Suplemento Ojarasca N° 161
En México se lastima a nuestros países hermanos: México ha sido casa de todos los perseguidos del ámbito continental. Uno de nuestros orgullos históricos. Hoy, con un Estado retrógrado, rabioso en proporción directa a su ilegitimidad, y ante la expansión astronómica del llamado crimen organizado, el mercado libre ha encontrado nueva mercancía y nueva sangre que derramar.
No obstante el terror desatado por los poderes institucionales y fácticos, los mexicanos de a pie, los de abajo y hasta los de en medio, todos los mero lec, seguimos sabiéndonos hermanos de nuestros hermanos, en ese horizonte que describía Noam Chomsky en un mensaje al Segundo Congreso de Educación Indígena y Cultural en Oaxaca, en octubre de 2007 (ver también la página 5 en esta edición), de una alentadora actualidad:
“Después de medio milenio, los países de América Latina comienzan a moverse a un nivel significativo de integración en vez de permanecer separados y dominados por poderes imperiales. Integración que es un prerrequisito para la independencia y la autodeterminación. Además, se mueve hacia la superación de la que parecía la maldición latinoamericana, aparte del dominio exterior: la inmensa brecha, sin precedente en el mundo, entre una élite ínfima con enormes fortunas, y una inmensa masa de pueblos empobrecidos. Brecha que también posee un componente racista, como ustedes bien saben. Y hay pasos a seguir contra esa maldición.