Los transgénicos de nuevo en el debate
Dos acontecimientos han llamado mi atención en el último mes en relación a los organismos transgénicos: la norma técnica de la Superintendencia de Control de Poder de Mercado del Ecuador que obliga a etiquetar los alimentos transgénicos, y el acampada de centenares de personas en la Provincia de Córdoba – Argentina, para impedir la instalación de una planta de semillas transgénicas de maíz de Monsanto.
¿Qué relación hay entre los dos acontecimientos?
El Ecuador fue declarado como un país libre de semillas y cultivos transgénicos por la Constitución de 2008, pero lamentablemente no se estableció prohibiciones explícitas a la importación de alimentos. Sin embargo la Constitución también establece que es obligación del Estados “prevenir y proteger a la población del consumo de alimentos contaminados o que pongan en riesgo su salud o que la ciencia tenga incertidumbre sobre sus efectos”.
En las últimas semanas se ha activado en el Ecuador la discusión sobre los transgénicos, a raíz de que una norma técnica promulgada por la Superintendencia de Control del Poder de Mercado, que obligaba al sector alimentario ecuatoriano a etiquetar sus productos, señalando si contiene o no transgénicos.
Esta norma exige lo que la legislación ecuatoriana ha dispuesto desde hace más de una década: que los alimentos transgénicos deben estar etiquetados. Ya en el año 2000 la Ley Orgánica de Defensa del Consumidor establecía una obligatoriedad a etiquetar los alimentos transgénicos, lo que fue reforzado posteriormente en las leyes orgánicas de Salud (2005) y de Soberanía Alimentaria (2009).
El etiquetado es obligatorio en todos los que conforman la Unión Europea, además de Brasil, India, Perú, China, Japón, Australia, Rusia y otros.
Mientras esto sucede, en medios de comunicación del Ecuador se ha empezado a difundir un anuncio que promociona el maíz transgénico. El anuncio propagandístico
Presenta un diálogo entre el maíz transgénico y un interlocutor que pregunta:
- ¿Es cierto que eres mitad maíz mitad pescado?
- No, soy sólo maíz, pero soy resistente a los gusanos.
Es verdad que el maíz transgénico “no es mitad pescado”. Pero lo que no se dice es que a este maíz se le ha manipulado con genes de bacterias y virus, que en algunos casos son patógenos, y en otros producen proteínas tóxicas, que hacen del maíz transgénico tolerante a ciertas plagas. Es un maíz insecticida que eventualmente entra en la cadena alimenticia humana.
Y yo me pregunto, ¿Acaso no tenemos los consumidores derecho a saber de qué nos estamos alimentando?.
Pero, sigamos con la cuña radial.
Se le pregunta al maíz transgénico:
- ¿Y eres tú el único transgénico que hay?
- No – contesta- también hay el fréjol en Brasil y el maíz en México
Entonces, hablemos de México como centro de origen del maíz, donde por muchos años ha habido una moratoria a la liberación del maíz transgénico en este país. aun cuando las grandes empresas biotecnológicas presionan para que se rompa la moratoria de facto que hay en ese país, apenas 21 campos experimentales.
Para los que no lo saben, hace dos semanas un grupo de científicos ganó un caso en la Corte mexicana que frenó cualquier autorización relacionada con el maíz transgénico.
Por otra parte en Brasil la empresa Embrapa recibió una aprobación para realizar pruebas de campo de un fréjol transgénico del que los científicos brasileños que han acompañado este caso, dudan que vaya a funcionar. Este fréjol es desarrollado con una tecnología que no ha sido probada en campo en ninguna parte del mundo, pero hay estudios hechos en la China[1] que dan cuenta de los posibles impactos que podría producir el consumo de alimentos transgénicos hechos con esta tecnología; lo que nos lleva a preguntarnos de nuevo:
¿No tenemos los consumidores derecho a saber de qué nos estamos alimentando?
Cuando un país empieza a cultivar transgénicos, el uso de plaguicidas es tan alto, que las poblaciones que viven en los alrededores de las plantaciones, registran índices muy por encima de los promedios nacionales en términos de cáncer, leucemia, enfermedades autoinmunes, malformaciones genéticas y otras.
En el Cono Sur, donde la soya transgénica resistente al glifosato cubre un área que duplica el tamaño del Ecuador (50 millones de hectáreas), hay unos diez millones de hombres, mujeres y niños afectados. Hay varios casos penales y civiles que vecinos de diversas zonas han interpuesto en las Cortes de esos países por los gravísimos impactos que la soya transgénica tiene en sus vidas. En algunos casos la justicia ha dado la razón a la población, que lleva muchos años de luchas defendiendo sus derechos.
Es por eso que un grupo de personas de la provincia de Córdoba – Argentina llevan más de un mes acampando a las afueras del predio donde Monsanto, la mayor productora de semillas transgénicas, planea instalar una de las plantas de acondicionamiento de maíz transgénico más grandes del mundo.
Los pobladores acampados saben que la ampliación de las operaciones de Monsanto en Argentina significará más enfermedad, contaminación, despoblamiento rural, familias incompletas por la muerte prematura de sus miembros. Su pelea es por ellos, por sus hijos y nietos; pero también por los nuestros, por los suyos.
A mí no me queda duda que el Ecuador debe seguir siendo libre de transgénicos. Creo que nadie debería consumir alimentos que contengan ingredientes transgénicos; que toda nuestra alimentación debe ser sana y soberana; y que tenemos derecho a saber y poder elegir cómo alimentarnos.
Cada vez que rechazamos la soya y el maíz transgénicos estamos apoyando la lucha de nuestros hermanos y hermanas en el Cono Sur, que han vivido ya casi dos décadas bajo la dictadura de los transgénicos.
Nota:
[1] Ver los estudios hechos en el Jiangsu Engineering Research Center for microRNA Biology and Biotechnology, School of Life Sciences, Nanjing University, China.
Acción Ecológica
www.accionecologica.org