Reforma agraria y agroecología vs latifundio y monocultivos industriales
"El debate sobre inseguridad debe llegar a las raíces del problema...Hoy el modelo agropecuario continúa empujando hacia los barrios marginales a muchas familias rurales, algunos de cuyos hijos o nietos serán mañana los “menores infractores” que la sociedad exigirá reprimir."
El debate sobre la seguridad ciudadana se ha instalado en el país. Lamentablemente, la discusión no se centra sobre las causas del problema, sino en como tratar de evitar sus consecuencias: bajar la edad de imputabilidad, aumentar la vigilancia y represión policial, sacar soldados a la calle, construir más cárceles, aumentar las penas. Si esto sigue así, dentro de poco estaremos debatiendo sobre la pena de muerte.
En ese contexto, resulta imprescindible volver a lo básico: la cadena de causalidad que genera la pobreza, una de cuyas consecuencias es el delito. Si bien por supuesto dicha cadena es compleja (y donde “pobre” no es sinónimo de “delincuente”), queremos poner sobre la mesa uno de sus componentes originarios: la expulsión de la población rural. Nuestras ciudades no han crecido por altas tasas de natalidad, sino por la llegada de cada vez más compatriotas imposibilitados de continuar viviendo en el medio rural. En los años 60 el latifundio fue denunciado –con razón- como una de las principales causas del éxodo rural y surgió la bandera de lucha por la reforma agraria.
Desde entonces, el proceso de expulsión ha seguido avanzando de la mano de la siempre creciente latifundización y extranjerización de la tierra resultante del modelo forestal y sojero instaurado en el país, pero la reforma agraria brilla por su ausencia. Hoy el modelo agropecuario continúa empujando hacia los barrios marginales a muchas familias rurales, algunos de cuyos hijos o nietos serán mañana los “menores infractores” que la sociedad exigirá reprimir.
Sin embargo, estos cambios que están ocurriendo en el campo no solo no son percibidos como la raíz de la problemática urbana marginal (que va mucho más allá de la criminalidad), sino que son exhibidos como símbolos de desarrollo y modernización. De acuerdo con dicha visión, la ciencia y la tecnología, representadas por grandes máquinas, insumos químicos y manipulación genética parecen haberse impuesto finalmente al “atraso” del Uruguay tradicional. Los monocultivos transgénicos y forestales constituyen hoy la cara más visible de un modelo que está siendo promovido en todos los sectores productivos del agro uruguayo … y que continúa expulsando a más y más familias hacia los barrios marginales de las ciudades.
Un reciente informe del Relator Especial sobre el derecho a la alimentación de Naciones Unidas da por tierra con esa visión de desarrollo agropecuario, al concluir que la agricultura convencional no puede resolver el principal problema de la humanidad (el hambre) y que en realidad la ciencia y tecnología agropecuarias modernas van hoy en una dirección totalmente opuesta: la agroecología.
“Para poder alimentar a nueve mil millones de personas en 2050 necesitamos urgentemente adoptar las técnicas agrícolas más eficientes conocidas hasta el momento”, afirma Olivier De Schutter, Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación y autor del informe. Afirma que “los estudios científicos más recientes demuestran en este sentido que, allí donde reina el hambre, especialmente en las zonas más desfavorecidas, los métodos agroecológicos son mucho más eficaces a la hora de estimular la producción alimentaria que los fertilizantes químicos”. Agrega que a través de la agroecología, “el conocimiento ha sustituido a los pesticidas y fertilizantes”.
El Relator Especial exhorta a los Estados a que apoyen a las organizaciones campesinas, las cuales han demostrado una gran habilidad a la hora de difundir las mejores prácticas agroecológicas entre sus miembros. “El fortalecimiento de las organizaciones sociales ha demostrado ser tan potente como la distribución de fertilizantes. Los pequeños campesinos y los científicos pueden crear prácticas verdaderamente innovadoras cuando trabajan codo con codo”, explica De Schutter. “No resolveremos el hambre ni pararemos el cambio climático con la agricultura industrial de las grandes plantaciones. La solución reside en apoyar el conocimiento y la experimentación de los agricultores y campesinos y en el aumento de los ingresos de los pequeños propietarios para contribuir así también al desarrollo rural”.
El autor del informe sostiene que con la agroecología “el éxito está asegurado” y que se pueden encontrar historias exitosas en innumerables países de África, Asia y América Latina. De Schutter informa que “este método también está ganando terreno en países desarrollados como Estados Unidos, Alemania o Francia” pero agrega que “la agroecología no cuenta con la suficiente ambición ni apoyo públicos, a pesar del impresionante potencial que representa en la realización plena del derecho a la alimentación, y por consecuencia, muy pocas veces supera el mero estadio experimental”.
En el caso concreto de Uruguay, la situación es aún peor, ya que el Estado ni siquiera ha encarado el “estadio experimental”, que ha quedado en manos de productores y personas individuales, que no reciben apoyo alguno de parte del gobierno.
Es muy interesante lo que dice el informe acerca de grandes empresas como las que hoy predominan en el agro uruguayo: “Las empresas privadas no invertirán tiempo y dinero en prácticas que no puedan proteger con patentes y que no supongan una apertura de los mercados hacia nuevos productos químicos o semillas mejoradas”.
Este informe resulta muy bienvenido por quienes venimos denunciando los graves impactos de la agricultura industrial y que abogamos por una agricultura social y ambientalmente sustentable. Recomendamos a todos su lectura, pero en particular a quienes aún repiten que la agroecología es una utopía irrealizable que solo sirve para aportar comida sana a los ricos y que la agricultura industrial es la única solución posible. El informe dice exactamente lo opuesto.
Fuente: RAPAL Uruguay