Perú: Cerro de Pasco y la expansión minera, un conflicto infinito
Cerro de Pasco es la ciudad más alta del mundo cuyas entrañas reservan minerales como el plomo, zinc y plata. La ciudad y la minería han engendrado un conflicto infinito donde la expansión minera es una necesidad para la empresa y una agonía para la ciudad que requiere consolidar su desarrollo urbano. La actividad minera se realiza en plena ciudad y sus impactos negativos afectan la salud y la vida de sus habitantes
La pérdida de memoria en los hombres es un síntoma del mal de Alzheimer que viene a ser un tipo de enfermedad degenerativa de las células cerebrales. Pero ¿es posible que una ciudad pierda la memoria? Después de recorrer Cerro de Pasco podemos decir que si. Paradójico pero lo que fue ya no es más en esta ciudad que esta obligada a cederle progresivamente su memoria histórica a la expansión minera. Mientras más se agranda el “tajo abierto minero”, la ciudad pierde su pasado pero también su futuro. La medicina dice que no es posible restaurar la memoria perdida, tal afirmación podría aplicarse a este caso, aunque retazos de su memoria sean reconstruidos, la ciudad no volverá a ser la misma.
Cerro de Pasco, ubicado en los andes centrales del Perú a una altura de 4,338 metros sobre el mar, con una población de 70 mil habitantes, es la ciudad más alta del mundo cuyas entrañas reservan minerales como el plomo, zinc y plata. La ciudad y la minería han engendrado un conflicto infinito donde la expansión minera es una necesidad para la empresa y una agonía para la ciudad que requiere consolidar su desarrollo urbano. La actividad minera se realiza en plena ciudad y sus impactos negativos afectan la salud y la vida de sus habitantes.
La ciudad nació, creció y se destruye con la minería
A lo largo de la historia del Cerro de Pasco la minería ha constituido el apogeo de la ciudad, su crecimiento urbano se habría debido a las bonanzas mineras y las migraciones regionales, pero también es el mal que progresivamente la va socavando.
Una leyenda local relata los orígenes de la minería y, por tanto, de la ciudad, al referir que por el año 1630 el indio Huaricapcha descubrió accidentalmente los minerales del Cerro de Pasco en una cueva al encender una fogata para guarecerse de la nieve y el clima gélido. Los hilos de plata que mostraría el indígena a los españoles llevarían a iniciar la explotación minera hace casi 400 años y convertirse en uno de los centros mineros más importantes de la colonia.
A principios del siglo XX, la lógica de explotación minera se intensificaría con la llegada de la empresa norteamericana Cerro de Pasco Investment Company que adquiere las minas del Cerro de Pasco y otras de la región para luego constituirse, en 1915, en la Cerro de Pasco Cooper Corporation. La inyección de capitales, tecnología y vías de comunicación (en 1904 concluiría la construcción del ferrocarril Callao – Cerro de Pasco) reforzarían el “enclave minero” y abrirían una escalada de conflictos con las comunidades indígenas de la región por la concentración de tierras y la contaminación ambiental, así como entre el afianzamiento urbano de la ciudad y la expansión minera.
El municipio local y las empresas han representado ser los actores centrales de esta inagotable pugna por el suelo. La historia registra que en 1908 el municipio había activado juicios y solicitó un deslinde judicial “para poner término definitivo a los solapados avances de la compañía”, la que obligaría a la empresa, en 1911, a presentar al gobierno “un proyecto para el traslado de la población de Cerro de Pasco a un lugar alejado de las minas, aparentando ceder para el caso, un terreno que no le pertenecía” (1). Esta sería la primera vez que la urbe y la mina se planteaban abiertamente el conflicto y el reasentamiento del Cerro de Pasco como alternativa, que en adelante será una constante en la historia y el futuro de la ciudad.
En 1956 se inició la explotación a cielo abierto o “tajo abierto” que transformará la vida urbana, es decir “en términos del desarrollo urbano el nuevo y floreciente sistema de extracción de minerales implicaba la necesaria destrucción progresiva de la estructura urbana que se había ido consolidando a través de los siglos” (2). Esta situación reabriría el debate sobre reasentamiento de la ciudad que fuera abordado durante la década del 60. Se analizaron las propuestas de reasentamiento en Villa de Pasco, distante a unos 20 Km. al sur, y San Juan Pampa, a sólo 1.5 Km. al norte de la ciudad “antigua”. La Cerro de Pasco Cooper Corporation, que tenía el compromiso de asumir el traslado de la ciudad, después de evaluar los costos propuso San Juan Pampa e iniciaría la construcción de la “nueva ciudad”.
Es posible que la alternativa de reasentamiento en Villa de Pasco fuera la más costosa y la que mayores resistencias implicaría por parte de los habitantes urbanos pero a largo plazo representa, para la ciudad y la minería, una de las opciones más “seguras” que incluso a la fecha constituye un área de expansión urbana.
Posteriormente, el gobierno militar de Velasco Alvarado, ratificaría el “traslado de la ciudad” a San Juan Pampa con la dación del Decreto Ley Nº 18863 (año 1971) que declaraba de “necesidad e interés social la remodelación de la ciudad de Cerro de Pasco y la construcción de la zona de expansión que albergará a la población afectada por el avance de la actividad minera mediante el sistema del tajo abierto”. En 1974, la empresa norteamericana sería “nacionalizada” y pasaría a formar parte de la Empresa Minera del Centro del Perú (CENTROMIN).
Así se cerraba un nuevo capítulo más del conflicto entre el desarrollo urbano y la expansión minera, en el que claramente se aprecia la imposición de la propuesta empresarial con el respaldo del gobierno central para el traslado de la ciudad aún cuando la población afectada no estaba convencida de reubicarse en San Juan Pampa.
El “tajo abierto” alcanzaría 115 hectáreas al año 1995 habiéndose destruido para ello la infraestructura urbana como el Hospital Carrión, el Colegio Maria Parado de Bellido y gran parte de la ciudad antigua. Diversos estudios daban cuenta que la actividad minera a finales de los 90 llegó a ocupar “204 hectáreas entre tajo y operaciones mineras y 138 hectáreas para depósitos de desmontes cercando la ciudad. Entre ambos ocupan casi un 40% del territorio urbano de un total de 1,003 hectáreas” (3).
Una nueva ampliación del “tajo abierto” se sustentaría en los altos costos de extracción subterránea. Juan Carlos Barcellos, presidente de CENTROMIN, explicaría (en 1998) ante una comisión de congresistas, que el costo de operación del tajo es de 9 dólares por tonelada y el costo de la mina subterránea es de 21 dólares. Añadía que las reservas mineras se agotarían el año 1999. Con ello sustentaban una nueva expansión minera a tajo abierto. Para CENTROMIN era imprescindible la ampliación para garantizar las operaciones mineras o tendrían que afrontar el cierre de la empresa. Esta nueva ampliación de 21 hectáreas hacia el lado este de la ciudad implicaba la destrucción de 240 viviendas y vías de comunicación que unían la ciudad antigua (Chaupimarca) y la nueva ciudad (San Juan Pampa).
Esta vez el municipio provincial asumiría un papel protagónico y de articulación de las organizaciones sociales en el proceso de debate sobre los planes de expansión minera. Se abriría un proceso de negociación que concluiría en mayo de 1998 con la firma de un acta de acuerdos donde la empresa compensaría la infraestructura destruida y transfería 89 hectáreas de predios para 13 asentamientos humanos de la ciudad. Aunque no resolvió la problemática, marco un hito importante en la actitud de un gobierno local que hasta entonces se percibía históricamente como aliado de los planes de la empresa minera. En 1999, la unidad minera de Cerro de Pasco es adquirida por Volcan Compañía Minera tras un proceso de privatización de CENTROMIN.
Volcan Compañía Minera, a inicios del 2007, ante la exigencia de las autoridades y organizaciones sociales presentó al municipio un nuevo plan de expansión minera en las áreas urbanas denominado “plan L” a ejecutarse entre el 2008 - 2013, el mismo que plantea una ampliación del tajo hacia el lado sur-este, de 11.4 hectáreas, afectando 418 predios entre viviendas e inmuebles, vías de comunicación, espacios públicos y establecimientos de comercio.
En palabras de Diana Fajardo, funcionaria de Volcan, “en infraestructura de servicios afectados tenemos la Plaza Chaupimarca, la Iglesia Matriz, la Comisaría, Institución Educativa Lorenzo Rocovich, Mercado El Baratillo, Óvalo Gerardo Patiño López, la Plazuela Daniel Alcides Carrión, el Parque Infantil del Barrio Matadería, loza deportiva del Barrio Matadería” (4). Aún cuando plantean compensar a los propietarios por las viviendas y reubicar la infraestructura urbana, en la práctica implica la destrucción de viviendas y bienes de uso común, así como romper con la dinámica del comercio local y con ella la memoria histórica y cultural del Cerro de Pasco.
El objetivo de la Volcan es ampliar el tajo para garantizar la continuidad de la actividad minera y, paradójicamente, “su contribución al desarrollo de Pasco”. Las reservas permitirán trabajar hasta junio del 2008 y los minerales que se extraerán de la ampliación aún cuando sea de baja ley es rentable explotarla ahora por los altos precios de los minerales. Cerro de Pasco paga un alto costo por el precio de los minerales.
Patrimonio cultural al tajo abierto
Las áreas y bienes que afectará la expansión del “tajo abierto” en los próximos cinco años constituyen parte del patrimonio histórico y cultural de la ciudad y la nación. Uno de ellos es la Plaza Chaupimarca que por siglos ha sido el “centro del pueblo” y el depositario de los hechos históricos del Cerro de Pasco. Como escribiera Gerardo Patiño López “en esta plaza se realizó la Jura de la Independencia, el 7 de diciembre de 1820, al día siguiente de la triunfal batalla de Pasco, liderado por el general Juan Antonio Álvarez de Arenales frente a las tropas realistas… en esa misma plaza los cerreños que formaron la Columna Pasco, asistieron a la misa de campaña y despedida antes de marchar a defender el honor nacional en 1879 en la guerra con Chile” (5).
En marzo de 1997, la Municipalidad Provincial de Pasco emitirá una ordenanza municipal declarando la Plaza Chaupimarca como “Patrimonio Histórico Monumental de la ciudad del Cerro de Pasco”. En octubre del 2002 el Instituto Nacional de Cultura (INC) emite la resolución directoral 1031 por la que “declara monumento integrante del patrimonio cultural de la nación” y “ambiente urbano monumental” a la Plaza Chaupimarca y otras áreas circundantes a la misma. Sin embargo, el propio INC dejo sin efecto dicha resolución, en octubre del 2006, aduciendo las condiciones de inhabitabilidad en que se encuentran las viviendas cercanas al tajo abierto y la vigencia de planes de ordenamiento urbano de hace 30 años, sin considerar los planes aprobados a finales de los 90.
Metales en la sangre
En el 2000 el Ministerio de Salud (MINSA) realizó una “evaluación de la calidad del aire en la ciudad de Cerro de Pasco”, la que concluía que “la ciudad… presenta problemas por partículas de fracción gruesa y metales en el aire debido a la actividad minera, así como a la presencia de grandes cantidades de desmonte ubicados alrededor de la ciudad. El problema se acentúa en épocas de heladas (mayo – junio), en donde por la acción de los vientos, las partículas son suspendidas en el ambiente”. En el año 2002, el Centro Labor comprobaría en los barrios de Champamarca (21.5%) y Paragsha (45.83%) de la población analizada tiene elevados niveles de plomo en la sangre (6). Y, el año 2005, el MINSA ratificaría que “los niños de las comunidades de Quiulacocha y Champamarca tienen altos índices de plomo en sangre superando los límites máximos permisibles dispuestos por la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.
Tajos abiertos en las viviendas
El año 2006, según el Instituto Nacional de Defensa Civil (INDECI) se identificó 1,180 viviendas que tienen rajaduras a causa de las explosiones que se realizan en el tajo abierto y han sido declaradas inhabitables. Esta cifra representa el 10% de las viviendas existentes en la ciudad según el censo de 1993. La empresa reconoce que en la ciudad “hay actividad minera y explosiones, producto de ello se han producido daños ocasionales a viviendas” (7) pero las resuelve con refacciones y/o compra de las viviendas para evitar los reclamos y facilitar la expansión del tajo.
Las mismas vetas de conducta
Indiferentemente de que empresa es la propietaria de las minas del Cerro de Pasco el patrón de conducta parece ser el mismo. Los argumentos para la expansión minera continúan siendo: el agotamiento de las reservas y los altos costos de extracción por minería subterránea, y que esta situación podría ocasionar el cierre de las operaciones mineras y lo que ello implicaría para la vida económica local y nacional, que pone a la población y autoridades locales sin opción mas que una negociación para facilitar la expansión, porque el futuro de la ciudad parece estar atado a los caprichos de las vetas mineras.
La estrategia de compensación más reubicación de los bienes o infraestructura común afectados se ha mantenido a lo largo de las diversas fases de expansión minera, desde la Cerro de Pasco Cooper Corporation hasta el “Plan L” de la Volcan que incluye un “plan de compensación y reasentamiento involuntario”. Creemos que esta estrategia tiene sus limitaciones por cuanto no plantean el reasentamiento de la ciudad en términos de consolidar el desarrollo urbano, más bien responden a necesidades coyunturales de expansión de la minería y no tanto los planes de desarrollo urbano de la ciudad. El conflicto minero en Cerro de Pasco podría representar también la ausencia de una política de planificación urbana sólida y coherente con los planes de la minería, ya que después de la “L” sigue el “Plan G” al 2028.
La utopía de ciudad
Hace un siglo que la minería se expande y la ciudad se destruye y construye cotidianamente. La ampliación del “tajo” reduce las áreas para hacer ciudad y la expansión urbana invade las tierras de las comunidades campesinas. La utopía de ciudad para el Cerro de Pasco sería encontrar un área intangible para su desarrollo urbano, intangible para la minería en cualquiera de los espacios alternativos identificados para su expansión o reubicación. Un espacio intangible donde construir no sólo sea sinónimo de desarrollo urbano sino un derecho para vivir la utopía de un ambiente sano. Un espacio para una ciudad donde la memoria y el futuro se funden.
Notas
(1) “La minería en Cerro de Pasco y Volcan: empresas mineras en Cerro de Pasco”; Boletín Especial Participación Nº 3, Centro Labor; febrero 2007.
(2) “Cerro de Pasco: Apogeo y crisis de un modelo urbano – minero”, por Pablo Vega Centeno, presentado al V Congreso Europeo CEISAL de Latinoamericanistas; sin fecha.
(3) Evaluación de la Situación Urbana Ambiental de la Ciudad Minera de Cerro de Pasco, Centro Labor, 2004.
(4) Periódico Labor Nº 5, Centro Labor, mayo 2007.
(5) Cerro de Pasco Antiguo: Nomenclatura de sus calles, por Gerardo Patiño López; citado en Boletín Participación Nº 2, Centro Labor, febrero 2006.
(6) Estudio “Determinación de Efectos Adversos sobre Órganos Blancos en Poblaciones Expuestas a Emisiones de Plomo en las Localidades de Champamarca, Paragsha, Huayllay en Pasco y Yauli en La Oroya”; Centro Labor, 2002.
(7) Entrevista a Luis Pariona, funcionario de Volcan, en el Periódico Labor Nº 2, agosto 2006.
Fuente: América Latina en Movimiento