Perú: "¿Por qué nos tratan así?"
Una conversación con Rocío Silva Santisteban a propósito de la relación entre cuerpos y territorios. Más claramente, entre extractivismo y patriarcalismo como fuerzas que basurizan los cuerpos indígenas, femeninos y marrones. No puedes -no puedes- dejar de leer este post.
Conversamos con una de las intelectuales públicas más comprometidas con los derechos humanos de nuestro país. A la vez escritora, feminista, catedrática, periodista y activista, Rocío Silva Santisteban desarrolla en "Mujeres y conflictos ecoterritoriales. Impactos, estrategias, resistencias" (Lima, 2017) una propuesta fascinante por lo reveladora, original y bien teorizada (ver aquí)
Silva demuestra a través de una acuciosa recopilación y la lectura de una cantidad -casi- incontable de material producido por diversos grupos de pueblos indígenas, de instituciones como FEDEPAZ, EarthRights, así como de la recopilación de talleres realizados con mujeres indígenas de las zonas de conflicto, sumado a más de un año y medio de investigación en campo, que: por un lado, existen lazos entre diversos entronques patriarcales (como el machismo) y el extractivismo y que, por otro lado, existe también una correspondencia entre el cuerpo femenino y su territorio. En este último caso, ambos son entendidos, representados y vividos, como espacios vulnerables, violentados y basurizados.
LA EXPERIENCIA QUE NUTRE ESTA PROPUESTA
La investigación es parte de un convenio de trabajo entre cinco instituciones —DEMUS, la CNDDHH, Flora Tristán, AIETI y EntrePueblos— y la cooperación española para poder analizar y estudiar los impactos de los conflictos sociales en las mujeres defensoras. Este convenio es mucho más grande, comprende múltiples acciones y propuestas en tres regiones del Perú (Cajamarca, selva central y sierra sur) pero uno de los objetivos era realizar un informe de investigación sobre la situación. Estuve trabajando un año y medio en la investigación, viajando por diversas partes del Perú y además recogiendo la información que yo misma había levantado en otros lugares como Pichanaki, Cañaris o el Valla de Tambo cuando ejercí como secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH). Esa experiencia previa fue vital para poder desarrollar este libro.
LA PROPUESTA TEÓRICA
Mi chamba académica ha sido que con todo ese material cuantitativo y cualitativo —sobre todo por la profundidad de las entrevistas debido a la confianza que me tenían las mujeres defensoras— era poder entender las lógicas que anudan las acciones de esperanza, de resistencia pero también las agresiones y violencias.
Por eso me he centrado en analizar al extractivismo que se desarrolla en nuestro país —minería, petróleo, gas— como una forma de capitalismo por despojo que usa el racismo, el machismo y otras estrategias discriminadoras, para imponer su poder y su modelo de desarrollo, al margen de las propuestas alternativas llámense diversificación productiva o, en el otro extremo, buen vivir.
EXTRACTIVISMO Y BIOPOLÍTICA
El extractivismo se impone a través de una biopolítica que funciona de manera muy eficiente utilizando los recursos del Estado peruano, desde los convenios secretos con la policía nacional hasta el uso del Ministerio Público para criminalizar no solo a la protesta sino a la disidencia al extractivismo. Todos los gobiernos desde el 2000 a la fecha apuestan por el extractivismo como la forma en que el Perú se inserta en la economía global y no les interesa que en el camino haya 240 muertos, más de un millar de heridos y centenas de personas denunciadas por diversos motivos en el contexto de los conflictos ecoterritoriales.
¿LA VICTORIA DEL EXTRACTIVISMO?
El extractivismo como política de desarrollo ha logrado algo inusual: convertir su propuesta en un sentido común. Se piensa que el Perú es un país minero y si no se explotan los recursos, son “bienes que no se usan” como el mendigo que no sabe qué hacer sentado en un banco de oro.
El modelo extractivista ha calzado perfectamente sobre el neoliberalismo que se enunció en la Constitución del 93 y durante todo el gobierno de Fujimori. Por ejemplo, la idea de que lo técnico es lo que debe primar en el gobierno del Perú sobre lo político, una de las banderas del fujimorismo, es usado también por las grandes corporaciones mineras, petroleras o de infraestructura energética —como Odebrecht— para imponer su modelo y hacernos creer que quienes lo cuestionamos somos unos terroristas antisistema. Un ejemplo de lo último que ha pasado a este nivel ha sido la acusación del procurador del Ministerio de Salud contra el abogado Juan Carlos Ruiz y contra el médico Fernando Osores por denunciar que una señora de Espinar, Margarita Ccahuana, murió de una afectación renal producto de los altos índices de plomo y otros metales pesados que tenía en su cuerpo (ver aquí).
¡Solo han usado el parte de la autopsia y por eso el procurador los ha denunciado ante la Fiscalía! ¿Te das cuenta lo que implica esto? ¡No podemos denunciar contaminación minera porque nos criminalizan! ¿Y quién dice algo?, ¿quién defiende? Nadie, porque todos crees que la minería, aunque mate a unos cuantos, es la salvación del Perú. ¡Ese es el punto! Hay cuerpos desechables para que el Perú triunfe: esos son los cuerpos marrones de los indígenas y campesinos de Espinar, de Conga, de Cañariaco, de Tía María, de Cuninico.
CAPITALISMO Y PATRIARCADO
El capitalismo por despojo tiene un socio que lo ayuda muchísimo: el patriarcado, o mejor dicho, los diversos tipos de patriarcado que entran en funcionamiento en estas zonas “del no ser” que son los espacios del extractivismo. Usualmente los acuerdos entre funcionarios de las empresas, ingenieros o miembros del patriarcado central, con miembros del patriarcado dependiente como tenientes gobernadores o ronderos o presidentes de comunidades o campesinos, se consolidan porque son “acuerdos entre hombres”. Estos vínculos son totalmente asimétricos y muchas veces, los varones del patriarcado dependiente, actúan para ganarse el prestigio y el reconocimiento de los varones del patriarcado central que tienen el poder. En esas interacciones quienes están completamente afuera son las mujeres.
¿CONSECUENCIAS?
Las principales son las que han producido diez mujeres muertas y decenas de mujeres heridas: me refiero al poco control del uso de la fuerza de la PNP en situaciones de peligro o de enfrentamiento abierto entre población y fuerzas de seguridad de las empresas.
Un tema fundamental hoy en día es anular todos los convenios secretos entre la PNP y las empresas mineras. El argumento es que la policía no tiene presupuesto ni infraestructura para subir a un campamento minero y, por lo tanto, se firman esos convenios en los cuales un contingente de la DINOES o de otras divisiones, capacitado al más alto nivel, es pagado por una empresa minera, además de recibir rancho y espacio donde dormir, para que actúe como cuidador del campamento.
La empresa puede pagar entre 12 y 30 soles diarios a cada efectivo subalterno y a los oficiales, además de darle una cantidad mensual a la comisaría de la zona. En otras palabras: se está convirtiendo a la policía nacional en mercenarios al servicio de los bienes e intereses de una empresa privada. Eso es terrible, es anticonstitucional y fomenta un Estado minero-policial en esos territorios.Durante la gestión de José Luis Pérez Guadalupe en el Ministerio del Interior se intentó debatir al respecto; pero Carlos Basombrío durante el gobierno de PPK ha firmado múltiples convenios entre la PNP y las empresas mineras, por ejemplo, con Yanacocha, Las Bambas, La Zanja, Minera Aurífera Retamas, Antamina, Chinalco, entre otras.
BENEFICIOS DE ACABAR CON EL MACHISMO
Estoy convencida de que es totalmente posible trabajar el tema del machismo en diferentes espacios, no solo entre varones urbanos, letrados, profesionales, sino también entre varones rurales, no letrados, campesinos o miembros de pueblos indígenas.
Lo que se debe de resaltar es que el control de la violencia hacia las mujeres es muy beneficiosa para la comunidad en su totalidad: mientras más mujeres se sientan libres y plenas, y participen de las organizaciones o de las municipalidades u otros espacios regionales, será mejor para la colectividad, sobre todo para los niños, porque los aportes que las mujeres promueven tienen sobre todo en consideración la defensa de la vida, del agua, del medio ambiente y la protección ante el cambio climático. El reconocimiento de la cultura de las mujeres como una cultura de paz, de gestión de un tipo de desarrollo centrado en los cuidados, en una vida plena, es algo que debemos de tener en consideración como cambio de paradigma civilizatorio.
CAPITALISMO EXTRACTIVISTA=BASURIZACIÓN ULTRA VIOLENTA
Creo que dentro del ámbito del capitalismo extractivista se ha planteado muy claramente que hay personas que importan —los capitalistas, los inversionistas, los emprendedores, los que hacen las políticas para promover el desarrollo, los mineros, Roque Benavides y sus amigos de la CONFIEP— y personas que no importan: los campesinos de Tía María, Conga, Espinar, los indígenas de Cuninico, de las Cuatro Cuencas, los awajún del baguazo, las mujeres yaneshas y ashánincas que luchan por sus tierras; las mujeres contaminadas de Espinar como la señora Margarita Ccahuana o como la señora Máxima Acuña en Conga. Son personas cuyos cuerpos indígenas, femeninos y marrones no importan.
El mecanismo de lógica autoritaria es algo que ha funcionado en nuestro país durante el conflicto armado interno y que incluso lo he escuchado durante situaciones de conflictos sociales. Por ejemplo, el 4 de julio de 2012 en la plaza de armas de Cajamarca una señora le gritó a un policía “¿por qué nos tratan así?” y la respuesta del policía fue “porque son perros conchatumadre”. El video está en YouTube. ¿Qué está detrás de la lógica del policía sino la basurización simbólica de la mujer cajamarquina? Es muy peligrosa esa manera de pensar; más aún en intersección con un machismo autoritario y ultraviolento. Por eso, escribir y señalarlo, denunciar esas lógicas perversas, es una tarea impostergable.
Entrevista a Rocío Silva Santisteban
Fuente: La Mula - Perú