Sigue el debate: los transgénicos, la agricultura, y la extensión de la moratoria
El próximo viernes 16 se debatirá en el Congreso de la República la Ley de Moratoria al ingreso y producción de transgénicos. Es importante que tanto la clase política como la ciudadanía estén informados del tema.
El empleo o no de transgénicos (Organismos Vivos Modificados, OVM) en la agricultura es un tema polémico que enfrenta dos posiciones casi irreductibles: los que están a favor no se detienen a pensar en los efectos nocivos que podrían tener para la salud y el ambiente; los que están en contra descreen de la capacidad del Estado para regular su uso. Una de las metas de la Moratoria del 2011 fue “generar información relevante para evaluar los impactos de los OVM en el país” y este es quizá el punto más flojo del avance.
Entonces, ¿por qué es importante aprobar una moratoria por 15 años más? Porque aún no se han terminado de estudiar las consecuencias que puede tener el uso de OVM para los consumidores y el ambiente, porque no se ha ordenado la legislación vigente, porque no hay protocolos completos de bioseguridad, porque hay demasiados vacíos por identificar o llenar para construir un marco regulatorio acorde a la realidad de nuestro país. La biotecnología es una ciencia relativamente reciente en la creación de organismos vivos con nuevas características y la ciencia aún no ofrece certezas absolutas sobre su inocuidad.
¿Cuánto se ha avanzado en estos 10 años de moratoria cuyo plazo vencerá en diciembre de 2021? Bastante para unos y poco para otros. El Estado es un elefante pesado cuya burocracia y marasmo de leyes y reglamentos complica el avance; además, en un país megadiverso como el nuestro (y con deficiente infraestructura) se encontraron en el proceso nuevas especies (entre autóctonas y naturalizadas) cuyas semillas deben ser estudiadas. Somos país megadiverso, pero nuestra biodiversidad se vería afectada por la deforestación y el monocultivo del modelo transgénico. El Estado invierte mucho dinero en la gran agricultura de exportación, pero poco o nada en la pequeña, pese a que el 60% de la alimentación de los peruanos proviene de la pequeña agricultura en la que trabajan más de dos millones de familias.
El Perú es un referente en biodiversidad. Somos centro de origen y de mejoramiento de cultivos (papa, algodón, maíz, frejol, ají, cacao, zapallo, camélidos, plantas medicinales, tubérculos, raíces, frutas y más) y de conocimientos ancestrales asociados a cultivos de la agrodiversidad. Lo que nos hace competitivos en el mundo es nuestra biodiversidad y esa característica es nuestra fortaleza y nuestra singularidad.
El modelo agrícola transgénico se basa en monocultivos que requieren tierra plana y extensa. El modelo agrícola tradicional es de nicho, los cultivos crecen a diferentes alturas de acuerdo a nuestra accidentada geografía, hay rotación constante de productos para proteger los ecosistemas, enriquecer la tierra y proteger la vida silvestre que vive en el entorno.
Para el agrónomo Luis Gomero, Presidente del Consorcio Agroecológico, productor y docente universitario es imposible la coexistencia de agricultura transgénica y tradicional. “No es viable”, afirma.
¿Se pueden emplear semillas transgénicas para evitar plagas que afectan a cultivos tradicionales?
El costo/beneficio no lo amerita. No se puede controlar la contaminación genética. El uso de agrotóxicos hace cada vez más resistentes a las plagas, agrotóxicos fabricados por las mismas empresas que tienen las patentes de los OVM. Es un círculo vicioso en el que perdemos soberanía alimentaria.
Los países nórdicos, por ejemplo, tienen sembríos transgénicos en invernaderos para evitar la contaminación genética.
Es ilusorio aplicarlo en nuestro país. En primer lugar porque los invernaderos son muy costosos y en segundo porque no hay ninguna garantía de que se cumplan los protocolos de bioseguridad.
Y tiene razón. Visto que no somos capaces de respetar siquiera un semáforo o un paso de cebra. Aprobar la moratoria es indispensable. Y ponernos las pilas también.
Fuente: El Trinche