México: bombas y cortinas de humo
"El 8 de agosto una paquete-bomba explotó en un campus del Tecnológico de Monterrey hiriendo a dos profesores de la institución. Un grupo desconocido, autodenominado ITS, se adjudicó el atentado alegando que era contra investigadores en nanotecnología y otras nuevas tecnologías, defendiendo la violencia contra personas y alabando al psicópata estadunidense llamado Unabomber..."
El 8 de agosto 2011, una paquete-bomba explotó en un campus del Tecnológico de Monterrey en el estado de México, hiriendo a dos profesores de la institución. Un grupo desconocido, autodenominado ITS, se adjudicó el atentado alegando que era contra investigadores en nanotecnología y otras nuevas tecnologías, defendiendo la violencia contra personas y alabando al psicópata estadunidense llamado Unabomber. Son acciones totalmente condenables, porque además del perjuicio a personas concretas, se enmarcan en la violencia que ejercen los que detentan el poder real y fáctico contra la población y, paradójicamente, abonan el apoyo acrítico a las tecnologías que dicen combatir, lo cual nos hace pensar quién estará detrás en realidad. Los movimientos sociales de México no tienen tradición de colocar bombas ni transformar en ataques personales la crítica social y anti-sistémica. Ni siquiera los anarquistas, de quiénes el Individualidades tendiendo a lo salvaje (ITS) manosea el nombre, como si tuvieran algún vínculo con sus acciones.
Frente a los atentados, la respuesta de algunos medios fue la defensa de la nanotecnología, como si la tecnología fuera neutra y no tuviera problemas. Aunque dicen sustentar lo contrario, los pone-bombas y los que afirman que la "ciencia" está más allá de cualquier crítica, confluyen en negar un verdadero debate social, crítico, serio, amplio y responsable, sobre la situación, la orientación, quién controla y a quién sirve la ciencia y la tecnología en la actualidad.
En esas corrientes negadoras se inscribe una nota en Milenio (17/8/2011), de Martín Bonfil, supuesto "divulgador de la ciencia" de la UNAM, que ya antes ha escrito falsedades sin base ni rigor sobre el Grupo ETC, porque disentimos de sus opiniones. Ahora, alevosamente en el contexto de los atentados, afirma que "la idea de la nanotecnología como amenaza apocalíptica ha sido sustentada por grupos anticiencia como ETC y retomada por personajes como el príncipe Carlos de Inglaterra o el escritor de ciencia ficción Michael Crichton". Prosigue "¿Hay algo de cierto en sus advertencias? No. De hecho la nanotecnología ha sido más bien una decepción: sus promesas de nanomáquinas que podrían revolucionar la industria y curar enfermedades ni siquiera se acercan a cumplirse."
Si el articulista se hubiera tomado la molestia de leer los documentos de ETC, sabría que ETC descartó desde el comienzo la posibilidad de que nano-máquinas auto-replicantes se convirtieran en una "plaga gris", nombre que dan los que sostienen esa teoría a tal posibilidad.
Por el contrario, ETC ha producido varios documentos donde abordamos los problemas reales que presentan los usos de la nanotecnología, tales como impactos sobre el medio ambiente, la salud o las economías del Sur dependientes de materias primas que pueden ser parcialmente sustituidas por productos basados en nanotecnología. Planteamos que es una tecnología de gran alcance que no ha sido objeto de supervisión independiente ni está regulada en ninguna parte del mundo, pese a que existen en el mercado más de 1600 líneas de productos basados en ella, en contacto con trabajadores, consumidores y ecosistemas. Sistemáticamente hemos puesto sobre la mesa elementos para el análisis del público, investigadores y foros intergubernamentales, señalando que existen decenas de estudios científicos que indican toxicidad y otros riesgos a la salud y al ambiente relacionados a productos de la nanotecnología, que la propiedad intelectual monopólica y excluyente se ha exacerbado con la patentes nanotecnológicas, que en procesos de manejo y manufactura con nanotecnología hay riesgos importantes para los trabajadores e investigadores, incluyendo que se comparan los efectos dañinos de los nanotubos de carbono al asbesto. Por todo esto, ETC planteó desde 2003 que para realizar un verdadero debate social, científico, económico y político –y no sufrir las consecuencias sobre hechos consumados– se debe establecer una moratoria a la liberación de productos en el mercado, y a la investigación hasta que no se definan protocolos independientes de seguridad. De lo contrario, estamos en manos de la arbitrariedad de las industrias y de quienes financian investigaciones para bienestar de sus ganancias, no de la salud ni el ambiente.
El informe "Global Risks" del Foro Económico Mundial (que no se basa precisamente en documentos de ETC) catalogó, desde el año 2006, a la nanotecnología como uno de los tres principales riesgos tecnológicos que enfrenta el planeta. Razón por la cual las mayores aseguradoras globales se niegan a incluir riesgos relacionados a nanotecnología en sus pólizas.
En 2009, fue declarada el principal riesgo emergente en lugares de trabajo en Europa, por la Agencia Europea para la Seguridad y Salud en el Trabajo; y el mismo año, como una nueva amenaza ambiental mundial para la salud infantil, en la tercera Conferencia internacional de la Organización Mundial de la Salud sobre salud infantil y ambiente.
La nanotecnología es además una plataforma de desarrollo de otras tecnologías, que frente a las crisis y a despecho de sus riesgos, se nos quieren presentar como panacea por industrias, gobiernos e investigadores sin espíritu crítico. No necesitamos de propaganda ni fanáticos violentos, necesitamos debates informados, críticos y que integren un amplio espectro de perspectivas desde las bases de la sociedad, para apreciar la ciencia y la tecnología en toda su complejidad y diversidad, que afirmen el principio de precaución y que realmente estén al servicio del bien público y de la sociedad.
Fuente: La Jornada