Un mundo campesino
En estos días de magnas reuniones, con numerosos encuentros de las elites económicas, con ingeniosos planes políticos a su auxilio, ha pasado desapercibido un acontecimiento trascendental. En el extrarradio (pobre, enfermo y violento, pero siempre vitalista) de Maputo, Mozambique, el pasado 25 de octubre se cerró un acuerdo entre 600 mujeres y hombres campesinos que implican a centenares de millones de personas del planeta.
Ellas y ellos, como representantes de las organizaciones del pequeño campesinado, de trabajadores rurales, de movimientos sin tierra, de agricultores y ganaderos expulsados del modelo agroindustrial, de pescadores artesanales, pastores y comunidades indígenas han decidido unánimemente, con arrojo y emoción, plantar cara a una violencia única e identificable que oprime sus vidas. La violencia capitalista y patriarcal. Y una vez identificada esa realidad en el centro de la diana, las fuerzas de estos movimientos, generadas desde la racionalidad de sus corazones, se sienten descomunales e invencibles.
En los pabellones de la Escuela Industrial donde se reunieron los y las representantes de la Vía Campesina, se sentía la opresión a la que son sometidas las gentes del campo, como campesinos y (doblemente) como mujeres campesinas. Sus relatos, sus historias te hablan de opresión, de desalojos forzosos, de la pérdida de sus semillas (y por tanto de su cultura) originarias, de violencia física contra las mujeres, de violencia jurídica contra las mujeres, de criminalización de sus sindicatos, de sida y malaria devastando familias, de racismo económico, de indefensión frente a las multinacionales, de mano de obra esclavizada... en realidad, de las verdaderas causas de la pobreza. (Nada se escucha sobre malas cosechas, sequías o inundaciones, más libre comercio, mala tecnología, nada de eso se escucha).
Y esta alianza de mujeres y hombres del campo, para una lucha única compartida, se ha sellado en el continente de los campesinos, en el África donde el 80% de la población vive y trabaja en el campo. En el África del tesón y generosidad de Mandela. En una tierra caliente donde se siente la serenidad del avance en la construcción de una nueva sociedad. Lejos de la intoxicación consumidora que la 'modernidad' y el 'progreso' nos ha inoculado en Europa, para rescatarnos con otra forma de entender la vida, la forma de alimentarnos y nuestra relación con la Madre Tierra.
En Maputo se contraponen dos modelos, dos mundos, el modelo neoliberal frente a una Tierra campesina. Frente a políticas capaces de promocionar el cultivo de cereales para fabricar combustible, mientras ponen todas las trabas posibles a los agricultores ecológicos; frente a políticas orientadas a apoyar la agroexportación y las transnacionales, frente a políticas que permiten la especulación financiera con los alimentos, aquí ha arrancado un compromiso para resistir y recuperar un mundo colmado de campesinas y campesinos produciendo la riqueza de la vida, para que la vida sobreviva.
Gustavo Duch
Veterinarios Sin Fronteras