México: para mirar la milpa y sus diversidades
México se distingue por su diversidad geográfica, biológica y cultural, mosaico en donde la interacción del hombre con su entorno ha dado origen a numerosos cultivos; muchos de ellos, como parte de su propia domesticación, fueron integrados a una forma de cultivo diversificada que hoy reconocemos en la milpa.
Iván Hernández Baltazar
La Jornada del Campo
18 de enero de 2014
Actualmente, en diferentes regiones, sobre todo en los territorios indígenas, se ha identificado la coexistencia de más de 50 especies vegetales, y destaca la variación en cuanto a razas de maíz y tipos de frijol y calabaza, que coexisten con plantas de las que se obtienen alimentos y especies silvestres a las que se les atribuyen distintos usos.
En las parcelas de las milpas y huertas que configuran el paisaje de comunidades campesinas, se distinguen plantas que difieren en su forma de crecimiento: las hay de tallo subterráneo, herbáceas anuales y perennes, así como formas arbustivas y arbóreas. Cada especie capta de forma diferenciada recursos indispensables como luz, agua y nutrientes del suelo, características que facilitan la presencia de alta biodiversidad.
La milpa es diversa desde su inicio, ya que en su largo proceso de diversificación se han domesticado plantas y adaptado técnicas de cultivo para facilitar la coexistencia múltiple e incluso simbiótica entre plantas, por ello la diversidad en la milpa es una de sus características distintivas y señaladas como uno de los mayores logros de las culturas mesoamericanas, siendo sus descendientes actuales quienes dan continuidad al proceso de diversificación biológica ligada a su reproducción cultural.
La diversidad distintiva de la milpa por su riqueza en especies mantiene una distribución heterogénea en tiempo y espacio, lo cual se hace evidente si sólo consideramos las especies de una parcela en un determinado momento, ya que éstas representan una parte del total de especies que alberga la milpa, pues la mayor riqueza de especies se obtiene de la suma de éstas, las cuales ocurren en periodos distintos y pueden variar en función de factores como la estación de año, periodos de descanso de las parcelas y prácticas culturales que cada campesino da a su parcela.
Los cambios más radicales en la riqueza y abundancia de especies ocurren con la temporada de lluvia, debido a que con su inicio se detona la sucesión de una multitud de plantas herbáceas de las que se consumen sus tallos tiernos; en cuanto al maíz, las prácticas culturales están estrechamente ligadas al aprovechamiento máximo de la precipitación, por ello se realizan siembras escalonadas ocupando distintas razas. Dicha diferenciación temporal se da entre las razas más tardías -de entre seis y nueve meses-, sembradas previamente o al inicio de la temporada, y las variedades más precoces, de entre dos y tres meses, que son sembradas después. En regiones tropicales la posibilidad de sembrar dos ciclos implica la selección de variedades adaptadas para el temporal y otras con el potencial de aprovechar mejor la humedad residual para el ciclo de invierno.
Una parte importante de la diversidad total ocurre en los acahuales, es decir, en las parcelas en las que hay vegetación porque se han dejado de sembrar por uno a varios años. En dichos periodos tiene lugar la sucesión natural y con ella la regeneración de especies silvestres que paulatinamente conlleva la recuperación de la fertilidad; dependiendo del tiempo de descanso, crecen especies herbáceas, muchas de ellas medicinales, y arbustos. En los periodos más largos crece vegetación madura. Como resultado de las prácticas culturales, la distribución de los cultivos cambia entre parcelas, ello debido a que cada familia hace una selección de las semillas que desea incorporar a su milpa para el siguiente año, o incorpora en la parcela prácticas que fomentan o toleran el desarrollo de determinadas especies. Así, en una comunidad cada familia aporta variación específica.
Finalmente, es importante destacar que es en el territorio que ocupan las comunidades y los ejidos indígenas donde se llevan a cabo las prácticas de cultivo, selección de semillas, trasmisión de conocimientos y reproducción de la cultura, elementos indispensables para la continuidad de los procesos de diversificación de la milpa y la cultura.
Fuente: Red en Defensa del Maíz