A Estados Unidos le cuesta digerir la carne clónica
El rechazo de la Unión Europea al consumo de carne de ganado clonado ha dado pie a las habituales comparaciones entre la melindrosa Vieja Europa y la actitud menos aprensiva de Estados Unidos, cuyas autoridades sanitarias dieron a ese tipo de productos el okey el pasado mes de enero
En realidad, las cosas no son del todo así: del otro lado del charco se mantiene la moratoria a su comercialización, básicamente por temor a una reacción adversa de los consumidores domésticos y extranjeros.
Desde 1999, los ganaderos estadounidenses se han abstenido voluntariamente de lanzar al mercado derivados de animales clónicos. En teoría, ya nada les impide hacerlo después de que la agencia federal de alimentos y medicamentos, la reputada FDA, declarase apta para el consumo humano la carne y la leche de vacunos, bovinos o caprinos clonados. Y decimos en teoría porque en la práctica la moratoria sigue vigente.
Ocurre que, inmediatamente después del dictamen de la FDA, el Departamento de Agricultura del gran país del Norte le pidió a los ganaderos que no moviesen ficha. La administración quiere asegurarse primero de que los clientes internacionales de Estados Unidos también den vía libre a la carne clonada. Evidentemente, pretende evitar que se repita lo sucedido con ciertos cultivos transgénicos aprobados en Estados Unidos y prohibidos en la UE, una discrepancia que ha frenado las exportaciones de maíz y soja transgénica (una decisión prudente, visto el no europeo a esos productos cárnicos).
La prórroga de la moratoria busca asimismo dar tiempo a los consumidores para digerir la novedad. La polémica con los transgénicos ha enseñado a productores y autoridades que no se puede forzar a la gente a tragar un determinado alimento sólo porque a sus productores les convenga. De hecho, la carne de animales clonados no despierta gran entusiasmo entre los consumidores estadounidenses. Las encuestas realizadas por el International Food Information Council entre 1997–2007, arrojan que apenas el 25 por ciento de los entrevistados veía con buenos ojos el uso de animales clonados (aunque esa cifra se doblaba al 46 por ciento en el supuesto de la FDA garantizase su inocuidad). Por las dudas, la mayor compañía cárnica del país, 'Tyson Foods Inc.', ya ha anticipado su rechazo a abastecerse de tales animales.
Las encuestas realizadas arrojan que apenas el 25% de los entrevistados veía con buenos ojos el uso de animales clonados
Por otra parte, aun si la moratoria se levantase en los próximos meses, llevará un buen tiempo antes de que los ganaderos clonen masivamente los terneros, corderos y lechones destinados al consumo (actualmente sólo existen unos 600 animales clonados en el país, criados en programas experimentales). Vamos, que hasta dentro de tres años por lo menos no llegarán los churrascos clónicos a las carnicerías estadounidenses. La industria lo tiene claro: "se trata de una aceptación lenta. No es como apretar el botón de la luz", admite Barbara Glenn, portavoz de la 'Biotechnology Industry Organization'.
La carne clónica ha recibido el apoyo inesperado de una asociación de defensores de los derechos de los animales. 'People for the Ethical Treatment of Animals' (PETA) ofrece un millón de dólares (unos 625.000 euros) al primer científico que cultive en laboratorio carne que sepa y huela igual que la verdadera. "La producción de carne in-vitro se basaría en células madre animales dispuestas en un medio para su crecimiento y reproducción", se estipula en un comunicado de PETA. Por esta vía la entidad espera poner fin al suplicio del ganado en el matadero. En fin, no sólo la política crea extraños compañeros de cama.