Camerún: pigmeos defienden su hogar en el bosque
Pauline Siembe, una pigmea de la comunidad baka del sudoriente de Camerún, sale de su humeante choza chupándose los dedos luego de una comida consistente en puré de boniato y sopa de carne de animales salvajes
Una sonrisa brillante ilumina su rostro, revelando sus dientes puntiagudos, que intencionalmente lo han sido aún más para poder comer esa carne.
"Siempre es bueno comer una comida como ésta", dice, mientras se amarra una canasta al hombro y se dirige al bosque.
Su esposo, Daniel Njanga, se limpia la boca con el dorso de su mano, exhibiendo el mismo júbilo al salir de la vivienda.
"El gobierno nos quiere privar de esto", dice, todavía saboreando la comida.
Adoptando una imagen más seria, Njanga expresa desdén por los métodos gubernamentales de conservación de las vastas reservas forestales del sudoriente de Camerún que abarcan dos de las "divisiones" del país --la de Boumba y la de Ngoko--, así como la de Alto Nyong, que son parte del bosque tropical de la cuenca del río Congo.
"Éste es nuestro hogar y no tiene sentido que nos digan que no deberíamos tener acceso a él", dice a IPS.
"Los bakas somos los mejores conservacionistas. Vivimos aquí desde tiempos inmemoriales, y el bosque no ha desaparecido. Quienes dicen conservar el bosque son los mismos que lo saquean. Todos los días vemos aserraderos talando grandes porciones de nuestro bosque. ¿No es este mismo gobierno el que autoriza la tala?", plantea.
A Njanga le indigna que el bosque haya sido dividido en tres parques nacionales y 23 concesiones de tala, lo que totaliza unas 760.000 hectáreas.
Aunque las concesiones de tala están diseñadas para promover la explotación sostenible de la madera --los operadores deben plantar 10 árboles por cada uno que tiran abajo, aunque esta disposición se viola a menudo--, los parques nacionales crean restricciones aún más estrictas, prohibiendo el acceso.
Pero estas restricciones amenazan a los bakas, que ahora tienen que hacer frente a nuevos desafíos.
Según las leyes forestales de 1994, el acceso público a los parques nacionales puede ser regulado o prohibido.
Los más de 30.000 pigmeos baka que viven en la región ven estas restricciones como una afrenta a su derecho de acceso al bosque que consideran su hogar natural.
"Este bosque define nuestras vidas. Cosechamos frutos, tubérculos silvestres, miel y medicinas a partir del bosque. Y matamos animales para satisfacer nuestras necesidades alimentarias básicas. No destruimos nada. Solamente obtenemos del bosque lo que necesitamos", dijo Siembe a IPS.
Gilbert Ngwampiel, un hombre de la comunidad baka de Ngoyla, cerca del Parque Nacional Nki, manifestó: "Si el gobierno dice que no deberíamos cazar animales, es una manera de exterminar a los bakas. Comer animales salvajes vuelve fértiles a los hombres bakas. No comer carne significa que el hombre baka no podrá fecundar a su esposa, y esto es peligroso".
"Por supuesto que queremos que estos animales continúen viviendo aquí", dijo Ngwampiel cuando se le consultó si las técnicas de caza de los bakas no podrían causar la extinción de algunas especies.
"Nosotros sólo matamos suficientes animales para comer, y no matamos a todos los animales. Cazamos solamente a los machos; las hembras y los cachorros quedan para la posteridad. Quienes matan animales indiscriminadamente son quienes quieren venderlos, y no son bakas, sino bantúes", aseguró a IPS.
Ngwampiel señaló que los bakas tienen sus santuarios y lugares de oración en el bosque, y negar el acceso al bosque es una clara violación de su derecho a la libertad religiosa.
"Nunca podemos dejar de adorar al Jengi (espíritu baka del bosque). El Jengi es el origen de toda la vida. Para que la vida continúe, una vez al año debemos ofrecerle un elefante en sacrificio. Así que no puedo entender cómo el gobierno nos dice que no matemos un elefante. ¿Cómo sobreviviremos entonces?", pregunta.
Lo que los bakas no dicen es que tienen que talar para cosechar la miel, sin importar el valor y la especie del árbol, y que su sacrificio para el Jengi constituye una amenaza a las menguantes cantidades de elefantes de la región.
Además, según Pandong Eithel, delegado de la división de Boumba y Ngoko para la Silvicultura y la Naturaleza, los bantúes suministran a los bakas las armas y municiones para cazar animales a gran escala.
Las preocupaciones hacen que les remuerda la conciencia al gobierno de Camerún y a sus socios para la conservación, entre ellos el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Las dos entidades ya han completado un estudio que recomienda un cambio radical en los paradigmas de conservación.
"La intención es colocar a la gente en el centro de la agenda de conservación, para hallar soluciones que funcionen para la gente", dice Leonard Usongo, ex coordinador del Proyecto Jengi de Conservación de Camerún Sudoriental en WWF, y quien supervisó el estudio.
"Tuvimos que identificar a nuestro proyecto de conservación con la cultura de los bakas. Es por eso que llamamos Proyecto Jengi a la iniciativa de conservación", señala.
Olivier Tegomo, investigador adjunto para WWF que estuvo al frente del informe, dice que trabajó de cerca con los bakas para averiguar qué representaba realmente el bosque para ellos.
"Todo esto tiene que ver con la noción de manejo forestal participativo. Tuvimos que averiguar los tipos de productos que obtienen del bosque, dónde se concentran estos productos y cómo pueden explotarlos sin amenazar el ecosistema forestal. Junto con los bakas, hemos elaborado un mapa participativo que localiza todos sus intereses en el bosque", agrega.
Usongo dice que cualquier paradigma de conservación que no tome en cuenta las necesidades socio-culturales de la población se construye bajo una premisa equivocada.
Según él, WWF no puede impedir que los bakas realicen sacrificios para el Jengi. Sin embargo, "los estamos alentado a usar menos especies amenazadas, en vez de matar un elefante cada año", destaca.
Junto con el gobierno, WWF promueve la creación de granjas comunitarias para los bakas, a fin de evitar que recurran al bosque para satisfacer todas sus necesidades alimentarias, agrega.
"También estamos trabajando para introducirlos a la piscicultura, como manera de enlentecer su continua dependencia de la carne de animales salvajes para obtener proteínas", dice a IPS.
"Esto significa recurrir al Jengi, y equilibrar las necesidades de hoy con las demandas de mañana", concluye Usongo.
Pero el gobierno todavía tendrá que lidiar con quienes no pertenecen a la comunidad baka y que viven en la frontera del bosque camerunés, usando los métodos agrícolas menos ortodoxos y más destructivos. Muchos utilizan la quema de arbustos para despejar el terreno y así poder cultivar.
Las estadísticas muestran que Camerún pierde 220.000 hectáreas de bosque cada año, y que la agricultura constituye la principal causa de deforestación.