Los campesinos también quieren estar en la COP16
En Colombia hay más de 10,5 millones de campesinos. Ellos creen que tienen mucho que aportar a la cumbre de biodiversidad que se llevará a cabo en Cali, pues pueden tener un rol fundamental para lograr uno de los objetivos esenciales que se discutirán en el encuentro: proteger el 30% de tierras y océanos del mundo para 2030.
Cuando se habla de conocimiento tradicional, por lo general se piensa solo en las comunidades étnicas, como los pueblos indígenas y afrodescendientes. Los campesinos, sin embargo, también han desarrollado un particular sistema de saberes que ha sido y es clave en la protección de la biodiversidad. Por ejemplo, en la Amazonia han aprendido en qué temporada sembrar y en qué otra cosechar sus cultivos de pancoger.
En Caquetá, a donde llegaron a través de procesos de colonización incentivados por el Estado y por la ganadería, también tienen un particular relacionamiento con los animales. Saben cómo y cuándo ordeñar las vacas, y cómo procesar la cuajada para el queso en un departamento que tiene en la producción lechera un importante sustento económico. Debido a que sus sistemas productivos dependen de la naturaleza, han unido esfuerzos para cuidarla.
“Recientemente, los campesinos han generado sistemas sostenibles. Recuerdo la experiencia de la Zona de Reserva Campesina de La Perla, en Putumayo, donde tienen un trabajo de apicultura. Creo que el campesinado ha venido haciendo unas apuestas muy importantes por la transición de sus sistemas productivos a sistemas silvopastoriles y agroforestales. Hay, además, una gobernanza ambiental popular en las veredas, entonces tienen tanto acuerdos como sanciones para las personas que los incumplan”, dice Angie Durán, investigadora sénior de la línea de Gobernanza Territorial de Ambiente y Sociedad, una organización no gubernamental que busca “la protección del medio ambiente con un enfoque de derechos humanos”.
Para Durán, hay una concepción popular y equivocada de que los campesinos son destructores de la naturaleza, a diferencia de lo que se cree de las comunidades étnicas. En su memoria está grabada la intervención de una persona con la que ha trabajado Ambiente y Sociedad durante sus talleres, quien decía algo así: “Somos 10 millones de campesinos en Colombia y habitamos hace décadas áreas ambientalmente estratégicas. Si nosotros no contribuyéramos al cuidado de la biodiversidad, ya no habría medio país”.
Justamente, por esa relación histórica con la naturaleza, los campesinos buscan ser protagonistas de la próxima COP16 que se realizará en Cali, entre el 21 de octubre y 1° de noviembre de este año. ¿Qué retos tiene la participación de esta población en el gran evento y por qué es importante?
Los campesinos en la COP16
Hace dos años, en la anterior Conferencia de las Partes (COP15), se adoptó un documento clave llamado “Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal (MGB)”. En términos simples, el MGB establece una serie de objetivos para detener y revertir la pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Entre sus principales puntos se destaca la Meta 3, que busca que los países acuerden la protección del 30 % de las tierras y océanos de todo el planeta para 2030. Para lograrlo, los campesinos podrían ser claves.
Según explica la investigadora Durán, hay principalmente dos mecanismos para lograr ese fin. Uno es la delimitación de áreas protegidas, que en nuestro país pueden ser, entre otras, los Parques Nacionales Naturales (PNN). En segundo lugar están las llamadas Otras Medidas Eficaces de Conservación (OMEC). El Convenio sobre la Diversidad Biológica las precisa como “un área geográficamente definida diferente a un área protegida, la cual está gobernada y gestionada efectivamente para que se logren resultados positivos y sostenidos a largo plazo para la conservación in situ de la biodiversidad, las funciones y los servicios ecosistémicos asociados, y los valores culturales, espirituales, socioeconómicos y otros localmente relevantes cuando sea el caso”.
En otras palabras, “las OMEC son áreas que no son áreas protegidas y que su principal objetivo no es la conservación, pero que sí contribuyen al cuidado del medio ambiente”, resume Durán. En ese sentido, dice, hay que considerar las Zonas de Reserva Campesina.
El Ministerio de Agricultura señala que estas zonas tienen por objeto fomentar y estabilizar la economía campesina, “superar las causas de los conflictos sociales que las afecten y, en general, crear las condiciones para el logro de la paz y la justicia social”. Según Durán, en regiones como la Amazonia esta figura ha logrado evitar la concentración de la tierra, una de las principales causas de deforestación. “Aquí vemos una oportunidad para garantizar los derechos de los campesinos y reconocer el aporte de estas áreas. Las OMEC pueden ser una figura que las blinde de manera internacional”, propone.
Según el DANE, en Colombia más de 10,5 millones de colombianos mayores de 15 años se identificaron como campesinos en 2023. A pesar de las oportunidades y de representar alrededor de un cuarto de la población adulta del país, de acuerdo con personas como Durán, los campesinos “no han sido reconocidos a lo largo de la historia como sujetos fundamentales para las discusiones ambientales”.
De hecho, fue solo hasta hace un año que, a través del Acto Legislativo 01 de 2023, se modificó el artículo 64 de la Constitución Política para considerar al campesinado como sujeto de derechos y de especial protección. Con este cambio se distinguió su particular manera de relacionarse con la tierra, y el Estado reconoció, entre otras, su dimensión ambiental. Sin embargo, para Aristides Oime Ochoa, presidente de la Asociación de Juntas (Asojuntas) del municipio de Cartagena del Chairá, en Caquetá, aún queda trecho por recorrer.
La organización campesina que Oime lidera integra alrededor de 250 juntas de acción comunal y tiene más de 15 mil afiliados. Él afirma que, aunque valoran que se les reconozca como sujetos de derechos, los campesinos piden que se les explique cuáles van a ser las líneas de implementación para avanzar hacia ese fin y hacia su fortalecimiento.
Los retos a superar
Durante la COP16 los países deben presentar la actualización de su Plan de Acción de Biodiversidad. Se trata de un documento clave, pues allí se detallan las acciones y políticas que cada país implementará para cumplir con los objetivos establecidos en el MGB. En Colombia, el Ministerio de Ambiente ya ha adelantado el proceso para renovarlo y ha contado con una relevante participación por parte de comunidades indígenas.
No obstante, Durán sugiere que no ha habido mesas específicas para la intervención del campesinado. Por ejemplo, en Florencia, la capital de Caquetá, los campesinos fueron incluidos dentro del mismo grupo de las organizaciones de la sociedad civil, según cuenta la investigadora. “Es terrible, porque de nuevo son invisibilizados como sujetos de derechos, que además tiene unos relacionamientos particulares y sistemas de conocimiento tradicionales. Esto impide escuchar de forma clara su voz”, expresa la investigadora.
La asociación Ambiente y Sociedad ha facilitado talleres autónomos con delegados de organizaciones campesinas de Caquetá.Foto: Arley Sánchez
Además de ello, hay otro factor que está perjudicando los intentos campesinos por proteger la biodiversidad: la violencia. Pese a los esfuerzos para cuidar a la Amazonia en Cartagena del Chairá, la comunidad campesina ha tenido resistencia por parte de los actores armados. Oime relata que estos grupos han estado siempre en el territorio.
Antes, allí hacían presencia las FARC, y hoy opera en la zona el Estado Mayor Central (EMC), la disidencia más grande de esa extinta guerrilla. Actualmente, solo algunas facciones del EMC se mantienen en diálogos con el Gobierno, mientras que con la mayoría, al mando de Iván Mordisco, se terminó el cese al fuego.
Hace un par de años, y de la mano del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), la comunidad campesina de ese municipio llevó a cabo su primer gran proyecto de restauración. Según el presidente de Asojuntas, 720 familias se unieron para formar parte de un proceso de regeneración natural de bosques primarios degradados por la tala selectiva, donde se lograron conservar más de 4.762 hectáreas de selva. También se instalaron algunas cámaras trampa para observar y monitorear la biodiversidad del territorio.
“Hicimos un trabajo maratónico en Cartagena del Chairá, donde logramos que la misma gente escogiera estar ahí. Aprendimos, porque nunca lo habíamos hecho. No sabíamos cómo se iba a manejar el tema con los profesionales que iban a venir. Lo único que sabíamos era que estábamos muy bien organizados y nos podíamos comunicar entre nosotros”, expresa Oime.
Para él, el trabajo logrado fue muy interesante y enriquecedor, hasta que los actores armados le pusieron freno, pues decidieron que los proyectos ambientales no podían seguir avanzando en el municipio ni en el departamento de Caquetá. “Aún no nos explicamos las razones, estas ayudas les estaban llegando directamente a las juntas de acción comunal”, sostiene. A propósito de la COP16, dice, es también fundamental el diálogo sobre medidas de protección para salvaguardar a estas poblaciones.
El presidente de Asojuntas finaliza enviando un mensaje: es importante replantearse la percepción que se tiene sobre el campesinado y que, desde ciudades como Bogotá y eventos como la COP16, se valore como es debido su trabajo de preservación. En Caquetá, por ejemplo, la comunidad tiene cuatro núcleos de desarrollo forestal y de biodiversidad. “Para nosotros no es difícil conservar. Nos mantenemos en pie y llevamos la vida cotidiana de defensa del territorio. Hablamos un solo idioma frente a cuidar nuestra Amazonia”.
Fuente: El Espectador