México: El frijol, sacrificado por las políticas y la falta de agua

Idioma Español
País México

"De acuerdo con testimonios de productores, la crisis del frijol, que es algo continuo hoy día, se debe tanto a la tendencia de la política pública, como a las sequías recurrentes y la crónica escasez del agua."

Con alrededor de 70 variedades existentes en México, el frijol es representativo de la gran heterogeneidad y diversidad agrícola del país. Originario de América, sus primeros vestigios de la planta ya domesticada se encontraron en las cuevas de Coxcatlán, en el valle de Tehuacán, Puebla, en 4975 años antes de Cristo. E históricamente el frijol ha sido base fundamental de la alimentación mexicana y en general de toda Latinoamérica.

 

No obstante, el frijol resulta muy probablemente la principal “víctima” del cambio de políticas públicas generado a mediados de los 80’s cuando primero la Conasupo dejó de intermediar la comercialización de cosechas, luego dejó de establecer precios de garantía para los cultivos básicos y después de plano desapareció, y cuando también se retiraron otros apoyos al campo y se desmantelaron las instituciones que le servían, como es el caso del servicio de extensión agrícola, el Banco de Crédito Rural (Banrural) y la Productora Nacional de Semillas (Pronase).

 

Una simple mirada a las estadísticas demuestra esta idea. La producción nacional estimada de la leguminosa en 2012 es de 937 mil toneladas, esto es 65 por ciento más que en 2011 (cuando la cosecha se desplomó estrepitosamente por la sequía). La cifra es muy similar a las 934 mil toneladas producidas en promedio en 1970-74, cuando el campo estaba obteniendo frutos del impulso productivo dado por el Sistema Alimentario Mexicano (SAM), pues se venía de una producción anual media de 695 mil 200 toneladas del periodo 1960-64.

 

A partir del declive de las políticas agrícolas, la producción de frijol se ha visto muy acotada: entre 1985 y 1989 su promedio fue de 894 mil 200 toneladas, y después las cifras anuales se movieron hasta el año 2000 entre 880 mil toneladas y un millón, con máximos esporádicos de un millón 200 o un millón 300 mil toneladas; en la década más reciente el promedio es poco más de un millón de toneladas.

 

De acuerdo con testimonios de productores, la crisis del frijol, que es algo continuo hoy día, se debe tanto a la tendencia de la política pública, como a las sequías recurrentes y la crónica escasez del agua. Más del 70 por ciento de las cosechas frijoleras del país que entran a los circuitos comerciales provienen del centro-norte: en orden de importancia, de Zacatecas, Sinaloa, Durango, Chihuahua y Nayarit, y del sur-sureste, que cuenta con agua abundante, sólo figura Chiapas, con un siete por ciento de aporte de frijol.

 

Ramón Ochoa, ex presidente de la Integradora estatal de Productores de Zacatecas, y vicepresidente regional de la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC), comenta que un punto de quiebre para el frijol fue el retiro de Conasupo en la definición de precios de garantía, los cuales “permitían tener un mínimo de ingreso asegurado al productor”.

 

“Durante uno o dos años, al inicio de los años 90’s, y con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como elemento guía, el gobierno abandonó totalmente durante uno o dos años a los productores, y eso generó un desorden de mercado y de precios. Esto representó una baja considerable en los ingresos de la gente y ello aumentó la emigración de muchos productores hacia Estados Unidos”, señala Ochoa.

 

Pedro Torres, del Frente Democrático Campesino de Chihuahua (FDCCh), hace también el recuento: “Siendo una leguminosa que se había producido toda la vida en México y que se considera de primera necesidad, hasta antes de los 70’s su siembra era una actividad muy importante y teníamos autosuficiencia. Y antes de los 90’s, cuando existía la Conasupo, en Chihuahua había siembras de 200 mil hectáreas, con cosechas muy importantes, arriba de 140 mil o 150 mil toneladas anuales, con 30 mil o 40 mil productores; con la desaparición de la Conasupo, nos enfrentamos a un mercado muy distorsionado, que cayó en manos de los especuladores, de los coyotes, y la siembra de frijol dejó de ser redituable para los productores, sobre todo para los más pequeños. Muchos reconvirtieron sus tierras hacia forraje. El cultivo bajó a unas 120 mil toneladas y se concentra en unos cinco municipios de altos rendimientos (Guerrero, Cusihuiriachi, Cuahutémoc, Nimiquipa y Riva Palacio). Y sólo puede ser considerado como negocio para quienes tienen 20, 30 o más hectáreas. De hecho para 2012 se dice que el frijol se sembró sólo en cien mil hectáreas, 50 por ciento menos de lo que se tenía antes”.

 

El abandono de Conasupo y el desorden inmediato de los precios internos motivó que alrededor de 1996 los productores del centro y norte de México buscaran organizarse para encontrar soluciones, según relata Ramón Ochoa. “Formamos un comité interestatal para el reordenamiento del mercado del frijol, pero no fructificó lo suficiente porque el gobierno federal se empecinó en no participar. Luego, ya en el gobierno de Vicente Fox exigimos al Congreso que atendiera la situación de malos ingresos de los productores de frijol. Y en 2006 el Congreso asignó una partida presupuestaria para atender el asunto, lo que motivó a la Secretaría de Agricultura a impulsar la formación de cinco o seis empresas integradoras en los estados, acompañadas de fideciomisos estatales”.

 

Una mirada retrospectiva, con notas de prensa, muestra sin embargo que tales integradoras no fructificaron por conflictos internos y por injerencia de funcionarios públicos estatales, y hubo escándalos de corrupción.

 

Hoy día, según menciona Ramón Ochoa, la situación del productor de frijol es la misma que generó la firma del TLCAN y las políticas neoliberales: impera la incertidumbre; en los dos años pasadso las cosechas se desplomaron y los precios al productor llegaron a rebasar en 2011 los 25 pesos por kilo, mientras que en 2012, con una mejora en la capacidad productiva, estos precios se desplomaron a ocho pesos, y ni el gobierno federal ni el estatal han anunciado o tomado la decisión de establecer mecanismos para generar orden y cuidar la economía del productor y del consumidor.

 

Cuando los precios repuntaron excesivamente, por escasez de cosechas, se anunciaron importaciones para equilibrar la oferta “pero no tuvieron ningún efecto”, y ahora con los precios tan bajos que no cubren ni siquiera los costos de producción, no hay un solo anuncio que permita al productor garantizar por lo menos sus inversiones.

 

Pedro Torres, por su parte, comenta que luego de la mala experiencia de las integradoras, el FDCCh inició hace dos años una experiencia organizativa para que empresas de los productores de frijol comercialicen directamente sus cosechas, lo cual ha implicado inversiones en infraestructura de almacenamiento, de cribado y empacado del frijol, e incluso de transporte. Esto, que involucra alrededor de 30 por ciento de los productores, está permitiendo que ellos mismos pongan orden en el mercado y obtengan mejores precios. El esfuerzo ha fructificado, comenta Torres, gracias a que el gobierno del estado ha apoyado con recursos financieros para que los frijoleros estén en condición de administrar la venta de sus cosechas, y sacarlas paulatinamente al mercado. Asimismo los productores han tenido acceso a programas del gobierno federal para obtener apoyos para compra de bienes de capital, si bien es cierto que estos esquemas exigen la aportación de por lo menos el 50 por ciento de la inversión de parte de los campesinos.

 

“Con producción de frijol pinto Saltillo, el año antepasado logramos acopiar más de 20 mil toneladas. Los productores no organizados vendieron su frijol en 5.50 o seis pesos y los organizados en 8.50 o nueve pesos, una gran diferencia. El año pasado logramos que los productores vendieran arriba de 20 pesos, mientras que los no organizados lo colocaron en 14 o 13 pesos”.

 

Ramón Ochoa considera que hoy la gran limitante para el frijol está en la falta de agua –que en Zacatecas afecta incluso el consumo humano– y en las sequías recurrentes que se tienen y que seguirán teniéndose; para Pedro Torres la posibilidad de recuperar superficies de Chihuahua para producir frijol es real. Si los consumidores demandaran más frijol para consumo, Chihuahua podría colaborar. Áreas que hoy se siembran de avena son viables para frijol. La limitante es que sólo productores medianos, con más de 20 hectáreas, tienen condiciones para alcanzar la rentabilidad.

Fuente: La Jornada del Campo

Temas: Agricultura campesina y prácticas tradicionales

Comentarios