Uruguay: De mal en peor
El estudio de impacto ambiental que presentó originalmente la empresa Aritirí (Zamin Ferrous) para su proyecto de explotación de hierro a cielo abierto en Valentines, recibió tantos cuestionamientos que, en lugar de corregirlo decidieron presentar uno nuevo.
El novel documento inclina aún más la balanza hacia la no autorización del proyecto.
En él se reconoce que los impactos ambientales negativos que ocasionará serán mayores de los estimados al principio, más duraderos, peligrosos y extendidos.
Resulta que ahora la empresa informa que el enorme yacimiento, para ser explotado de la manera más conveniente, hace necesario que se alteren los cursos del río Yí y de varios arroyos.
Para tener idea de su grado de influencia social, ambiental y productiva, recordemos que la extracción de hierro del subsuelo prevista, involucra una gran área extendida por cuatro departamentos del territorio nacional.
No solamente se propone generar enormes canteras a cielo abierto sino que ahora se agrega desviar al Yí en un tramo de unos dos kilómetros. No es necesario ser un experto en la materia para comprender el altísimo impacto que una obra de esta naturaleza tendría en el funcionamiento hidrológico de la zona y en la salud de los ecosistemas involucrados y con ello, en la calidad de vida de los vecinos, la perturbación de los sistemas productivos actuales y la degradación de la diversidad biológica involucrada.
Otra inesperada novedad es la propuesta de construir un emisario sub-oceánico en la costa de Rocha, para verter la enorme cantidad de desechos que producirá el transporte del hierro por el mineroducto (212 km) desde Valentines hasta cerca de La Coronilla.
Esta gran obra, sumada a la terminal portuaria que proyecta construir la empresa en esa localización, significaría la pérdida total del enorme valor natural que posee esa porción de la faja costera, al igual que el resto de la costa atlántica uruguaya.
A los daños y perjuicios que sufriremos mientras dure la explotación metalífera (contaminación del agua, suelo y aire; pérdida de diversidad biológica local) hay que sumarle aquellos permanentes que quedarán como testimonio de una mala decisión tomada por las autoridades de turno.
Si prospera la iniciativa, el gobierno estará enviando un mensaje peligroso -especialmente hacia el exterior- de que acepta bajar los estándares ambientales que rigen en el país. Asegurará la supervivencia de un modelo de desarrollo que se hizo fuerte en el siglo pasado, y que en todo momento garantizó privatizar las ganancias (rápidas y a corto plazo) y socializar las pérdidas (permanentes y a largo plazo).
Se sabe que la impostergable transición a un modelo sostenible (no sólo en la retórica sino en los hechos) demanda firmeza y valor en la toma de decisiones, la incorporación de una nueva mentalidad que priorice el bien común a largo plazo, y que respete los derechos de las generaciones futuras a recibir de nosotros un país que siga siendo sano y rico en los recursos naturales esenciales.
Fuente: El País