La muerte llega en “un grano de arroz”
Como siempre, la búsqueda de El Dorado se traduce en sufrimiento para los pueblos y la Tierra. Un sucinto informe especializado sobre las consecuencias nocivas de la minería, tal cual se practica en este país.
El oro es el símbolo de todo esfuerzo humano en pos de la felicidad. Fue extraído de la tierra por primera vez hace más de 5 mil años en Nubia, Egipto, representando un valor sagrado. Los “placeres auríferos” cubrían extensas áreas y eran trabajados hasta una profundidad de dos metros. Estos fueron sucedidos por los “filones auríferos”, surgiendo así la minería de subsuelo.
En las minerías más antiguas, el obrero trabajaba en una riesgosa tarea en túneles con picos y palas, extrayendo minerales de vetas subterráneas de gran calidad, como oro, plata, estaño, cobre, hierro y otros.
Los españoles, en su conquista de América, buscaron desenfrenadamente ciudades fantásticas construidas con oro puro. Así, penetraron las enmarañadas y tupidas selvas, y remontaron ríos caudalosos, afrontando mil peligros. Se maravillaban con la fábula de “El Dorado” mítico, que una vez al año se sumergía en su laguna sagrada con el cuerpo empolvado de oro.
Colón hizo su recorrido de isla en isla, en búsqueda de un rey vestido de oro. El oro y la plata no tenían para los nativos un valor de cambio, sino un poder cosmológico y artístico. Fue aquel esplendor ornamental lo que condenó a los nativos americanos. Muchos de ellos murieron en guerras incomprensibles. Se sumaron esclavos africanos traídos por la fuerza para los trabajos bárbaros en las minas de oro, aportando nuevos rituales de imaginación, nostalgia y dioses remotos.
En la época de la Conquista el oro era recogido de las arenas en las playas de algunos ríos, en donde se lo encontraba en forma de pepitas, utilizando zarandas y otras formas de separación. Cinco siglos después, la búsqueda de “El Dorado” continúa más descarnada que nunca, empleando nuevas tecnologías, marco legales escandalosos que amparan a los poderosos, y profundizando los dolores en una tierra diezmada.
Sea como sea, se continúa escarbando en la tierra. Hoy, los minerales que se extraen (oro, plata y cobre, entre otros) se encuentran en muy pequeñas cantidades, diseminados por todo el suelo y subsuelo. Para ello se utiliza la “minería a cielo abierto”, que remueve grandes cantidades de esos suelos, para ser luego sometidos a un complejo proceso químico.
El método de extracción del oro de las rocas llamadas “mena” (roca que contiene el mineral a extraer) se basa en el empleo de soluciones que utilizan enormes cantidades de agua. Esa es la base de la “hidrometalurgia”.
Para la recuperación del oro se utiliza la “lixiviación”, por el cual el metal se disuelve en un medio acuoso, para separarlo del resto del material. Se conoce como lixiviación al lavado de una sustancia pulverizada para extraer las partes solubles. El hecho de pulverizarla mejora la extracción. Enormes cantidades de agua es utilizada en este proceso, desviando los cursos de ríos, dejando pueblos y cultivos secos en pos de la búsqueda del oro.
Sin embargo, el oro no es soluble en agua. Para disolverlo se necesita de una sustancia como el “cianuro”, que permite formar complejos y estabilizarlo en las soluciones. Para la óptima recuperación de oro, debe prepararse el mineral antes y ponerlo en contacto con la solución de cianuro. Para ello, el mineral se tritura y se reduce de tamaño a partículas, para permitir una mejor liberación del oro.
El mineral triturado es ubicado en montículos (pilas) sobre una plataforma forrada con una membrana impermeable. Luego se rocía la pila con la solución de cianuro o bien por un sistema de riego por goteo. En el circuito de lixiviación el “pH” (medida de la acidez de una solución) del mineral triturado aumenta a 10-11, empleándose cal para asegurar de que cuando se agregue el cianuro, no se facilite la liberación del gas “cianuro de hidrógeno”.
La solución de cianuro lixivia (lava y amalgama) las partículas microscópicas de oro del mineral mientras se filtra por el “cúmulo”. Los ciclos de lixiviación duran desde unos cuantos días hasta unos cuantos meses, dependiendo del tamaño del cúmulo y de la calidad del mineral. La solución de cianuro que contiene el oro –llamada la solución "encinta"- fluye por gravedad a un embalse de almacenamiento. La solución de cianuro lixivia el oro del mineral, que es recolectado por la membrana impermeable y bombeado o transportado hacia las instalaciones de almacenamiento para su posterior procesamiento.
Esta tecnología ha venido a sustituir a la recuperación de oro por amalgamación con mercurio, proceso por el cual el mineral se une con el mercurio a efectos de separarlo del resto del material. Este proceso es ineficiente en términos de recuperación, ya que permite sólo un 60 por ciento de recuperación del mineral, en comparación con más de un 97 en el caso de extracción con cianuro.
El cianuro separa el oro del mineral y moviliza (a través de la tierra hasta llegar a las aguas subterráneas) metales pesados como el arsénico, antimonio, cadmio, cromo, plomo, mercurio, níquel, pirita, selenio, talio, cinc, sulfuros de metales comunes y sales sulfúricas. Los metales pesados se presentan en una gama de concentraciones en la mena. La extracción por lixiviación con cianuro libera también estos metales del mineral matriz al medio circundante.
Estos metales pesados son los desechos de la extracción por lixiviación con cianuro y son problemáticos, porque contaminan las soluciones de cianuro y los componentes de la maquinaria usada para los tratamientos.
Los metales alterados de su estado natural se encuentran en concentraciones altas, son más resistentes a la descomposición y no son fácilmente reintegrados en los ciclos químicos del mundo natural (se requieren décadas o siglos). En virtud de su peso, los metales pesados se depositan como sedimento.
El ácido cianhídrico es uno de los tóxicos más potentes por la inmediatez de su acción y la ubicuidad de sus empleos. Se lo ha mencionado como veneno en el “Papiro de Ebers” (uno de los más antiguos tratados médicos conocidos), a partir de compuestos vegetales. Durante la segunda guerra mundial se hizo tristemente célebre en los campos de concentración para matar a miles de personas. También ha sido usado en las cámaras de gas.
Para las plantas y los animales, el cianuro es extremadamente tóxico. Los derrames de cianuro pueden matar la vegetación e impactar la fotosíntesis y las capacidades reproductivas de las plantas.
En cuanto a los animales y el hombre, el cianuro puede ser absorbido a través de la piel, ingerido o aspirado. Concentraciones en el aire de 200 partes por millón de cianuro de hidrógeno son letales para los animales, mientras que concentraciones tan bajas como 0.1 miligramos por litro (mg/l) son letales para especies acuáticas sensibles. Concentraciones subletales también afectan los sistemas reproductivos, tanto de los animales como de las plantas.
Las dosis letales para humanos son, en caso que sean ingeridas, de 1 a 3 mg/kg del peso corporal; en caso de ser asimilados, de 100-300 mg/kg; y de 100-300 ppm si son aspirados. Esto significa que una porción de cianuro más pequeña que un grano de arroz sería suficiente para matar a un adulto. La exposición a largo plazo a una dosis subletal podría ocasionar dolores de cabeza, pérdida del apetito, debilidad, náuseas, vértigo e irritación de los ojos y del sistema respiratorio.
Por tratarse de una sustancia intrínsecamente tóxica, debe tenerse mucho cuidado al manejar el cianuro y prevenir el contacto con los trabajadores. Sin embargo, según la industria, no hay ningún caso de fatalidades humanas en las minas que usan las técnicas de lixiviación con cianuro.
Sin embargo, los trabajadores mineros suelen tener contacto con el cianuro durante la preparación de la solución de cianuro y la recuperación del oro de la solución. Para los trabajadores mineros, los riesgos son el polvo de cianuro, los vapores de cianuro en el aire provenientes de la solución de cianuro y el contacto de la solución de cianuro con la piel. También se encuentran expuestos los trabajadores de las minas al polvo en suspensión –producto de la fragmentación de roca y movimientos de la maquinaria-, debiendo existir un plan de monitoreo de emisiones de material particulado.
Una corta exposición a niveles altos de cianuro –ya sea que se inhale, se tome, se consuma en alimentos contaminados, o se absorba a través de la piel- es altamente tóxica, y en algunos casos mortal. Los niveles mas bajos (subletal) de exposición, al cabo del tiempo, pueden también causar problemas de respiración, desórdenes en el sistema nervioso y en el tracto digestivo.
Poco se ha descrito sobre los posibles efectos de la exposición prolongada a los cianuros en trabajadores expuestos laboralmente. Se ha informado aparición de bocio debido a la acción inhibidora de los cianuros en la captación de yodo por la tiroides y su incorporación a la molécula de tirosina.
Los trabajadores expuestos al cianuro en la operación de recuperación de plata muestran, algunos meses después de terminada la exposición, ligeras alteraciones de la función tiroidea y una cantidad baja de vitamina B12 y ácido fólico, lo que confirmaría la posibilidad de una acción crónica del cianuro.
Además, la lixiviación tiene un alto costo ambiental: las pilas resultantes de cianuro matan miles de aves migratorias que beben en ellas. Las pérdidas y pinchaduras en las membranas que soportan las pilas contaminan las aguas superficiales y subterráneas; el recubrimiento bajo los montones de mineral, usualmente hechos de polietileno de alta densidad, tienen la tendencia a rasgarse y trozarse a causa de una variedad de factores, incluyendo el poco cuidado que se tiene al depositar el mineral en bruto, y otros factores naturales tales como la acumulación de hielo.
Los estanques de cianuro matan a la vida silvestre. Ha sido registrada frecuentemente la muerte de animales silvestres, en especial aves, atraídos por el señuelo de los espejos de agua de esos estanques.
Se han producido accidentes propios de la minería de oro a cielo abierto por lixiviación con cianuro. Se han registrado casos de escapes de cianuro al medio ambiente en operaciones de extracción por lixiviación. Resultan de filtraciones de las “geomembranas” colocadas debajo de los cúmulos y de los estanques que permiten filtraciones debido a un diseño inadecuado, a defectos de manufactura, a inadecuada instalación y/o a daños (agujeros) producidos durante el proceso de operación.
Se han registrado desbordes de las soluciones de cianuro en los embalses de almacenamiento. Estos escapes causaron daños a las plantas y a los animales que estaban en contacto con aire contaminado con impurezas sólidas, polvo y combustibles tóxicos o inertes, capaces de penetrar hasta los pulmones, provenientes de diversas fases del proceso.
Los derrames accidentales o imprudentes de agua con cianuro no son raros en las minas que usan este procedimiento. Uno de los más trágicos accidentes ocurrió en Italia (1985), cuando un derrame de 200.000 metros cúbicos provocó la muerte de más de 250 personas.
En diciembre de 1992 se registró la catástrofe de Summitville, en Colorado (Estados Unidos), por derrame de cianuro y metales pesados. La compañía quebró dejando daños ambientales cuya reparación se estiman en 150 millones de dólares y eliminó la vida acuática a lo largo de 27 kilómetros del río Alamosa.
En 1992 en Carolina del Sur (Estados Unidos) más de 11.000 peces muertos en 80 kilómetros, por derrame de cianuro.
En 1994 en Sudáfrica, diez mineros murieron al ser cubiertos por un mezcla de barro cianurado cuando cedió una barrera de un “dique de cola”.
En 1995, 2,59 billones de litros de aguas residuales contaminadas con cianuro se derramaron por una brecha en el estanque de escorias de la mina Omai, en Guyana.
En 1998 en Dakota del Sur (Estados Unidos): se derramaron 7 toneladas de solución de cianuro, con la consecuente muerte de peces y vida acuática.
En el año 2000 se produjo la catástrofe de Baia Mare, en Rumania, por derrame de cianuro que afectó a Hungría, Rumania y Yugoslavia, perjudicando al suministro de agua potable de 2,5 millones de personas y a las actividades económicas de más de un millón y medio que viven del turismo, la agricultura y la pesca a lo largo del Río Tisza.
En nuestro país el procedimiento de minería a cielo abierto empleando lixiviación con cianuro es uno de los más utilizados en la continua búsqueda del oro. La catástrofe ambiental ya se observa y las comunidades se levantan en pos de un futuro menos aterrador, continuando el protagonismo gestado hace quinientos años.
¿Hasta dónde llegará el hombre en la búsqueda de la dorada felicidad? ¿Aprenderemos algún día a vivir como iguales en las diferencias?
Leda Giannuzzi es doctora en Química. Investigadora de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).