Nicaragua: En riesgo la mayor área forestal protegida de América Central
La Reserva de la Biósfera de Bosawas no sólo está amenazada por la tala para la agricultura y ganadería. Su ubicación, en el límite con Honduras, la hace particularmente vulnerable para la tala ilegal.
La Reserva de la Biósfera de Bosawas en el noreste de Nicaragua, es la mayor área forestal protegida de América Central con 2.42 millones de hectáreas y constituye una pieza clave en el Corredor Biológico Mesoamericano que conecta áreas protegidas de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá. Es además la mayor selva tropical de América, después de la Amazonia.
Bosawas, cuyo nombre proviene de las primeras letras del río Bocay, cerro Saslaya y río Waspuk, fue declarada Reserva Nacional de Recursos Naturales en 1991. En 1997 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) la declaró Reserva de la Biósfera.
Pero esta área protegida, donde habitan comunidades indígenas miskito y mayangna, se encuentra bajo amenaza. Según la organización no gubernamental ambientalista Centro Humboldt, en 1984 Bosawas tenía 1.6 millones de hectáreas de bosque latifoliado —árboles de hoja ancha—; para el 2010 había perdido casi 600,000 Ha que fueron deforestadas y destinadas a la creación de pastizales y áreas de cultivo. Otras 92,000 Ha se perdieron entre el 2012 y 2017 para la producción de ganado y granos básicos, impulsada por una intensa migración interna desde la costa del Pacífico y del centro del país en busca de tierras fértiles, asegura el Centro Humboldt.
Pero la reserva no sólo está amenazada por la tala para la agricultura y ganadería. Su ubicación, en el límite con Honduras, la hace particularmente vulnerable para la tala ilegal.
A fines del año pasado, tropas del Ejército decomisaron 6,527 pies de madera proveniente de Bosawas. En el 2014, las autoridades incautaron 1,400 m³ de madera extraída ilegalmente de Bosawas. De acuerdo con el Instituto Nacional Forestal (INAFOR), esta incautación es sólo una fracción de lo que fue extraído. La mayor parte de la madera, cuyo destino son los mercados asiáticos, es introducida de contrabando a Honduras por “puntos ciegos” de la frontera.
Para la organización estadounidense InSight Crime, “el comercio ilegal de madera de Nicaragua se ha convertido en un problema importante en los últimos años. La exportación de granadillo —una madera preciosa utilizada para hacer instrumentos musicales y muebles— aumentó al pasar de un poco más de US$100,000 a $6 millones entre el 2008 y el 2011. En el 2012, las autoridades incautaron más de 1,300 m³”.
Mafias de la madera:
Al igual que en otros países latinoamericanos, la demanda de China es la que promueve la existencia de mafias de la madera “que operan con ayuda de funcionarios corruptos y transportistas”, precisó InSight Crime. “Honduras es el destino principal de gran parte de la madera exportada por Nicaragua. Los criminales hondureños han aumentado su participación en el comercio, con algunos grupos armados de ese país presuntamente desplazándose a lo más profundo de Nicaragua para talar madera preciosa”.
El informe “Carbono limpio, negocio sucio: tala ilegal, blanqueo y fraude fiscal en los bosques tropicales del mundo”, publicado en el 2012 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) e Interpol, calculó que el comercio ilegal de madera mueve anualmente a nivel global entre $30 millardos y $100 millardos.
“La tala ilegal, lejos de ir a menos, se está desarrollando cada vez más a medida que los cárteles se organizan mejor y modifican sus actividades ilícitas para eludir los esfuerzos nacionales y policiales”, dice el informe. “Algunos cálculos apuntan a que entre el 15% y el 30% del volumen de madera que se comercializa a escala internacional se obtiene por métodos ilícitos. A menos que se dé respuesta a la situación, los delitos de unos pocos pueden poner en peligro no sólo las perspectivas de desarrollo de la mayoría, sino también las iniciativas innovadoras y catalizadoras que se están aplicando para recompensar a los países y las comunidades por los servicios de los ecosistemas que generan las masas forestales”.
En mayo del 2017, líderes indígenas de Bosawas denunciaron que taladores ilegales ofrecen armas a las comunidades para que les permitan talar sus bosques. Meses antes, conflictos entre indígenas y colonos desembocaron en la muerte de dos colonos y en el secuestro de cinco en territorio indígena.
“Hay un peligro, una cosa más grave engañando a la gente; [les dicen] ‘usted tiene problemas, deme la madera, 1,500 m³, nosotros les vamos a facilitar armas para que ustedes peleen con los colonos”, declaró al diario La Prensa Hilario Thompson, de la comunidad indígena de Layasicksa, en el municipio de Prinzapolka.
Un reportaje publicado en febrero del 2017 por el informativo Mongabay reveló que los traficantes de madera, usando documentos falsos, pagan 12 córdobas ($0.40) el pie de 30 cm de madera roja preciosa como caoba, cedro macho, cedro real, guapinol o níspero.
Bosawas ya ha perdido 6.5% de su cobertura boscosa entre el 2001 y 2014, principalmente en el sur de la reserva, de acuerdo con datos de la organización estadounidense Global Forest Watch.
“En 15 años no habrá Bosawas”
UNESCO ha manifestado su preocupación por el acelerado proceso de deforestación que experimenta Bosawas. En declaraciones al diario La Prensa, Kathleen Rogers, presidenta de la organización estadounidense Earth Day Network, explicó la importancia que tiene esta reserva en mantener estables las condiciones climáticas en todo el país.
“Siendo los bosques tropicales lluviosos las fuentes más abundantes de vida vegetal en la Tierra, también funcionan como importantes sumideros de carbono; árboles y plantas en estos bosques ‘inhalan’ dióxido de carbono y el carbón es ‘atrapado’ en las estructuras de madera y en el suelo mismo”, dijo Rogers. “La Reserva de Bosawas también ayuda a generar una cubierta de nube para la región que regula la temperatura, al tiempo que provee agua de lluvia. Es una barrera vital contra climas extremos en la región”, añadió.
Para el biólogo Jaime Íncer Barquero, “en 15 años no habrá Bosawas”.
“Si Bosawas llega a desaparecer, afecta a toda Nicaragua porque en esta época de manifestación de cambio climático, el bosque es un refuerzo contra huracanes, lluvias y sequías”, señaló en declaraciones al diario La Prensa, publicadas el 21 de febrero. “También es importante para el Pacífico. En un periodo de sequía podría producir nubosidad para crear las condiciones de lluvias; también es barrera natural que disminuye el impacto de huracanes al contrarrestar las fuerzas del viento y el exceso de humedad”.
Una de las medidas recomendadas por Íncer Barquero para evitar la destrucción de Bosawas es detener inmediatamente la invasión de colonos.
“La naturaleza se regenera; sólo hay que dejarla. Es un proceso que lleva años”, manifestó. “Las replantaciones o reforestación no podrían alcanzar alturas y dimensiones del bosque natural. Lo que hay que hacer es proteger lo que queda para que la misma naturaleza se restaure”.
Bosawas corre el riesgo de perder su categoría si no cumple con el Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de la Biósfera de la UNESCO. El gobierno está en obligación de solicitar una evaluación, algo que no ha ocurrido a pesar de que dichas evaluaciones deben realizarse cada 10 años.
“Si le retiran la denominación, casi nadie interesado en proteger las selvas tropicales dará un solo centavo para programas ambientales”, afirmó Íncer Barquero.
Fuente y foto: Comunicaciones Aliadas