Las mujeres y la vida rural: Elena
Según el último Censo Nacional Agropecuario disponible, el 11 por ciento de las explotaciones está en manos de “jefas de explotación”, es decir la gestión de la unidad está en manos de mujeres. Son las medianas y pequeñas explotaciones donde, o bien una mujer siempre la gestionó o al quedar viuda o sola se quedó con la explotación. Entre los campesinos tradicionales, anteriores a la formación de organizaciones, fue una situación muy frecuente. Cañeros, tabacaleros, en Tucumán por ejemplo estuvieron en manos de mujeres de variadas edades. Siempre fue interesante conocer esas vidas sacrificadas que provenían de un campo hostil, sin luz eléctrica, sin programación familiar y con un fuerte orden patriarcal.
A fines de los ochenta comenzamos una investigación donde resultó que no sólo una mujer sino un conjunto de ellas gestionaban en el modo de cooperativa de producción una pequeña finca tabacalera. Las más activas eran cuatro hermanas, hijas de un jornalero, que habían decidido no depender más de un patrón. Vivían siete familias, pero la gestión estaba en manos de las mujeres y los hombres cooperaban sin problemas. Quisimos indagar más sobre esas cuatro mujeres ya que cada una a su modo asumía una actitud de autonomía y transgresión no muy frecuente en el campo tucumano de aquellos años. Muy cerca del predio de la cooperativa con las viviendas de los grupos familiares, se ubicaba la casa de los padres de las cuatro hermanas. Enseguida caímos seducidos en el diálogo con esa mujer pequeña, que era la clave para comprender tanta libertad en sus hijas: Elena. Hablaba con propiedad, usaba frases poéticas y reflexionaba sobre todo tipo de situación por la que la familia había pasado. Cuando indagamos por qué era tan diferente a la mayoría de las mujeres de su edad, irremediablemente transmisoras del legado patriarcal, ella respondió que hubo dos razones. Primero que había tenido la suerte de asistir a una escuela rural donde los maestros se tomaban en serio su trabajo y, además de transmitirles información, ayudaban a que comprendieran. Que todos los que habían asistido a esa escuela tenían un nivel cultural superior al resto. En segundo lugar el peronismo que le había ofrecido a través de Evita un profundo sentido de la dignidad de la mujer. No había secretos, el valor al conocimiento, la búsqueda del sentido de la vida y el ejemplo de aquel período de querellas por las igualdades la habían marcado y le habían otorgado la posibilidad de transmitírselo a las hijas.
Hoy diríamos que asumían prácticas autonómicas, recibían pequeños montos de dinero del Estado, pero seguían su camino. Una vez un coordinador de un programa que le daba subsidios fue a verlas y las retó, porque habían dejado el trabajo por su presencia. La hermana mayor lo desafió, ellas eran campesinas, trabajaban o recibían a las visitas con la cordialidad que se merecían y no aceptaban sugerencias y menos órdenes.
En cierta circunstancia les llevamos fotos de ellos en gran tamaño, como nunca habían visto, se peleaban por las de Elena. Ella miraba la escena consciente de que tenía algo de legado final sin darse cuenta de que el sentido de autonomía y libertad que había sabido transmitir a las hijas, nietas, vecinas era su mejor herencia. La democracia, la expansión de derechos sociales de la última década habilitó condiciones de posibilidad para que existan muchas “Elenas” en el campo “gringo” y campesino, pero estas pioneras deben quedar en la memoria colectiva de las resistencias de las mujeres de campo.
Norma Giarracca, Socióloga. Instituto Gino Germani. UBA
Fuente: Página 12