¿Seguridad alimentaria o estancamiento?
Los gobiernos recientes de la República han abordado el problema de la autosuficiencia en maíz con dos programas insignia: la modernización de la agricultura empresarial, con maíz transgénico, y la modernización sustentable de la agricultura tradicional, con MasAgro. Ambas estrategias se originan en el ámbito internacional conectadas directa o indirectamente a intereses comerciales multinacionales. El proyecto MasAgro está ya en operación y el del maíz transgénico en proceso de aprobación, sin licitación el primero, y ambos sin cotejo de pares científicos nacionales.
Por Antonio Turrent Fernández*
Es importante examinar algunas características indicativas del programa MasAgro, su viabilidad y costos para la nación. Es un programa (2010-2020) propuesto y operado bajo el liderazgo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), con sede en México. El objetivo central es lograr que la producción de maíz del sector tradicional (productores con menos de cinco hectáreas y de temporal) se incremente entre 5 y 9 millones de toneladas anuales hacia el décimo año, y a la vez, que el rendimiento promedio de temporal se incremente desde 2.2 toneladas por hectárea hasta el ámbito de 3.7 y 4.5 toneladas por hectárea. La estrategia central se basa en la transferencia del modelo de agricultura de conservación, incrementar el uso de variedades mejoradas en 1.5 a 3 millones de hectáreas, y optimizar el uso de los insumos de los productores. MasAgro no incluye acciones explícitas de financiamiento al productor, relaciones de precios insumo producto, o de comercialización; éstas quedan en manos del mercado.
La serie de tiempo de producción de maíz de temporal –Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP)– muestra un incremento histórico (1980-2012) pre MasAgro, del orden de 1.2 millones de toneladas cada 10 años, y en el mismo lapso, un incremento en el rendimiento del orden de 0.22 toneladas por hectárea. Por lo tanto, el objetivo incremental asociado a MasAgro ha de ser decantado. Un ejercicio aritmético sencillo revela los parámetros de crecimiento necesarios para el logro de los objetivos. Para alcanzar el objetivo bajo: 5 millones de toneladas anuales adicionales y rendimiento promedio de 3.7 toneladas por hectárea, sería necesario que se tratara 3.85 millones de hectáreas en el décimo año. La tasa anual de crecimiento de la superficie tratada, contando a partir de 21 mil hectáreas en 2011, es 68.4 por ciento, y la de incremento en los rendimientos a partir de 2.2 toneladas por hectárea es 5.35 por ciento. Las tasas anuales de crecimiento para el objetivo alto son 70.2 por ciento y 7.4 por ciento respectivamente.
Para juzgar el realismo de los coeficientes anteriores es necesario considerar que: 1) en el país se siembra 6.5 millones de hectáreas con maíz de temporal, de las que tan sólo 1.5 millones tienen buena o alta calidad agrícola y están manejadas por productores de tipo empresarial (externos a MasAgro) y por pequeños productores en el Bajío, Altiplano y trópico húmedo. La calidad de una mitad de los 5 millones de hectáreas restantes es media, y entre baja y marginal, en la otra. La agricultura tradicional ocupa estos 5 millones de hectáreas, también maneja la rica biodiversidad del maíz nativo y tiene escaso acceso al crédito y a otros servicios esenciales; y 2) el sector empresarial de riego ha funcionado en condiciones casi inmejorables ecológica y operativamente, gracias al apoyo público, logrando incrementar los rendimientos de maíz desde 2.7 en 1980 hasta 7.5 toneladas por hectárea en 2012, con tasa anual de incremento de 3.2 por ciento, mientras la superficie sembrada se incrementaba a la tasa de uno por ciento anual.
Es intuitivamente irreal esperar que con MasAgro se logren tasas de crecimiento en la agricultura tradicional tan desmedidamente superiores a las alcanzadas bajo riego. El objetivo de transferir la labranza de conservación a la agricultura tradicional ya fue explorado por el CIMMYT-Banco de México (FIRA) en los años 1980, con poco éxito, a pesar de incluir financiamiento. El objetivo de sustituir maíz nativo por maíces mejorados en 1.5 a 3 millones de hectáreas repite el reconocido y mundialmente deplorado error de la Revolución Verde, de diezmar la biodiversidad de las especies cultivadas.
Finalmente, el costo que asume el país al seguir ambos programas insignia es enorme. La transgenización de la producción de maíz nos llevaría por un camino sin retorno; MasAgro nos mantendrá 10 años con pobres resultados y atrasará el inicio de la solución hasta ahora ignorada, de aprovechar sabiamente nuestras reservas de tierra de labor, de agua dulce, clima e instituciones nacionales. Expondré en una siguiente nota elementos de una estrategia alterna.
* Investigador nacional emérito. Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad
xm.moc.oohay@73tnerruta
Fuente: La Jornada