OMC: guión previsible de un desenlace anunciado
Con el guión previsible de mostrar la unidad entre sus 150 miembros, anunciando alguna conclusión común, aunque el tema central haya sido pospuesto para un Hong Kong II en Ginebra 2006, concluyó la “VI Reunión Ministerial de la OMC” (13 al 18 de diciembre). Y lo hizo en medio del desconcierto de la mayoría de miembros participantes por los resultados de la misma y en una ciudad sacudida por la militarización, aplicada para “proteger” la sede de las voces ciudadanas de resistencia, que merecieron de lejos mayor eco que las conclusiones del cónclave
Pero la versión oficial dice que la reunión no fracasó esta vez, sino que obtuvo logros modestos, pues no reeditar el colapso de Cancún (2003) y no echar leña al fuego en las dudas sobre la viabilidad de la estrategia OMC, eran considerados desde el inicio como potenciales logros.
Los anuncios de eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas hasta el 2013; de liberar una cuota de imposiciones (llamada de quota free, duty free) para 97 productos de las 50 naciones más pobres; y de suspender hasta el 2008 los subsidios a la exportación algodonera de Estados Unidos, que fueron presentados como los logros de la reunión, están lejos de constituir la conclusión de la Ronda de Doha, llamada del desarrollo, que era el primer motivo de la reunión y que fue pospuesto hasta abril del 2006.
Doha colocó la agenda de: la promoción del desarrollo sustentable; la reducción de la pobreza e incremento del empleo; las mejoras en la gobernabilidad internacional; y el crecimiento económico, especialmente de los países en desarrollo, objetivos que debían, paradójicamente, encaminarse a través de la adopción de medidas para mejorar el comercio y la inversión mundial. Según las conclusiones de la VI Reunión, todos estos grandes temas pendientes deberán encaminarse en los próximos cuatro meses.
Para muchos de los países llamados pobres, la concreción de la mencionada Ronda es indispensable para su inserción plena no sólo en las dinámicas de la OMC sino en aquellas del mercado y sus competencias. Pero la principal inconveniencia radica en pretender que el desarrollo podrá lograrse a través de esa vía.
Aún bajo esa perspectiva, la disparidad entre los países miembros es la piedra angular de las dificultades. El regateo por piezas entre economías que no tienen el más mínimo equivalente, como es el caso de la producción algodonera que enfrentó a los más pobres de África del Oeste (Benin, Burkina Fasso, Chad y Malí), congregados en el Grupo de los 4 –G4- con los Estados Unidos, demuestra que la libertad comercial no puede sustraerse de las disparidades estructurales e históricas. En este caso, si los primeros pidieron que los Estados Unidos retiraran sus subsidios a las algodoneras domésticas, cuyo dumping pone en peligro la existencia de los pequeños, apenas lograron que hasta el 2008 el gigante del algodón sólo suspenda los subsidios a la exportación.
Por ese mismo motivo, luego de más de 100 horas de discusiones, la reunión se mantuvo entorpecida en el abordaje del tema de las tarifas de las importaciones agrícolas y la eventual apertura de los mercados de los grandes a los productos de los países en desarrollo. Pues el ardor con el que protegen su agricultura doméstica de la competencia internacional los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, dista mucho del ultimátum de liberación total que estos quieren imponer a los otros.
Estas inconsistencias, llamadas de estrategias de negociación, alejan la posibilidad de los consensos y propician las imposiciones de fuerza. Así por ejemplo, mientras el Grupo de los 20 países en desarrollo -G20-, liderado por Brasil y la India, inició la reunión con la postura de no adelantar sobre liberalización de servicios y comercio de bienes manufacturados si no se avanzaba en agricultura, la Unión Europea en cambio postuló que no hará concesiones en agricultura si los países en desarrollo no hacen lo propio en servicios y bienes industriales.
Es claro que para ello se olvidó que se suponía que la Ronda de Doha debía colocar al centro la oportunidad para que, justamente, los países en desarrollo pudieran incrementar sus oportunidades de competir, entre otros superando la pobreza.
No obstante, el G20 aceptó el documento final con pretextos de unidad, al igual que lo hicieron el Grupo de los 90 (países pobres) y el de los 33 (sobre productos especiales en agricultura). El canciller brasileño, Celso Amorim, sustentó este cambio de ruta en la necesidad de hacer compromisos para desbloquear el proceso, y más aún se mostró entusiasta con las conclusiones sobre agricultura, una área de gran preocupación para los países pobres. ”No sólo tenemos una fecha para terminar con los subsidios sino también un acuerdo sobre las subvenciones a las exportaciones agrícolas, la mayoría de lo cual deberá realizarse hasta 2010”, dijo.
Sobre servicios, que es otro de los capítulos polémicos, la tónica de los debates puede ilustrarse por las discusiones sobre el controvertido “Anexo C”, entre cuyas propuestas figuraba la posibilidad de que un país pueda ser obligado a responder a pedidos comerciales de grupos o países, aunque no quiera o no le interese la propuesta. Venezuela encabezó la oposición a tal desatino, el Grupo de los 90 la atenuó en un texto alternativo, y Cuba, Filipinas y Venezuela dejaron sentada su preocupación sobre el controversial borrador, cuyos desarrollos son parte de lo postergado.
En suma, si hay que rescatar algo del desarrollo de la reunión en cuestión es el mantenimiento de las alianzas entre países del Sur, que si bien no expresan desacuerdos de fondo con la propuesta de la OMC, por lo menos permiten un cierto balance geo-político. Al respecto el ministro de comercio de la India Kamal Nath, señaló que el mayor logro de los países en desarrollo es el de mantener y mostrar su unidad. “No estamos tratando de crear una confrontación Norte/Sur, pero esta unidad entre los países del Sur es indispensable para el mantenimiento del multilateralismo”, señaló.
La resistencia desde el fondo
Para la Vía Campesina, movimiento que encabeza la resistencia frente a la OMC, el principal problema de Doha y de los tropiezos de la OMC radica en colocar al mercado como el gestor del desarrollo y líder de la llamada globalización, o en otras palabras de colocar a la humanidad al servicio del capital, dice su coordinador, el indonesio Henry Saragih.
De allí que la resistencia que los movimientos sociales expresan es un asunto de fondo, tiene que ver con lo que no es negociable: las personas, los pueblos, el medio ambiente, el planeta y la vida, que no pueden ser puestos en subasta comercial, como sucede con la propuesta sobre agricultura en curso. Pues al impulsar una visión mercantil de la agricultura, la OMC pone en peligro la propia viabilidad del modo de vida campesino para transformarlo en una simple industria de producción de alimentos sin campesinado.
Eso explica el por qué de la resistencia frontal de este movimiento frente a la OMC, que se expresó en Hong Kong y previamente en Cancún, Seattle, y otros espacios, en los cuales el ente mundial pretende tomar decisiones que alienan las posibilidades de vida en el campo, señaló el líder hondureño Rafael Alegría, a la vez que acotó que este movimiento no cesará de luchar para que la agricultura quede fuera de la OMC.
De forma alternativa a la Reunión Ministerial distintos movimientos sociales del mundo organizaron una significativa agenda de resistencia, que comprendió actividades de reflexión, cultura y movilizaciones. Estas últimas, además de poner en jaque la reunión ministerial, pues miembros de esta se sintieron amenazados por la masividad de la protesta, lograron dar a conocer de manera amplia sus propuestas alternativas y los motivos de la resistencia.
Una amplia gama de movilizaciones pacíficas tales como acciones de sensibilización en los lugares de gran contingencia pública, marchas temáticas, y expresiones culturales, desplegadas principalmente por el movimiento campesino, ganaron la opinión favorable de la población local, inicialmente reticente a esto y orgullosa de ser parte de la llamada “capital del libre comercio”.
No obstante como la libertad que se defiende para el comercio no es aplicable para las personas, no tardó en expresarse la represión contra las movilizaciones pacíficas, se militarizó la ciudad e impuso la censura contra la expresión divergente. En los dos últimos días de la Reunión Ministerial, cerca de mil doscientas personas fueron cercadas, arrestadas, encarceladas e incomunicadas, la mayoría miembros de la Vía Campesina.
Aún así, hasta el último momento las movilizaciones continuaron. Más aún, al interior del cerco policial, en la cárcel y en todos lados se escuchaba el grito “Fuera, fuera la OMC” o “La OMC mata campesinos”, dicho en decenas de idiomas diferentes.
- Irene León, desde Hong Kong, China.