Población, hambre y concentración en el mercado de alimentos
“Existe mucha comida disponible y, sin embargo, casi 1000 millones de personas se van a dormir hambrientas cada noche, declaro el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon."
De acuerdo a las estimaciones demográficas de las Naciones Unidas, nació el habitante número 7000 millones de nuestro planeta. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, había declarado a la revista Time pocos días antes el carácter contradictorio del mundo en el cual se produce este emblemático nacimiento: “Existe mucha comida disponible y, sin embargo, casi 1000 millones de personas se van a dormir hambrientas cada noche”. Si bien cedió un escalón respecto al año pasado, la inseguridad alimentaria global sigue haciendo estragos: hace un mes la FAO (la agencia de la agricultura y la alimentación de la ONU) informó que unos 925 millones de personas pasan hambre en el mundo. El cuadro de hambre y desnutrición al que se ve sometido uno de cada siete habitantes no se explica por un déficit cuantitativo de la producción alimenticia –la misma FAO estima que se produce una cantidad equivalente a una vez y media de lo necesario para cubrir los requerimientos de la población global– sino por un problema de naturaleza distributiva. Aquí aparece una gran paradoja: cerca de dos tercios de quienes pasan hambre en el mundo son pequeños campesinos dedicados a la producción de diferentes cultivos. Así, pese a los elevados valores de las commodities agrícolas, muchos microproductores de los países pobres se encuentran muy lejos de poder disfrutar del contexto expansivo de los precios.
Una parte importante de la explicación frente a la paradoja que representa que unos 600 millones de campesinos pasen hambre descansa en las enormes asimetrías presentes en la estructura del mercado de alimentos. Cada uno de esos campesinos constituye una pieza minúscula y subordinada en el engranaje de una cadena agroalimentaria global que, en otros segmentos, exhibe una concentración extraordinaria. Uno de esos segmentos lo constituye el sector de la comercialización internacional de la producción agrícola. En el estratégico mercado de los granos, por caso, un puñado de gigantescos traders transnacionales –al que algunos denominan el “grupo ABCD”: ADM, Bunge, Cargill y Dreyfus– conforman un virtual oligopsonio (oligopolio de demanda) que concentra entre el 60 y el 80 por ciento del negocio global del sector.
Olivier De Schutter, relator especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, encontró en su reciente estudio Addressing Concentration in Food Supply Chains niveles de concentración semejantes en los mercados de los cultivos de té (tres firmas controlan el 80 por ciento del comercio), café (cuatro firmas el 40 por ciento) y cacao (cuatro firmas el 50 por ciento). La hiperconcentración se verifica también en los segmentos dedicados a la provisión de insumos (como semillas y agroquímicos), al procesamiento industrial de alimentos, y a la venta final por el canal minorista, con el agregado de que algunas de las empresas líderes en uno de estos segmentos integraron verticalmente sus posiciones hacia otros de los eslabones mencionados.
De esta manera, y pese a que muchos de los manuales de microeconomía que hoy se utilizan en las universidades suelen señalar a los mercados agrícolas como un ejemplo cercano al idealizado modelo económico neoclásico de “competencia perfecta”, las cadenas internacionales de producción agrícola están fuertemente dominadas por un reducido grupo de actores de incalculable poder de mercado.
Fuente: Página 12