México: parteras sembradoras de vida, acosadas por el Estado
Mosaico de testimonios de parteras de Huautla, Yahualica y Xochiatipan, municipios del estado de Hidalgo. Ellas reivindican su trabajo mientras las autoridades sanitarias las acosan.
Por Irma Martínez Martínez y Teresita de Jesús Oñate Ocaña
La partería nahua es una herencia milenaria que pervive en la Huasteca gracias a sus mujeres comprometidas y valientes que enfrentan toda clase de adversidades para llevar adelante la misión que han recibido místicamente a través de sueños. En el pasado las dificultades tenían que ver con lo que la naturaleza les presentaba: caminos difíciles, ríos crecidos, distancias enormes, recorridos agrestes atravesando potreros o selva con los consabidos peligros en las veredas. Hoy, los caminos se han mejorado, en ocasiones pueden ocupar algún medio de transporte y los recorridos son más seguros al atravesar los campos para llegar a cualquier comunidad donde son llamadas; sin embargo, las dificultades son otras, paradójicamente quienes debieran estar para facilitar son, muchas veces, el obstáculo principal.
A continuación sus testimonios:
Nosotras somos parteras y curanderas y de verdad a nosotras nos ha dado este trabajo Dios, nadie nos ha enseñado, se nos ha mostrado en los sueños de cómo lo debemos hacer y así lo venimos haciendo desde siempre. Nuestro trabajo sí de verdad vale y nuestro pensamiento también vale, por eso a las que levantamos niños nos ha mostrado Dios como hacerlo, nos ha enseñado como cortar el ombligo de un niño. Y cuando baja su mollera del niño también lo sabemos cómo hacer, cuando se enferma, aunque no puede hablar, nosotras sí sabemos y entendemos que tiene o qué le pasa (al niño). Y las curanderas lo mismo, porque nosotras oramos por una persona o lo barremos con hierbas, y así se muestra lo que le pasa a la persona y nosotros sólo lo vemos, y por eso nosotros sabemos que valemos mucho.
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A nosotras como parteras nos buscan mucho nuestros vecinos donde hay una mujer embarazada y por eso la empezamos a visitar, porque a nosotras nos invitan sus maridos a que la veamos. Ellos también quieren que nosotras como parteras les ayudemos. Nosotros visitamos a la embarazada cuando sólo tiene un mes, vamos hasta sus casas para verlas y sentir cómo está el embarazo. Y ahí les platicamos porque también les decimos cómo se deben de cuidar. Y por eso decimos que nuestra mano sabe, porque vamos a sentir como está el embarazo cada mes, como está el bebé. Lo acomodamos y sólo lo sentimos con nuestras manos. También conocemos hierbas que ayudan a la embarazada cuando tiene dolor o para que no aborten, conocemos muchas hierbas.
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No podemos dejar solas a nuestras pacientes porque por eso nos invitaron y tenemos que visitarlas. A cualquier hora vamos: temprano, a medio día, a media noche, vamos aunque dejemos nuestra comida o nuestro trabajo, lo que sea que estamos haciendo. Por eso vale nuestro trabajo, porque nosotras como parteras diario estamos en nuestra comunidad, no podemos salir donde quiera, porque en cualquier momento nos buscan y tenemos que estar en casa, porque tenemos nuestras pacientes, no hay quien las atienda, sólo nosotros.
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Nosotras como parteras sentimos que vale mucho nuestro trabajo porque comprendemos y hablamos bien el náhuatl. Las mujeres embarazadas y sus maridos muchos sólo hablan en náhuatl. Cuando ellas sienten un dolor, sólo nos lo dicen en náhuatl. Sólo aquellos que entienden el náhuatl de verdad sabrán dónde les duele, qué les pasa. Por eso de verdad vale nuestro trabajo.
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Este mes de octubre cumplo 18 años como partera. Ya pasó mucho tiempo, le agradezco a Dios como he venido pasando. Muchos niños yo los levanté, nada les pasó, ni a una mujer nada les pasó. Es buena mi mano. Si vienen atravesados yo lo acomodo a ese niño, para que venga derecho, así vengo haciendo, tengo como 56 años de edad.
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Muchos niñitos los he levantado, como unos tres mil tengo. Así los vengo levantando. Una vela les prendo, les rezo a los niñitos para que lleguen bien. A nuestra madre también le pido para que esté bien mi enferma, para que nada le pase, así vengo trabajando. Trabajo con alegría, me gusta mi trabajo. Algunos me pagan, otros no me pagan, como soy partera tengo que hacer mi trabajo aunque no me paguen, tengo corazón para seguir mi trabajo, porque de verdad Dios me dio este mi sabiduría como partera.
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Ahora todas al Regional quiere que las llevemos. Cuando yo llegué ya estaba el niñito. La enfermera me vino a ver, le dije “¿no tienen con lo que cortamos el cordón umbilical y con lo que lo amarramos?”. La enfermera si me lo dio. “Ahora vayan al Regional, ahora está amaneciendo”, me dijo la enfermera. Y de verdad fueron. “Entonces vayan, señora”, le dije (a mi paciente). “Ahora nos van a regañar”, así le dije. “No les vayas a contestar”. Y se fueron y dijeron “No nos han atendido y no nos curan”.
El lunes fui a la clínica y me dijo la enfermera: “¡Porqué metiste la mano!”. “Ah, pero como el niño ya estaba”, le dije. “Tienes un problema”, me dijo la enfermera. “¿Qué problema tengo?, entonces ve a verlo al juez”, le dije. “Ahora tú hazle ese papel, el certificado médico, para que saquen su papel (acta de nacimiento), porque aquí nada te vamos a dar”, así me dijo.
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El doctor me dijo “y para qué no respetaste señora, ¡no respetaste!”. “No sé si no respeté”, le dije. “¿Y si veo a la persona tirada y si ya el niño llegó? ¿Y si muere la mamá?¿y si muere el niñito?¿eso no es problema?, así le dije. “Yo siento que es un problema”, le dije. Desde hace mucho trabajo con partos, no solo ahora Ya cumplí 30 años (trabajando como partera). Ahora sí venía para jalarme las orejas el doctor, yo me moví y me di la vuelta, me estaba dando valor, me calenté y me enojé. Si de veras me agarraba aquí (señalando las orejas), no me iba a dejar. “Ya estoy mayor, no soy una niña”, así le dije. “Si supieras que apenas empiezo a trabajar a lo mejor sí le tendría yo miedo (a hacer el trabajo)”, así le dije. “Aunque les dieron pase (a los pacientes) para el (Hospital) Regional pero ya no alcanzaron a llegar”, así le dije. “Tenía que ayudarles”, le dije. “Yo te ayudaba señora, pero ahora ya no te voy a ayudar con tu enfermedad. Ya no te voy a curar”, me dijo el doctor. “Si me muero, que me muera”, le dije. Ahora no, sí me pasó a consulta, sí me curó, soy diabética.
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Yo platiqué con ellos en el rancho. Les dije que los van a querer convencer de que planifiquen, que mejor se platiquen bien antes de llegar, para qué sepan qué van a decir. Ellos ya estaban de acuerdo, que no iban a planificar. Ella es su segundo hijo. Los acompañé al Regional porque ya no podemos atenderlos nosotras. Cuando ya nació el niño, primero hablaron con la señora. “Ya ni modo, tu esposo ya firmó que vas a ponerte el dispositivo. Ahora tienes que firmar, porque él ya aceptó”, le dijeron y tuvo que firmar porque ya su esposo estaba de acuerdo. Luego fueron con él (el esposo), como no se veían todavía (la mujer estaba aún en el cuarto recuperándose del parto), y le dijeron lo mismo, pero le mostraron el papel donde la esposa ya había firmado. “Ya tu esposa aceptó, ya firmó. Ahora tú firma para que le pongan el dispositivo”, le dijeron. Y él firmó porque vio que ya su esposa estaba de acuerdo. Cuando entró a verla y hablaron supieron que los habían engañado”.
Fuente: Desinformémonos