Lógicas porcinas y vacunas más peligrosas que la gripe
Ante los rebrotes de la gripe porcina y la amenaza de nuevos contagios masivos en las estaciones frías que se aproximan en el hemisferio norte, varios gobiernos se aprestan a iniciar campañas de vacunación masiva, todas con gran drenaje de recursos públicos, que invariablemente beneficiarán al pequeño club de trasnacionales farmacéuticas que monopolizan las patentes y fabricación de vacunas a nivel global.
El gobierno de México, que ha usado la epidemia de gripe porcina para ponerse como ejemplo mundial de las medidas que deberían tomarse al respecto, anuncia que invertirá cuantiosos recursos públicos –hasta 2 mil 500 millones de pesos– en adquirir vacunas para administrar a los sectores de población que define como más vulnerables. Gasto que según el secretario de Salud justifica el absurdo paquete fiscal de saqueo a los pobres propuesto por Felipe Calderón.
Sin embargo, nada ha hecho para atacar o limitar las causas que originaron la gripe porcina. Aunque el surgimiento de este virus está indisolublemente ligado a la cría industrial de animales (cerdos y pollos), el gobierno no ha tomado medidas para detener la vasta contaminación ambiental y a la salud que producen esas instalaciones, como la de Granjas Carroll en Veracruz (propiedad de Smithfield, la mayor productora global de cerdos industriales), señalada como causante del contagio del llamado paciente cero, un niño de La Gloria, poblado vecino a esa cochina fábrica.
Al contrario, el gobierno premió a la cría industrial de cerdos con nuevos subsidios, para resarcirlos de los efectos negativo que les pudiera haber causado provocar la epidemia. Incluso Alberto Cárdenas, el ahora renunciado secretario de Agricultura, se embarcó con esa industria en una irresponsable campaña para desinformar más al público, afirmando que el consumo de carne de cerdo no estaba vinculado a la gripe. No se molestó en advertir a la población que la carne cruda y la sangre de cerdo pueden ser obviamente fuente de contagio, mucho menos que esa devastadora industria es el origen del virus.
Para completar el cinismo gubernamental, varios pobladores de La Gloria, Veracruz, y Chichicuautla, Puebla, que se organizaron para denunciar el desastre que allí se cocinaba y que los enferma, siguen acusados como criminales y en proceso de juicios por defender su medioambiente y su salud. Y la del resto del planeta, porque su lucha sí es un verdadero ejemplo para el mundo.
Garantizando así que va a seguir la gripe porcina y sin duda surgirán nuevos virus, ahora van por favorecer a otra dudosa y lucrativa industria: la de vacunas.
Aunque el contagio de la gripe porcina humana (A/H1N1) se ha extendido rápidamente por todo el planeta, las cifras de mortalidad, según la Organización Mundial de la Salud y estadísticas oficiales de los países, la ubican en porcentajes muy por debajo de otras enfermedades, incluyendo debajo de las muertes por gripe estacional.
Pese a eso, el gobierno de Estados Unidos, así como de varios países europeos y México, entre otros, han instrumentado campañas de vacunación masiva, que podrían acelerar nuevas mutaciones del virus. No explican por qué invertir miles de millones de dólares en esta llamada pandemia, y no en otras enfermedades y causas de mortalidad más frecuentes, pero están decididos incluso a permitir el uso de nuevas vacunas específicas contra la gripe porcina aunque estén en etapa experimental y su inocuidad no haya sido suficientemente probada.
Hay 15 empresas compitiendo agresivamente por la fabricación de vacunas. Las trasnacionales GlaxoSmithKline (con Baxter), MedInmmune (de AstraZeneca), Novartis, Sanofi Pasteur (de Sanofi Aventis), han anunciado que pronto tendrán vacunas disponibles, logrando lucrativos contratos de abasto a nivel global. Novavax (acusada por algunos científicos de haber creado el virus de la gripe porcina a partir de su colaboración con los Centros de Prevención de Enfermedades de Estados Unidos) logró contratos para su vacuna en España.
Todas están usando métodos nuevos de producción de vacunas, no probados anteriormente, que implican el uso de transgénicos en su producción. Además, todas contienen algún coadyuvante o potenciador (por ejemplo escualeno, hidróxido de aluminio, tiomersal) sobre los que existe abundante literatura científica de daños colaterales, incluyendo reacciones inmunológicas, fibromialgia y desórdenes neurológicos, entre otros.
En 1976, una vacuna que se usó en Estados Unidos contra una epidemia de gripe porcina (similar a la actual) que nunca se materializó, provocó la muerte de 25 personas y parálisis a más de 500 por la enfermedad de Guillain-Barré. Miles de personas levantaron demandas por daños y perjuicios. Con este antecedente, la Secretaría de Salud de Estados Unidos ahora le garantizó inmunidad legal ¡a los fabricantes de las nuevas vacunas!
Aquí ni siquiera necesitan anunciarlo: la impunidad de las trasnacionales es parte de las políticas oficiales.
Fuente: La Jornada