Marcha por la Ciudad: crónica en el día 2
Se apura a lxs últimxs oradorxs. Como siempre no alcanza el tiempo, hablamos de más, queremos decir mucho y no alcanza el tiempo. Se pide brevedad, algunos ya pasan para el otro día porque es una organización ordenada y se ha puesto como límite las 16:30.
En la mesa la Deo acomoda sus papeles, Carlos Vicente anota algo. Un grito de orden. Otro. Otro más. Puños en alto. Un párrafo sobre la seguridad, las posibilidades frente distintas situaciones. Qué hacer, teléfonos, lugares, se comentan las últimas represiones de la policía, los “allanamientos en pizzerías” media hora después de las marchas. La consigna es marchar pacífica y ordenadamente, como las marchas de la Vía Campesina, como ha sido esta cumbre.
Ahora sí, bajamos. La feria de libros se está levantando, la feria de la calle ya está. Se reparten banderas, hay una reunión de lxs encargadxs de seguridad. Ya estamos eh! Parece que salimos. Se reparten carteles, las banderas, los stickers. Trabajan lxs fotógrafxs, unas cruces blancas con la inscripción SOJA=MUERTE. Arrancamos por Santiago del Estero, hacia Avenida de Mayo. La delegación de Corea empieza un camino que va a ir potenciando, cuando saca sus instrumentos (unos tambores ovoides y unas panderetas/platillos de bronce) y empiezan a corear consignas ¿en inglés? a las que respondemos en general y al rato en castellano, a las que respondemos, más. El ritmo de estos instrumentos es armónico y atractivo, generando una mística movilizadora, acompañada por el hecho de que la delegación de Corea baila mientras toca, lo que los pone en el centro todas las miradas y se vuelven los guías de la movilización.
En Callao y Rivadavia esperan unas 20 organizaciones. 5 cuadras de gente, me dice alguien, que a los pocos minutos de llegar conforman una ordenada columna que camina por Callao, cantando contra la OMC, los planes de Macri para el pueblo y por el antiimperialismo. Una chica vende pan relleno y reparte un volante convocando a la huelga de mujeres. Probamos un pan, está muy bien. Uno se tienta y compra unas empanadas en La Americana, la tradicional pizzería de Callao. La verdad están buenísimas. Compas de seguridad van cortando las calles mientras caminamos, cerrando los laterales con banderas. Desde las veredas sacan fotos a la colorida manifestación, algunos autos tocan bocina rítmicamente y saludan. Cantamos, charlamos, caminamos por la ciudad y mostramos ese cambio que queremos desde la multiplicidad, la alegría, la energía.
La manifestación transcurre sin incidentes. Casi no hay policías en el camino o no se los ve. Llegamos al obelisco, lo rodeamos, siempre cantando, manteniendo la alegría y la energía y la fuerza que ha caracterizado este encuentro. Al llegar al monumento al Quijote (esa figura literaria de las peleas por las causas difíciles/lejanas/que parecen perdidas de antemano) en Lima e Hipólito Yrigoyen desconcentramos. Al rato los que estábamos en la cabecera nos enteramos de la represión en Avenida Corrientes, el despliegue inaudito de camiones policiales, las detenciones masivas. Quién está detenido, en qué comisaría, quién es el juez de turno. La dinámica del macrismo se manifiesta una vez más. En unas pocas horas se contrapesan así dos modelos. Por un lado las armas, la cárcel, los golpes. El de la alegría, la esperanza, la lucha por el cambio, al son de los tambores coreanos, es el que modelo que hemos elegido y que seguiremos construyendo mañana, en el día del cierre de la Cumbre de los Pueblos.
Texto: Marcelo Otero para la Cobertura colaborativa Fuera OMC
Fotos: Cobertura colaborativa Fuera OMC
Fuente: Fuera OMC