Monsanto es el problema, pero dice ser la solución
Con el pretexto de contribuir a mejorar la seguridad alimentaria mundial, el primer fabricante de semillas transgénicas se apronta para ganar la carrera contra sus principales competidores y promete semillas que duplicarán la producción… de agrobasura.
El 4 de junio la transnacional estadounidense Monsanto se comprometió por escrito a "duplicar la producción de maíz, soja y algodón para 2030 respecto de 2000", a "desarrollar semillas que reducirán en un tercio los recursos requeridos de agua y fertilizantes”, y ayudar a "mejorar la vida de los agricultores, entre ellos a cinco millones de los más pobres, para 2020". Lo que se publicita como un programa capaz de superar la actual crisis alimentaria a largo plazo es, en opinión de organizaciones críticas a las actividades de ésta y otras compañías en el negocio de los transgénicos, un intento de posicionarse favorablemente frente a las oportunidades de negocios que surgen asociados a la escasez de alimentos.
En un contexto de continuo crecimiento de algunas economías, cambios de hábitos alimentarios y especulación cada vez más desenfrenada de los fondos hedge* y de pensiones, crece la disposición de los organismos internacionales, por ejemplo la FAO, a aceptar el uso masivo de organismos genéticamente modificados (OGM). Ante la necesidad de encontrar respuestas a la crisis alimentaria, las propuestas de Monsanto amenazan con relegar definitivamente la cuestión de la soberanía alimentaria a un segundo plano; la autodeterminación de las comunidades y los pueblos en materia alimentaria y, directamente vinculada con ella, la agricultura familiar sufrirá otro revés.
Para los investigadores independientes de ETC Group (Action Group on Erosion, Technology and Concentration), de Ottawa (Canadá), la medida propuesta por Monsanto, que es compartida por todas las grandes empresas semilleras, apunta en primer lugar a asegurarse posiciones comerciales rentables. En un informe publicado en mayo pasado, ETC Group revelaba que Monsanto, Bayer, BASF, Syngenta y otras empresas registraron 532 patentes sobre secuencias genéticas que favorecen la adaptación al cambio climático. Monsanto y BASF solas ostentan el 49 por ciento de los grupos de patentes en cuestión. Estas dos empresas habían anunciado en marzo de 2007 una asociación por 1.500 millones de dólares para desarrollar plantas resistentes a condiciones climáticas adversas, "probablemente el mayor acuerdo privado de investigación registrado hasta el momento", dice ETC Group.
Mientras el impacto del cambio climático queda cada día más patente y requiere sobre todo respuestas y soluciones políticas, el mencionado acuerdo de asociación busca alternativas de adaptación técnica a las cambiantes condiciones de producción agrícola. En este sentido apuntan los proyectos de las principales empresas, que propondrán a partir de 2010 plantas presuntamente adaptadas a la sequía. De paso, las compañías tratan de involucrar a los grandes organismos de investigación pública, como el Cimmyt (Centro Internacional de Mejoramiento del trigo y el maíz) o el CGIAR (Grupo de Consulta internacional de investigación agrícola) en sus objetivos. Es así como el Cimmyt lanzó en África un programa para desarrollar organismos genéticamente modificados con un aporte de 47 millones de dólares de la Fundación Bill y Melinda Gates.
La presión tendente a imponer las soluciones transgénicas fue observada en otro frente durante la Conferencia sobre biodiversidad que concluyó en Bonn el 30 de mayo. Frente a la oposición de Estados Unidos y Brasil, los países africanos, apoyados por miles de organizaciones sociales de todo el mundo, no pudieron obtener la moratoria temporaria que deseaban para la difusión de los árboles transgénicos.
Fuente: REL-UITA