TLC y ALCA amenazan agricultura y biodiversidad

Idioma Español
País América

El Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLC), que ahora pretenden extender a toda América Latina mediante el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), ha resultado ser una tragedia para los campesinos y pequeños agricultores de México, y una amenaza potencial a la biodiversidad agrícola de la cual depende la alimentación de la humanidad. Los críticos del neoliberalismo temen que lo ocurrido con el campesinado y la biodiversidad de México se repita por todo el hemisferio con el ALCA.

2-1-03

 

La contrarreforma agraria

 

El TLC, que entró en efecto en enero de 1994, obligó a México a enmendar su Constitución para legalizar la compra y venta de las tierras de los ejidos. Los ejidos, legado de la reforma agraria del gobierno populista de Lázaro Cárdenas, son tierras que pertenecen colectivamente a comunidades campesinas.

 

Los 28 mil ejidos y las tierras comunales que preceden la Revolución mexicana, juntos ocupan 95 millones de hectáreas, que es casi la mitad del territorio nacional. Pero en la mayoría de los casos no se trata de la mejor mitad; de hecho 20% de esas tierras no son cultivables y sólo 16% son irrigadas.

 

Los ejidos eran patrimonio constitucional e inalienable de quienes vivían en ellos, hasta que llegó el TLC. Con la llegada de las “libertades” del “libre mercado” y el “derecho” a comprar y vender las tierras ejidales, las claques y caciques aliados al Partido Revolucionario Institucional y a las narcomafias procedieron a botar a los ejidatarios de sus tierras- mediante ofertas o amenazas- para explotarlas como ranchos ganaderos, plantaciones forestales y monocultivos de agroexportación (que incluyen marihuana y opio). Los ejidatarios acaban desposeídos e indigentes, apiñados en arrabales en Ciudad México, o emigran a Estados Unidos o se convierten en mano de obra barata y dócil para las maquiladoras.

 

Llega el maíz yanqui

 

Como si esto no fuera lo suficientemente malo, el TLC también obligó a México a eliminar las barreras tarifarias que protegían su agricultura. Tras la aprobación del Tratado las exportaciones de maíz estadounidense a México se multiplicaron por 18.

 

La llegada repentina de millones de toneladas de maíz extranjero bajaron el precio del grano a tal punto que ahora en México el cultivo de maíz ya no es económicamente viable. Los maíces locales simplemente no pueden competir con el maíz yanqui, cuya producción la subsidia el gobierno de Estados Unidos (subsidios que en su mayor parte no acaban en manos del pequeño agricultor sino de comerciantes de grano monopolistas como Cargill y Archer Daniels Midland).

 

El daño a la cultura y la biodiversidad es incalculable. Hasta 1994 México era autosuficiente en maíz. El maíz, además de ser alimento y fuente de ingreso económico para las comunidades rurales, ocupa un lugar sagrado en la milenaria tradición precolombina y la cultura nacional.

 

México es además el lugar de origen del maíz. Fue en el sur del país donde hace miles de años los indígenas lo descubrieron, apreciaron sus cualidades y lo domesticaron. Desde entonces desarrollaron miles de variedades con un sinnúmero de cualidades.

 

Agrónomos de todas partes del mundo acuden constantemente a México para conseguir especímenes para mejorar sus variedades. Es por eso que México es la sede del Centro Internacional para Investigaciones para el Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), institución administrada por la ONU. Las milpas (huertos) de los pequeños campesinos mexicanos son por lo tanto un irremplazable recurso de biodiversidad agrícola, indispensable para la nutrición humana. Un descalabro social o ecológico en esa zona podría comprometer la viabilidad del maíz como alimento y poner en peligro la alimentación mundial.

 

Descalabro social es precisamente lo que está ocurriendo en el México rural de hoy. Los ejidos y sus milpas desaparecen ante el embate arrollador de la privatización de tierras, y las pocas milpas que quedan son abandonadas debido al maremoto de maíz importado barato. Sin el cuidado y atención de los campesinos, incontables cepas y variedades de maíz se encaminan a la extinción.

 

El CIMMYT, con todos sus laboratorios y depósitos de semillas, no puede reemplazar la densa y compleja madeja rural de relaciones sociales y ecológicas entre las cuales surgen y se sostienen incontables variedades de maíz.

 

Llega el maíz transgénico

 

Pero lo peor todavía estaba por venir. Porque al descalabro social le parece seguir el ecológico. El año pasado los investigadores Ignacio Chapela y David Quist, ambos de la Universidad de California, encontraron que las cepas tradicionales y criollas de maíz en Oaxaca están contaminadas con maíz genéticamente alterado, o transgénico.

 

Por su descubrimiento, que publicaron en la revista Nature, Chapela y Quist fueron objeto de una campaña de descrédito que pareció más una vendetta personal que un debate científico racional. Pero a fin de cuentas sus hallazgos fueron vindicados una y otra vez, inclusive por el propio gobierno mexicano.

 

“Se trata de contaminación en el centro mismo de origen de un cultivo de importancia mayúscula en la alimentación mundial, lo cual implica impactos mayores que en otras zonas, ya que la contaminación se puede extender no sólo a los maíces nativos y criollos, sino también a sus parientes silvestres”, señala Silvia Ribeiro, del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC).

 

Este flujo genético “es contaminante y degrada uno de los mayores tesoros de México. Que a diferencia de la dispersión y flujo genético entre maíces criollos y variedades híbridas convencionales, no transfiere genes de maíz solamente, sino además fragmentos de genes de bacterias y virus, que nada tienen que ver con el maíz, cuyos efectos ambientales y en la salud no han sido seriamente evaluados.”

 

¿Cómo llegó ese maíz a México? Hasta ahora la explicación más factible es el TLC. En 1996 comenzó el cultivo de maíz transgénico en Estados Unidos a nivel comercial. Este maíz lo mezclan con las variedades convencionales, de modo que está presente en prácticamente todos los productos de maíz que se venden en Estados Unidos.

 

Desde 1996 comenzaron a entrar a México de Estados Unidos millones de toneladas de maíz transgénico-mezclado con el convencional- por obra y gracia del TLC. Inevitablemente, algunos campesinos lo usaron como semilla y así comenzó a proliferarse.

 

¿Qué consecuencias puede tener la presencia de maíz transgénico en el sur de México? Los científicos que apoyan la biotecnología insisten acaloradamente en que no es nada, que no hay riesgo alguno a la salud humana o al ambiente. Hasta hay ecólogos posmodernos que nos aseguran que el maíz transgénico es una aportación positiva a la biodiversidad agrícola.

 

Pero no existen estudios sobre los efectos a largo plazo de estos cultivos. Por más de una década numerosos científicos habían advertido que la llegada de plantas transgénicas a los centros mundiales de biodiversidad agrícola- como el sur de México- tendría consecuencias inciertas, y que éstas no se deberían dilucidar por accidente u omisión.

 

¿Qué nos traerá el ALCA?

 

¿Qué podemos esperar entonces con el ALCA? ¿Más campesinos desterrados por toda América Latina? ¿La destrucción de comunidades campesinas autosuficientes, enterradas bajo montañas de grano barato de Estados Unidos? ¿O quizás la llegada de la papa transgénica al centro de origen de la papa en el altiplano andino?

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