Nueva teoría evolutiva
La alimentación deja de ser un derecho para convertirse en una mercancía. Sólo quien tiene dinero puede comprar la vida. Los estados como instituciones políticas que rigen un territorio ignoran su soberanía y sus competencias para asegurar las capacidades productivas que deben generar alimentos suficientes para su población. Los alimentos entendidos simplemente como un bien económico son regulados desde una organización comercial, desde una organización de mercaderes: la Organización Mundial del Comercio
Como en el resto de las especies animales, el primer cerebro del cuerpo humano estuvo alojado en nuestro estómago y en nuestras tripas. Nuestros antepasados cromañones se regían fundamentalmente en respuesta a los estímulos provenientes del aparato digestivo. La necesidad de alimentarse presidía, junto con la de procrear, los impulsos de aquellos prototipos de personas humanas.
El ser humano siglos después se desmarca del resto de los animales al desarrollar un cerebro en el interior de su cabeza: en la mollera, en los sesos. La razón hace acto de presencia y pasa a ejercer los mandos de cada uno de los individuos de nuestra especie. Aún así, la alimentación se mantiene -lógicamente- como una de las primeras necesidades que se deben resolver. Con inteligencia el hombre y la mujer empiezan a cultivar la tierra, domesticar algunas especies vegetales y animales, etcétera. El hombre y la mujer social se organizan, pensando con la cabeza, para satisfacer las necesidades de toda la comunidad. Y nace el intercambio de semillas, el trueque de alimentos, el trabajo comunitario, las tierras colectivas...
Esta historia evolutiva de miles de años da un enorme paso en décadas recientes, cuando el cerebro humano vuelve a mudarse de lugar. De nuestro vientre se dirigió a nuestra cabeza, y de nuestra cabeza ha pasado a nuestro bolsillo. Ya todo se rige no por la necesidad de alimentarnos a nosotros y a nuestras familias, sino por ganar dinero. A costa de lo que sea. La alimentación deja de ser un derecho para convertirse en una mercancía. Sólo quien tiene dinero puede comprar la vida. Los estados como instituciones políticas que rigen un territorio ignoran su soberanía y sus competencias para asegurar las capacidades productivas que deben generar alimentos suficientes para su población. Los alimentos entendidos simplemente como un bien económico son regulados desde una organización comercial, desde una organización de mercaderes: la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Sólo teniendo en cuenta un único y desafiante argumento, comparto el parecer de millones de pequeñas familias campesinas de todo el mundo, que gritan: ¡fuera la OMC de la agricultura! La alimentación es un derecho humano que no puede abordarse desde una institución comercial, argumento que estará presente en las calles de Hong Kong a mediados de mes, cuando se celebre la cumbre ministerial de la OMC. Un argumento que nace desde un nuevo cerebro ubicado en el corazón.
El autor es Director de Veterinarios sin Fronteras.
Gustavo Duch Guillot
VETERINARIOS SIN FRONTERAS
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