Paraguay: “Los llaman biocombustibles para dar sensación de vida, pero es muerte”
El exministro de Medio Ambiente de Paraguay lucha por que los pueblos puedan disponer de sus tierras para cultivar alimentos y no combustibles que usan los países desarrollados.
Era un adolescente cuando descubrió algunas de las injusticias que ocurrían en su país. Hacía un trabajo en Secundaria y comenzó a comprobar cómo vivían los indígenas en Paraguay y cómo sufrían un “franco proceso de destrucción”. Desde entonces, –corría el año 1986– Óscar Rivas, ha convertido la defensa de las tierras en su obsesión y su trabajo. Lucha por la soberanía alimentaria de su país –desde 2009 a 2012 lo hizo como ministro de Medio Ambiente– y del entorno que lo rodea, aunque ve cómo crecen sin cesar campos dedicados a algo que, en su opinión, no hacen ningún bien a la zona: los agrocombustibles.
“Los llaman biocombustibles en una hábil operación de márketing, porque bio suena a vida, cuando realmente es muerte”, afirma Rivas, ganador del premio Goldman en el año 2000, algo parecido al Nobel a la protección del medio ambiente. En su opinión, todo es perjuicio para países como el suyo: “Los estados llamados desarrollados nos perjudican con sus emisiones y después arrasan nuestros campos para dedicarlos a agrocombustibles en lugar de producir alimentos. Y lo que es peor, no está nada claro que estos materiales contaminen menos; el saldo puede ser incluso de más contaminación que los fósiles, con lo cual no hay aspecto positivo por ningún lado”.
En los últimos diez años, Paraguay ha visto cómo se multiplicaba por cuatro la tierra destinada a la plantación de granos, muchos de los cuales van destinados a combustibles. Y cuanto más crece esta superficie, más amenazados están los pueblos indígenas que llevaban años viviendo en ellas. Uno de los muchos ejemplos es el de los guaraníes, que sufren la deforestación de la selva que habitan en beneficio de cultivos de soja.
En opinión de Rivas, que ha estado este jueves charlando sobre el tema en unas jornadas organizadas por Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra y Alianza por la Solidaridad, ha sido la lucha contra estas prácticas lo que dio lugar al conocido como “ golpe de Estado parlamentario” de Paraguay en 2012. “El Gobierno por voto popular fue interrumpido porque estaba llevando adelante agenda que privilegiaba este las iniciativas verdes en el Paraguay y que apuntaban a la soberanía alimentaria de nuestros pueblos”.
Pero no todo son derrotas para el movimiento que Rivas defiende. Hay pequeñas comunidades campesinas que consiguen organizarse a nivel local e imponer su propio sistema agrícola. “La Pastora es un ejemplo de cómo 1.500 familias, es decir, unas 8.000 personas, están resistiendo con procesos de diseño de ordenamiento territorial, generando leyes locales y usando la autonomía de estos núcleos para poder producir lo que quieren y no lo que les imponen”, explica el exministro.
Con un remedio (los agrocombustibles) que Rivas califica como “peor que la enfermedad” (la contaminación), su solución pasa por “energías renovables y sustentables”, como la solar o la eólica: “No podemos echar mano de los suelos, los están agotando, destruyendo su productividad. Si a eso sumamos el coste que suponen los desplazamientos forzosos, la destrucción de comunidades y la desaparición de pueblos enteros, ya no solo hablamos de daños, sino de genocidio”.
Fuente: El País