Suplemento Ojarasca N° 160
Con tantos fantasmas de mala fama que recorren hoy México y América Latina, pasa desaperecibido un fantasma distinto que también recorre nuestras tierras: el de las victorias de los pueblos. Porque demasiado acostumbrados a las penurias y las denuncias –discursos de “combate a la pobreza extrema”, desastres sanitarios, mala educación-, se nos escapan las buenas noticias. Los pueblos, sus luchas de resistencia, sus autonomías, también la hacen.
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Por primera vez en 500 años, los pueblos de América vencen en continuas de importantes batallas. En esta hora de naufragio del Gran Capitalismo y la amenaza de algo peor, podemos decir que quién sabe quién va ganando, pero los movimientos indígenas no son los que van perdiendo.
En el hemisferio americano, la guerra y la persecución contra los pueblos indígenas se repite de norte a sur bajo disfraces distintos pero con las mismas intenciones; despojarlos, diezmarlos, integrarlos, exportarlos.
De la Tarahumara a las montañas de Chiapas, por toda Guatemala, Belice, Honduras; en Colombia, Perú, Chile, las Amazonías. Los poderes del poder van por todo. El lector de Ojarasca estará acostumbrado a estas informaciones.
En el corto y el mediano plazo sin embargo, los triunfos, logros, avances de los pueblos, están a la vista. La autonomía rebelde en Chiapas. La extraordinaria efervescencia de los pueblos indígenas en Ecuador y Bolivia, donde nadie puede gobernar sin ellos. La valentía constante de los mapuche en el extremo sur. La claridad política y la dimensión universal alcanzada por los pueblos andinos contemporáneos.