Tres días de inmersión en el corazón del negacionismo climático
Las Vegas es la ciudad más artificial del mundo con las avenidas saturadas de pantallas publicitarias, sus limosinas 4×4, sus casinos, su locura y su vulgaridad.Y fue justo aquí, comenzando julio, que el Instituto Heartland organizó su novena conferencia anual sobre cambios climáticos (ICCC9). ¿Dónde más podría realizarse una conferencia semejante?
Y es que no hay que fiarse de su título, la ICCC9 en verdad es el reino del negacionismo climático, donde los militantes ecológicos son tratados de “sandías” y los científicos del GIEC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima) reciben a su vez el apelativo de “mafiosos”. En suma, fueron tres días de una extraña violencia intelectual asentada sobre una decoración diabólica.
Provenientes de Australia, Gran Bretaña, India o los Estados Unidos, cerca de 300 asistentes se reunieron para disertar acerca del “fanatismo climático”. Este pequeño mundo incluía científicos, algunos de verdad como Willie Soon, astrofísico del Centro Harvard-Smithsonian por la Astrofísica; ciertos políticos como Jim Inhofe, el senador climático-escéptico, autor de un libro que califica al calentamiento global como un gran engaño, la mayor farsa de la historia humana. Había además agitadores como Lord Monckton, con la capacidad de hacer estallar carcajadas entre su concurrencia burlándose de la ciencia climática, de Al Gore (bestia negra para el clan), o de los medios de comunicación alarmistas bautizados “sandías”, esto es, en apariencia verdes por fuera pero rojos por dentro.
¿El calentamiento es una farsa?
Empecemos con una pequeña introducción al vocabulario. Según los asistentes, ninguno de ellos se considera “escéptico”, mucho menos “negacionista”. Son “climato-lúcidos” opuestos a los “alarmistas”, agrupados al seno del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima. La ciencia climática se califica acá de “fanática”, “corrompida”, “deshonesta”. El CO2 es para ellos la base de toda la vida. “¿Cómo quieren deshacerse del CO2?” ironiza Anthony Watts, autor del Blog Wathsupthisthat adorado aquí. “¿Acaso el carbono destruye la vida? ¿Es contaminante? ¿Cómo hemos llegado hasta esto? ¿Debemos pagar impuestos entonces por nuestra respiración?” pregunta Ken Haapala, vicepresidente del proyecto por una política científica y ambiental.
Resumiendo: el calentamiento global no es nada cierto, pero en caso de existir, ciertamente no es de origen humano. Para estos observadores -que saben de ciencia tanto como un pescadero de zapatería- actualmente se constata una desaceleración del calentamiento, fenómeno conocido como el hiato climático, probando que la actividad humana para nada interfiere en la máquina climática terrestre. De tal modo todas las medidas preconizadas por la ONU, por el poder central o local de sus países, resultarían desadaptadas, costosas pero principalmente inútiles.
¿Quién tiene niños pequeños? ¿Quién quiere arruinarlos?
“¿Quién de la sala tiene niños pequeños?” La concurrencia completa alza la mano. De media las edades llegan a los 70 años. “¿Quién no quisiera asegurar el porvenir de sus pequeños?, si lo permitimos, su futuro será arruinado” puesto que la puesta en marcha de impuestos sobre las emisiones de carbono son “una aberración que amputaría 1000 dólares anuales a los hogares norteamericanos” según Marlo Lewis del Competitive Enterprise Institute. “Aquello frenaría la economía. Por ejemplo una tasa de 20 dólares por tonelada de carbono emitida costaría a los Estados Unidos más de 220 mil millones de dólares en los próximos diez años”.
¿Y qué con las energías renovables?: “son un desastre que no pueden reemplazar las energías fósiles: más del 93% de lo consumido en el mundo proviene del petróleo, el gas o el carbón”, explica Patrick Moore, de las adquisiciones más espectaculares dentro de la esfera negacionista pues fue fundador de Greenpeace. “Las marionetas de la ecología profunda no quieren ver esto. Quieren defender las eólicas, los páneles solares, ¡pero ni un pozo de petróleo, ni una central nuclear, es criminal!” puntualiza.
¡Defender nuestras libertades!
“Las cuestiones climáticas son un golpe más a la defensa de nuestras libertades” asegura Marlo Lewis. Su think thank libertario recibe un presupuesto de 5 millones de dólares anuales, en parte financiado por los magnates del petróleo, al igual que el Heartland Institute que organiza la conferencia, aunque esto no parece ser un problema.
El verdadero nudo del problema es el siguiente: la ideología proclamada es 100% libertaria. Estos anarco-capitalistas alimentan su aversión a cualquier intervencionismo estatal a propósito de las nuevas políticas climáticas. Impuestos al carbono, subsidios a las renovables, reglamentaciones térmicas, cambios al comportamiento individual… todo les horroriza. Sobre todo blanden la amenaza “colectivista” escondida entre los ropajes verdes del ambientalismo. Peor incluso: los ecologistas serían unos criminales. En este sentido, Paul Driessen, consultor especialista en tales cuestiones, estima que “el imperialismo verde” es el culpable de millones de muertes en África. “Los ecologistas quieren privar a los países africanos del DDT cuando ésta es la única arma eficaz contra la malaria. Quieren impedir a estos países acceder a energías como el gas, el carbón o el petróleo, siendo la única fuente de cualquier desarrollo. ¿Sabía usted que la electricidad no está al alcance para mil millones de personas? ¿Cómo imaginar desarrollo sin energía? Páneles solares serían completamente insuficientes”.
Esta diminuta velada no sería sino algo anecdótico si las personas acá reunidas no tuvieran una muy real influencia sobre la política norteamericana, y sobre los líderes de medio mundo. Dicen en voz alta aquello que quiere la mayoría: no cambiemos nada. Adicionalmente, andan bien adentro del poder y se aseguran que el gobierno norteamericano no tome decisión alguna de cara a la próxima conferencia de la ONU sobre el clima, que se llevará a cabo el 2015 en París. “Obama irá a hacer anuncios, como lo ha hecho en Copenhague, pero no podrá actuar. Ni el Senado, ni el Congreso, validarán sus propuestas” se dice con regocijo Marc Morano, uno de los blogueros más influyentes dentro de la esfera escéptica. Dándole la razón, esto último no es del todo falso.
Fuente: Six pieds sur terre