Suplemento Ojarasca N° 170
El racismo a nivel continental (además de esa larga cadena suya de desprecios que determinó la sumisión social y política de los pueblos indios americanos durante cinco siglos) está afectado por un desdén, que llega a la negación total, del pensamiento indio a nivel filosófico, legal, analítico, teológico, metafísico si se quiere. Pero como bien sabemos, una cosa es negar a los indígenas y su matriz civilizatoria, y otra que no existan.
Sin atenerse a los parámetros del monopólico pensamiento occidental, que se las da de racional, los pueblos originarios de las Américas han tenido y tienen una concepción original del mundo y sus avatares. Y no se reduce a folclor, mitología, animismo o creencias en dialecto como quisieran las ideologías dominantes. Las comunidades de la América profunda poseen una estructura interna propia, hondamente vinculada a sus lenguas, a los espacios geográficos y biológicos que habitan y cuidan desde hace siglos, al los que un día sí y otro también defienden denodadamente, contra tantos obstáculos que hasta duele.
La sabiduría de estos pueblos, ancestral y moderna, ofrece en nuestro hemisferio respuestas plausibles e inteligentes para las desesperadas interrogantes del globo capitalista que se derrumba con todo y mundo.