Sudáfrica: transgénicos al descubierto
La organización ambientalista Biowatch logró en Sudáfrica una victoria judicial que asegura la gratuidad del acceso a información sobre cultivos transgénicos, aun contra la opinión de los organismos públicos y grandes corporaciones.
Luego de siete años de batalla en los tribunales, Biowatch, una pequeña institución no gubernamental, prevaleció el Estado sudafricano y sobre Monsanto, la multinacional agroquímica especializada en productos genéticamente modificados.
El fallo de la Corte Constitucional –máximo tribunal de este país– redactado por el juez Albie Sachs revoca una sentencia anterior de la Alta Corte, según el cual Biowatch estaba obligado a pagar el costo que le supuso a Monsanto y al gubernamental Departamento de Agricultura un reclamo judicial de información de esa organización.
La primera demanda se remonta a 2002, cuando Biowatch –que promueve prácticas agrícolas sustentables– reclamó ante la Alta Corte acceso a información sobre cultivos genéticamente modificados con semillas de Monsanto.
“Ganamos el caso, pero se nos ordenó que pagáramos todos los costos” del trámite, “tanto los del Departamento de Agricultura como los de Monsanto. Si hubiéramos tenido que pagarlos, nos habría destruido”, dijo a IPS la directora de Biowatch, Rose Williams.
El fallo de la Corte Constitucional indica que los juicios por demandas de interés público “podrían quedar en peligro por el severo castigo financiero que los costos impondrán a las organizaciones que presenten las demandas”.
“La protección de los derechos ambientales no sólo depende de la diligencia de los funcionarios públicos, sino de la existencia de una sociedad civil vital que esté dispuesta a litigar por el interés público”, sostiene.
Este caso es “de gran interés para la profesión legal, el público en general y las organizaciones involucradas en litigios de interés público”, agregó.
Según Williams, el fallo demuestra “que la Corte Constitucional está protegiendo los derechos de los sudafricanos”.
“Creemos que hay varios riesgos sanitarios y ambientales a causa de la tecnología transgénica. La información sobre estos riesgos debe hacerse pública”, sostuvo.
Monsanto aseguró que “naturalmente acatará la decisión judicial”.
A Mariam Mayet, directora del no gubernamental Centro Africano para la Bioseguridad, el veredicto le resulta inspirador porque “demuestra que el estado de derecho todavía se aplica”.
“La seguridad de los organismos genéticamente modificados está en disputa. No hay consenso en cuanto a que sean seguros”, dijo a IPS Mayet, cuya organización está dedicada a realizar estudios y análisis sobre bioseguridad, biopiratería e ingeniería genética en toda África.
“Hay enormes preocupaciones de que los cultivos transgénicos puedan contaminar la biodiversidad agrícola, llevar a alteraciones en la estructura genética de los productos agrícolas y terminar reemplazándolos”, continuó.
“Monsanto tiene un monopolio. Controla mundialmente la producción y la distribución de semillas genéticamente modificadas. Y si usted usa semillas de Monsanto, también tiene que comprar sus otros productos, como herbicidas y pesticidas. La organización es extremadamente agresiva en su presión a los gobiernos provinciales. Es una corporación poderosa con mucha influencia política”, agregó.
“En Sudáfrica, el Departamento de Ciencia y Tecnología está a favor de la modificación genética porque recibe enormes sumas de dinero de fuentes extranjeras, que son vertidas a la investigación sobre transgénicos”, dijo Mayet.
“Los agricultores se guían por el lucro y abrazan la tecnología porque hay ganancias de corto plazo, como mayores rendimientos de los cultivos, lo que les hace ahorrar costos de mano de obra. Pero ignoran los impactos a largo plazo sobre la salud y el ambiente”, opinó.
Sesenta por ciento del maíz que se cultiva en Sudáfrica es transgénico. A comienzos de este año, tres variedades de maíz híbrido blanco fracasaron en el país, afectando a unas 82.000 hectáreas en tres provincias.
Unos 280 de los 1.000 agricultores que plantaron esas semillas fracasaron en sus cosechas.
En un comunicado, Monsanto atribuyó el problema a la subfertilización en el laboratorio, inadecuadas condiciones climáticas e incorrectas prácticas agrícolas. Pero los cultivadores que sufrieron pérdidas fueron compensados por Monsanto.
El debate mundial sobre transgénicos continúa con vigor. Varios países europeos se resisten a ellos. En 2007, el presidente francés Nicolas Sarkozy prohibió el cultivo de estos productos y, el mismo año, un tribunal francés impuso a Monsanto una multa de 15.000 euros por engañar al público sobre el impacto ambiental de su herbicida Roundup.
La Autoridad de Estándares de Publicidad de Sudáfrica obligó a Monsanto a cambiar el texto de un aviso que declaraba que los productos transgénicos nunca habían causado daño.
Varios investigadores del país argumentan que los transgénicos pueden tener beneficios, pero advierten que es preciso realizar más investigaciones.
En su libro “Invaded: The Biological Invasion of South Africa” (”Invadidos: La invasión biológica de Sudáfrica”, publicado por Wits University Press), la escritora científica sudafricana Leonie Joubert escribe que controlar las hierbas invasoras es un arma de doble filo.
El uso frecuente de granos genéticamente modificados alimenta la propagación de cepas de cultivos resistentes a los herbicidas, lo que vuelve aún más problemático el control de infestación.
“Desafortunadamente, los transgénicos se han vuelto un tema tan polarizante como la energía nuclear, lo que es contraproducente. Los transgénicos tienen un enorme potencial para ayudarnos a alimentar a los hambrientos del mundo y a adaptarnos al cambio climático”, declaró Joubert a IPS.
“Mi problema es que no están suficientemente bien regulados, y su desarrollo se guía, mayoritariamente, por intereses comerciales. Así que uno tiene muchos transgénicos saliendo hacia el mundo agrícola y potencialmente al ambiente, cuando pueden no haber sido suficientemente analizados para (determinar su) seguridad. Por ejemplo, (para establecer) que los cultivos genéticamente modificados no se mezclen con variedades autóctonas, que no se llenen de hierbas o se vuelvan invasores ellos mismos”, agregó.
“Los transgénicos tienen que ser tratados caso por caso, no hay que descartarlos indiscriminadamente o aceptarlos indiscriminadamente”, concluyó Joubert.
Melodie McGeoch, del Centro para la Biología Invasora, afiliado a la sudafricana Universidad de Stellenbosch, señaló: “Es importante que elevemos el perfil de los potenciales riesgos ambientales y ecológicos de la biotecnología. Ésta puede ser segura, pero tenemos que asegurarnos de que sea suficientemente analizada e investigada.”
“Hay que tomar medidas para evitar potenciales riesgos, pero todavía no estamos allí. Muchos organismos genéticamente modificados son liberados antes de que se implementen suficientes sistemas para evaluar su seguridad”, sostuvo.
Según Williams, de Biowatch, los genes de herbicidas y pesticidas usados en cultivos transgénicos también pueden tener efectos perjudiciales sobre seres humanos y animales. Su organización señala que Sudáfrica tiene la dudosa reputación de ser el primer país en haber cultivado comercialmente un transgénico, el maíz blanco.
Los consumidores quieren saber por qué se aprobó esto, cómo afecta su salud la ingesta de estos alimentos y por qué no pueden ejercer su derecho a elegir productos no transgénicos a través del etiquetado. Para Williams, no se difunde suficiente información.
Fuente: Costa Rica Hoy