México: Transgénicos, presentes en maíz de Oaxaca, confirman científicos
La contaminación del centro de origen de maíz de Oaxaca con granos transgénicos fue confirmada, a siete años del primer caso, por un grupo de científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y otras instituciones. Eso es muy grave, ya que, al demostrarse la capacidad de dispersión de ese producto biotecnológico en los cultivos de los campesinos, existe el riesgo de que el maíz biorreactor, dañino para la salud, se propague en el alimento básico de la población mexicana, advirtieron.
El artículo “Presencia de transgenes en maíz mexicano: evidencia molecular y consideraciones metodológicas por la detección de organismos genéticamente modificados” se divulgará en el próximo número de la revista científica inglesa Molecular Ecology.
Fue elaborado por un equipo encabezado por Elena Álvarez Buylla, del Instituto de Ecología de la UNAM, con colectas de maíz de la sierra Norte de Oaxaca correspondientes a 2001 y 2004.
El artículo corrobora, contra las afirmaciones de otros estudios –del gobierno y de empresas de biotecnología–, la presencia de transgenes en las variedades nativas de maíz.
En entrevista, Álvarez Buylla explicó que la principal conclusión de la investigación es que se confirma la rápida dispersión –y a largas distancias– de los transgenes, de un sembradío donde hay transgénicos a otros donde no existen.
Todo esto ocurre en un momento en que existe el riesgo de que el maíz biorreactor –desarrollo biotecnológico que permite la producción de vacunas, plásticos y medicamentos– escape de los sitios donde se experimenta y contamine la cadena alimenticia.
Un transgénico es una modificación artificial del material genético de un ser vivo que permite combinar fragmentos de genes de especies que naturalmente no se entrecruzan, como el caso del maíz BT, que tiene el promotor de un virus y el gen de un insecticida.
Siete años perdidos
La científica detalló que es tal la capacidad de dispersión, que las variedades transgénicas han logrado penetrar en variedades nativas de maíz y en regiones tan remotas como la sierra Norte de Oaxaca.
Ignacio Chapela, de la Universidad de Berkeley, detectó en 2001 en la misma zona la contaminación, que ahora se corrobora.
La experta indicó que es preocupante que el primer caso confirmado de contaminación se dio en 2001, cinco años después de que se inició el cultivo comercial en Estados Unidos, y desde entonces se han perdido siete años, en los cuales las autoridades responsables pudieron haber aplicado medidas más estrictas de bioseguridad y protección del centro de origen de maíz.
Advirtió: “hay intereses muy fuertes que empujan a que el maíz se vuelva un biorreactor, y esto no es compatible con el maíz como alimento; se requiere una actitud más precautoria del gobierno y de las autoridades de bioseguridad. Que se instauren políticas públicas que garanticen el cuidado de este bien común”.
En el estudio, precisó, no fue posible determinar el desarrollo transgénico que había en los cultivos, debido a que son secretos industriales, por lo cual se desconoce de qué tipo de productos se trata: “deberían ser públicos, para hacer más expeditos los estudios”.
Otra conclusión del artículo, explicó, es que existen limitaciones de los monitoreos, los cuales “se ha insistido en que deben ser eficaces y adecuados a las condiciones del maíz nativo mexicano, para saber como están sus poblaciones y hacer la detección con métodos moleculares adecuados”.
Detalló que se compararon tres métodos distintos y se demostró que los tres combinados son más eficaces para un resultado preciso, y “que no se diga que no hay transgenes, cuando sí hay”.
En México, añadió, no se han implantado medidas eficaces de bioseguridad ni métodos de biomonitoreo adecuados o suficientes. Un ejemplo es la presencia ilegal de variedades de maíz transgénico en Chihuahua, adonde no se sabe cómo llegaron esos productos a los cultivos ni de qué variedades se trata.
Agregó que es importante contar con laboratorios públicos “libres de conflictos de interés, con capacidad técnica para efectuar un monitoreo a nivel nacional. Métodos usados en los laboratorios comerciales certificados pueden proporcionar información poco precisa, al incurrir en falsos negativos; es decir, pueden no detectar transgenes en las variedades nativas de maíz, aún cuando están presentes.
“Por ello es urgente que los métodos moleculares se adapten para el caso de variedades nativas de maíz, muchas de las cuales son únicas en el mundo.”
El gobierno debe “privilegiar en el régimen especial de maíz –que aún no se publica– la protección y bioseguridad, no la promoción de la biotecnología, sobre todo cuando para México puede haber riesgos. Se debe hacer más estricta la moratoria, como hace Japón con el arroz, o Estados Unidos y Europa con el trigo, del cual no hay desarrollos comerciales de transgénicos”.
La contaminación en la sierra Norte
Ignacio Chapela publicó en 2001 en la revista Nature un estudio en el que dio a conocer la contaminación con maíz transgénico en los cultivos criollos de la sierra Norte de Oaxaca, centro de origen del grano –se estima que en México hay 60 razas–, a pesar de la prohibición que había desde 1998 para el cultivo de organismos genéticamente modificados.
El experto de la Universidad de Berkeley sufrió una campaña de descrédito, emprendida por otros científicos y de transnacionales de biotecnología, y la publicación científica se deslindó del estudio.
La contaminación fue confirmada meses después por el Instituto Nacional de Ecología (INE) de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, cuando era encabezado por Exequiel Ezcurra.
Sin embargo, en agosto de 2005, en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, de Estados Unidos, Ezcurra, junto con Sol Ortiz, también del INE, y Jorge Soberón, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad hasta marzo de ese año, entre otros expertos, refutó la presencia de transgenes en los cultivos campesinos. La editora fue Barbara Schaal, del Laboratorio Monsanto de la Universidad de Washington en Saint Louis.
Monsanto controla 90 por ciento de la tecnología de los transgénicos cultivados en el mundo y financia investigación biotecnológica en esa institución, de acuerdo con Silvia Ribeiro, del Grupo ETC.
Esa revista, que hace tres años divulgó ese estudio, rechazó publicar la investigación de Elena Álvarez Buylla y otros autores, aun con la recomendación del ex rector de la UNAM José Sarukhán, según una reseña que aparece en Nature sobre el artículo “Presencia de transgenes en maíz mexicano: evidencia molecular y consideraciones metodológicas por la detección de organismos genéticamente modificados”, que se divulgará en la revista científica inglesa Molecular Ecology.
Fuente: La Jornada