TLC: Uribe quiere firmar lo mismo que Perú
El gobierno colombiano en una posición indigna y desesperada ha acudido nuevamente a todas las formas de cabildeo, pero por más suplicas y regateos que hagan, la respuesta gringa ha sido y será la misma, e inclusive esto de utilizar los temas políticos para presionar flexibilidades de Estados Unidos se está volviendo contra el propio gobierno, pues cuestionado por sus nexos con los paramilitares se sitúa en una posición débil
Los negociadores colombianos han permanecido casi dos semanas en Washington haciendo los últimos retoques a su aceptación del TLC Perú - EEUU como modelo de acuerdo. Han tocado todas las puertas e insistido en que el tratado está a punto de cerrarse y que hay un buen ambiente para ello en Washington. Hernando José Gómez como siempre señaló “vemos una actitud positiva por parte de los norteamericanos.
Al gobierno, para llegar a este punto, le ha tocado reversar muchas de las afirmaciones realizadas a comienzos de enero cuando varios de sus funcionarios afirmaron que el TLC con Perú no era aceptable para Colombia y, en menos de dos semanas, han pasado a afirmar que el esquema será el mismo y que las diferencias estarán en las notas de pie de página y unas cartas adjuntas. Han realizado pequeñas glosas pero ni ellas son aceptables para Estados Unidos.
El gobierno de Uribe, haciéndole un mandado a Washington, hizo lo posible por amarrar a Ecuador para negociar conjuntamente propiedad intelectual, esfuerzo que mereció incluso una reunión de los dos presidentes y sesiones conjuntas de los equipos de negociación, pero no bien se iniciaron las negociaciones en Washington, Ecuador dijo que no podía aceptar los planteamientos colombianos y postergó este tema.
Durante la semana inicial de la ronda se supo que aunque Perú había cerrado formalmente el TLC, en realidad las negociaciones no habían concluido e incluso aspectos cruciales solo se definieron en la última semana de enero. Una de las revelaciones fue que no solamente Perú no logró nada en materia de levantar las restricciones sanitarias que impone EEUU, sino que incluso había aceptado que las exportaciones norteamericanas de carne se saltaran los controles sanitarios en Perú y que bastaba la certificación expedida por las autoridades norteamericanas. Una exigencia de este tipo hecha a Panamá ocasionó una crisis en la negociación con ese país e incluso la renuncia del ministro de agricultura.
Toda la fraseología de los negociadores colombianos, sobre la necesidad de garantizar acceso real quedó en entredicho y en este capítulo quedó claro que no solo los Estados Unidos mantendrán su discrecionalidad para imponer barreras a las exportaciones colombianas, sino que además exigen la práctica anulación de esos controles a los países andinos. La aspiración colombiana en materia sanitaria se limita en la ronda a, aceptar el texto de Perú, elaborar unas cartas adjuntas y memorandos de entendimiento que establezcan unos planes de trabajo para seguir abordando el problema posteriormente.
A pesar del afán de Uribe de firmar lo que sea, las distancias entre las ofertas colombianas en agricultura y las exigencias norteamericanas siguen siendo muy grandes y no es fácil y de pronto ni siquiera presentable, en un ambiente preelectoral, saltar de mil toneladas a doce mil en importaciones de cuartos traseros de pollo o de 15 mil toneladas de arroz a 103 mil anuales como pide Estados Unidos. Aunque el gobierno al iniciar la ronda dijo que la posición de la SAC era más aclimatada y esto facilitaría el acuerdo, diversos afiliados a esta entidad gremial han expresado reiteradamente que el gobierno no debe seguir flexibilizando las posiciones, que el modelo no puede ser lo acordado por Perú y que el tratado puede traer más perdedores que ganadores. Procaña y Fedepanela, anunciaron su oposición activa por no poder competir con el azúcar subsidiada de EEUU. Por su parte la posición del gobierno de ofrecer compensaciones presupuestales a los damnificados con el TLC no ha tenido ni la más mínima credibilidad por parte de los sectores afectados y ha sido calificada en el caso del arroz como un mecanismo para “ayudarles a un buen desaparecer”.
La tónica general del equipo norteamericano sigue siendo la misma intransigencia de siempre. El director Ejecutivo de la Cámara Colombo Americana en un seminario realizado en Miami la resumió claramente al afirmar que “difícilmente en los temas pendientes los colombianos pueden esperar que se les hagan más concesiones” y que la”pauta dada por el TLC suscrito por Perú, refleja claramente la posición de los intereses de empresarios, Gobierno y congresistas de los EEUU” y que este país se mantendrá en su interés de obtener cupos crecientes para sus exportaciones agrícolas.
Ya sobre el terreno los estadounidenses han aprovechado para hacer nuevos desplantes, como no recibir a los negociadores agrícolas en las citas acordadas conjuntamente y a, supuestamente dos días de culminar la última ronda, no dar respuestas a las propuestas colombianas, al verle la gana al gobierno colombiano, su conducta es nuevamente no ceder nada y hacer nuevas exigencias.
El ambiente en Estados Unidos, contrario a lo que afirma el gobierno colombiano, no es favorable. Muchos congresistas opinan que este TLC ya se fue para el año entrante y que los tiempos no permiten el trámite. En la actual crisis de credibilidad de la administración Bush y con casos como el de la Ford que anunció el cierre de 120 mil empleos, no hay condiciones para que los apologistas de los tratados corran con el costo político de hacer aprobar un tratado, que según muchos, traslada puestos de trabajo de calidad en el norte, a países que ni siquiera dan las suficientes garantías a sus trabajadores.
Ahora el gobierno está considerando que aunque no se pueda tramitar este año, de todas maneras hay que cerrarlo pues ello facilitaría la renovación de las preferencias del ATPDEA a finales de 2006.
No es cómodo para Washington forzar la aprobación en su Congreso del TLC cuando en Perú el candidato ampliamente favorito es un opositor del mismo y Toledo su principal defensor tiene el 7 por ciento de popularidad. En Ecuador el gobierno hace toda clase de malabarismos para firmarlo pero el movimiento popular ha amenazado con derrocarlo si lo firma.
En Colombia EEUU ve con preocupación la ingerencia paramilitar en las elecciones y no sorprende que muchos opinen que están amamantando a un nuevo Fujimori.
El gobierno colombiano en una posición indigna y desesperada ha acudido nuevamente a todas las formas de cabildeo, pero por más suplicas y regateos que hagan, la respuesta gringa ha sido y será la misma, e inclusive esto de utilizar los temas políticos para presionar flexibilidades de Estados Unidos se está volviendo contra el propio gobierno, pues cuestionado por sus nexos con los paramilitares se sitúa en una posición débil.
Dado el fallo del Tribunal Andino de Justicia contra las definiciones en materia de propiedad intelectual en los tratados, Uribe y Toledo están tratando de torcerle el cuello a la legislación andina para hacerla compatible con el TLC.
Están argumentando que será la última nación que firmará un TLC con Estados Unidos y en lugar de preguntarse porque los tratados de libre comercio tienden a desaparecer de la agenda de esa potencia, quieren exhibir como un trofeo estar de acuerdo con los fundamentalistas del libre comercio cuyo cuarto de hora a nivel mundial está comenzando a pasar.
La opinión pública ya ha variado su percepción del TLC y una mayoría lo ve con desconfianza o rechazo. Si se llega a cerrar la negociación pesará sobre el esfuerzo reeleccionista de Uribe esta entrega y en el debate electoral este tema deberá jugar un papel central en el cual los colombianos debemos exigir a los candidatos una posición clara de rechazo al mismo.
Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el Alca, Recalca
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Bogotá, 2 de febrero de 2006