Richard Cheney al Servicio de Administración Mineral (MMS, por sus siglas en inglés), agencia reguladora de petróleo y minas. Sus funcionarios invertían gran parte del tiempo en francachelas con ejecutivos de las petroleras rociadas con abundante alcohol, cocaína y marihuana. Empleadas de la agencia cambiaban favores sexuales con los ejecutivos petroleros por contratos ilegales. Kennedy cita párrafos de varios informes de 2009 del inspector general de Estados Unidos detallando la relación ausente de ética entre los funcionarios del MMS y los jefes de las petroleras.
Pero por más leyes y regulaciones que se dicten, en el capitalismo siempre termina decidiendo el afán de ganancia por sobre el cuidado de la vida y la salud de las personas y el medioambiente.
Ángel Guerra Cabrera
xm.moc.oohay@321_arreuga