Campesinas alzan la voz contra neoliberalismo
Con el ritual dedicado al maíz, símbolo de unidad y de alimento de los pueblos de América Latina y El Caribe, mujeres de 22 naciones de la región enlazaron esta mañana sus manos y su corazón pero, sobre todo, levantaron su voz para exigir un alto a la guerra del neoliberalismo que oprime a los pueblos indígenas, principalmente a las mujeres
Esta guerra “no es nuestra”, anotó la mexicana Zolia José Juan, de la Coordinación Nacional de Oaxaca, quien oró a la Madre Tierra y al Padre Sol para que los trabajos del II Encuentro de Mujeres Rurales de Latinoamérica y el Caribe, que se desarrolla en el centro vacacional La Trinidad, enclavado en el Municipio de Santa Cruz, sea productivo.
“Madre Tierra, te pedimos en estos momentos de todo corazón que nos ayudes. Para ello pondremos todos nuestros esfuerzos, porque no queremos más sufrimientos; para que ablandes el corazón de quienes hicieron que nos encontráramos aquí y para que nos ayudes a seguir adelante en esta lucha que sabemos no iniciamos”.
Al levantar el copal y el incienso, la oaxaqueña bendijo los cuatro puntos cardinales y expresó sus deseos de que aquéllas que se quedaron en sus hogares, que emigraron por falta de apoyo de sus gobiernos hacia otras naciones, encuentren la paz y sean “bendecidas hasta donde se estén”.
Tocó el turno a la tlaxcalteca Margarita Cisneros, de la Unión Democrática Campesina, quien destacó que este segundo encuentro se realiza después de nueve años y que, aun en medio de la diversidad, “venimos hablar con el corazón y a sembrar esperanza”.
Ella también saludó al Sol, Inti Sol, Tata Sol, Tata Inti o Tata Jiadi y, con el eco del caracol de fondo, pidió a las cerca de 200 participantes saludar a los cuatro puntos cardinales con las palmas de las manos hacia arriba para pedirle su energía, y dirigirse al Oeste para sentir la energía que habrán de transmitir a sus respectivas naciones, “donde nace nuestro padre Sol Tonatiuh, el que ilumina la vida”.
Después, al Norte donde están los restos de nuestros abuelos y hermanos muertos, donde está Ixtlán; hacia el Oeste, donde está Tláloc, quien cuida de mares y ríos; y, finalmente, al Sur, donde está Huitzilopochtli, el dios de la guerra “el que guía nuestros pasos para luchar, para tener el control de nosotras mismas, el que nos inspira para la superación personal”.
“A las indígenas nos unen no sólo usos y costumbres, sino cada montaña de sus tierras, cada páramo, cada nacimiento de agua, cada árbol. Somos dadoras de vida, cuidadoras de la tierra”, aclaró la representante de Argentina, Eva Vivanco, quien oró por seguir adelante en esta lucha contra la opresión de las mujeres.
“Sirva este encuentro para sembrar una semilla de esperanza en Latinoamérica y el Caribe; para que dé buen fruto, y también para que a nuestro regreso encontremos a nuestras hijas e hijos, y a nuestra familia bien”.
La representante de Brasil, Luzmila Chirisente, con el puño el alto, convocó a las indígenas a resistir; “somos mujeres con coraje, con corazón”; en tanto que la peruana Luzmila Chrisente destacó que en la tierra misma está el coraje que las mujeres han puesto y ponen a todo lo que hacen. Ataviada con un pañuelo rojo en la cabeza y un vehman o vestido, pidió a Dios y a la Madre Tierra, “que nos den energía para continuar construyendo un mundo mejor; para abrir camino a más mujeres”.
El sentimiento general de las asistentes fue que sus territorios son sagrados, por lo que “no permitiremos que nada ni nadie nos los arrebate. Existimos; tenemos un proyecto cultural, social y político, por lo que continuaremos peleando por el respeto a nuestros derechos humanos, como personas, como mujeres, como indígenas”.