La democracia de la Tierra. Entrevista a Vandana Shiva
Vandana Shiva es una activista india, escritora e intelectual. Entre sus libros se encuentran Water Wars: Pollution, Profits and Privatization: The Plunder of Nature and Knowledge y The Hijacking of the Global Food Supply. Mantuve la entrevista en marzo de 2006, y en ella hablamos sobre su último libro, Earth Democracy: Justice, Sustainability, and Peace
Tirmizey: ¿De qué trata su libro Earth Democracy?
Shiva: Earth Democracy trata realmente sobre la vida más allá de la globalización corporativa. Sobre otro modelo, sobre otras maneras de actuar, y no sólo en el futuro sino sobre el mundo que se está constituyendo aquí y ahora.
Usted afirma que necesitamos evolucionar desde una democracia agonizante a una democracia viva. ¿Puede explicar qué quiere decir?
Lo primero que quiero decir es que la democracia que tenemos está realmente muerta en cuanto que no responde ya a los deseos de la gente. Tanto si se trata de gobiernos que van a la guerra contra la voluntad de los pueblos como si se trata de gobiernos que imponen alimentos transformados genéticamente. La muerte de la democracia se produce cuando la gente no tiene libertad. También digo que es una democracia muerta porque se sirve de las “libertades” de las corporaciones para aniquilar a las personas. Para mí, el ejemplo más dramático de esto ha sido el que 40.000 campesinos se quitaran la vida en una década a consecuencia de las normas de la globalización corporativa. Y cuando esas normas se impulsan en nombre de la libertad, entonces es una democracia asesina.
¿Cómo sería una democracia viva?
Una democracia viva es aquella en la que la gente puede tomar decisiones sobre sus vidas e influir sobre las condiciones en las que vive- cómo cultivar sus alimentos, en qué condiciones se producen sus ropas; la libertad de elegir cómo se educan sus hijos; la libertad de establecer las condiciones de acceso a la sanidad. Eso es una democracia viva. Para la gente, una democracia viva es la que se reina en donde ellos están. Una democracia viva es aquella que afecta a todos los aspectos de la vida, no sólo de la vida humana, porque nos encontramos en un momento de la evolución en el que cualquier libertad de la especie humana debe incluir la de otras especies, si no nunca tendremos libertad humana.
Un informe reciente de la ONU sobre el Desarrollo Mundial del Agua afirma que el 20 por ciento de la población mundial no tiene acceso a agua potable. ¿Cómo gestionaría una democracia viva las reservas de agua?
Yo he visto como este magnífico país, India, se ha convertido de un país donde todas las comunidades tenían agua- bien por medio de pozos o procedente de los arroyos primaverales o de los ríos- en parte de ese 20 por ciento que no tiene acceso a ella. La escasez de agua ha sido consecuencia de la tala comercial de los bosques. El primer movimiento en el que participé como joven activista y científica fue el de Chipko, para detener la tala con el fin de defender nuestros ríos y nuestros arroyos. El agua se destruye cuando Coca-Cola consume entre un millón y medio y dos millones de litros diarios en cada una de sus fábricas. Esa escasez es la que movió a las mujeres de Plachimada a cerrar una de las plantas de Coca-Cola en su pueblo. Es esa misma escasez la que ha llevado a la gente a luchar contra otras 50 fábricas de Coca-Cola que habían destruido agua. El agua quedó afectada cuando el Banco Mundial y Estados Unidos nos impusieron la denominada Revolución Verde en 1965-1966. No fue una revolución verde porque se basaba en el riego intensivo- un cultivo que necesita diez veces más agua-. Todo ello ha originado un profundo descenso de los acuíferos y el llenar de presas nuestros ríos. Todas las comunidades que viven aguas abajo de un río con una presa, carecen de agua. Todas las comunidades de una región en donde la “revolución verde” ha subvencionado el bombeo de las aguas subterráneas tienen los pozos secos, los aljibes secos, y se encuentran con una grave escasez de agua.
¿Cómo gestionaría una democracia viva los recursos de agua?
Los pueblos proporcionan agua, y los ríos muertos reviven, cuando las comunidades actúan conjuntamente y deciden cambiar del modelo de agricultura química a la agricultura orgánica. Nuestras aldeas, en una democracia viva, se comprometen a no permitir en sus pueblos los productos químicos, los organismos transformados genéticamente, o la privatización del agua. En una democracia viva, la gente puede usar diez veces menos agua sólo con usarla de forma ecológica y aprovechando cada gota. En una democracia viva, el agua pertenece a todos y se conserva colectivamente porque -al contrario de las explotaciones privadas- la conservación debe movilizar a la comunidad. No se puede conservar de forma individual sino de manera comunitaria
En su libro, a menudo se refiere a Gandhi y le cita. ¿Puede hablarnos sobre Gandhi como fuente de inspiración de La Democracia de la Tierra?
Mi más honda inspiración en Gandhi es el reconocimiento del swaraj, es decir de la autorregulación. Que no se limita al nivel nacional, sino también al nivel local y a nivel personal. Uno no se puede autorregular salvo que tenga autoorganización. De ahí que el concepto de democracia en el pensamiento de Gandhi se refiera a la capacidad última de la gente para organizar colectivamente sus vidas y su comunidad.
El segundo principio impactante de Gandhi en el que me he inspirado es el swadeshi, que significa la capacidad creativa de todos los seres humanos y de todas las comunidades para producir lo que necesitan. En la globalización, y en esta democracia asesina que tenemos, la idea es que todos deberíamos ser consumidores en lugar de productores de cosas y creadores de ideas y bienes. En eso reside la raíz de la pobreza. Es preciso que reivindiquemos nuestra capacidad de crear y producir.
Finalmente, creo que el mejor regalo que nos hizo es la consagración del rechazo a colaborar con normas injustas e inmorales. Él lo denominó satyagraha. Hace poco, nuestro Gobierno ha firmado lo que llamaría un Acuerdo Monsanto con el presidente Bush para promover en India cultivos y productos transformados genéticamente. Cuando nuestras leyes penalizan que los campesinos conserven las semillas pero permiten a Monsanto venderlas, como el algodón BT, y matan a nuestros campesinos, tenemos que mantenernos firmes y decir que no vamos a cooperar con esas leyes. Viviremos conformes con otras leyes superiores: las leyes del planeta, las leyes ecológicas, y las leyes humanas, nuestras leyes morales.
¿Cuáles cree usted que son los motivos para la aparición de los fundamentalismos y del terrorismo?
El reciente incremento de los fundamentalismos religiosos es, a mi juicio, la sombra de la globalización corporativa. Tiene sus raíces en la inseguridad que produce la globalización. La semana pasada, cuando se produjo un atentado terrorista en un templo de Varanasi- una de las ciudades más antiguas, con 5.000 años de existencia- ,en lugar de entrar en conflicto, los hindúes y los musulmanes se unieron en su diversidad y pluralismo y celebraron la llegada de la primavera, los colores de Holi, como ejemplo de nuestra diversidad. ¿Cuándo fracasa esa celebración de la diversidad? En primer lugar, cuando la gente se siente insegura y, en segundo, cuando los políticos no quieren una democracia económica, no quieren que la gente tome decisiones sobre lo que produce y lo que consume, y desvían el debate sobre la democracia hacia el odio y el miedo al Otro. En un contexto de inseguridad y en el marco de la muerte de la democracia económica, el crecimiento del fundamentalismo religioso termina por convertirse en el mejor yacimiento de voto cautivo. No resulta sorprendente que haya un crecimiento del fundamentalismo religioso en Estados Unidos. Como tampoco es una sorpresa que ese aumento del fundamentalismo religioso en India se iniciara en 1991,
tras la institucionalización de las nuevas políticas económica sobre liberalización del comercio.
El terrorismo tiene unas raíces parecidas. Es la reacción de aquéllos a quienes se les ha despojado de voz. El terrorismo es el grito de los sin voz. El terrorismo no se desarrolla si la democracia prospera porque ésta asegura que su voz se oye y la disidencia se tiene en cuenta. Aunque resulta evidente en todo el mundo que la cuestión terrorista es el problema de la carencia de oportunidades para influir en el propio destino, el terrorismo no se percibe en los medios de comunicación principales como la cólera de los desposeídos sino como el de gente que tiene algún defecto genético.
Nadie nace terrorista, sino que se convierte en terrorista. El hecho de que el terrorismo esté creciendo debería obligarnos a analizar qué es lo crea las condiciones para ese crecimiento. El caldo de cultivo es la codicia de las corporaciones que quieren controlar cada gota de agua, cada gota de petróleo, cada centímetro de tierra, cada germen en este planeta. Ese tipo de codicia produce enormes exclusiones. Esas exclusiones van a generar violentas respuestas si no se restaura rápidamente la democracia pacífica. La mayoría de la gente no es consciente de que en India ya están controlados grandes sectores por quienes se adhieren a ideologías basadas en la exclusión y que recurren a métodos violentos. Es un fenómeno inevitable si se desposee y excluye a millones de personas de sus auténticos medios de subsistencia y de libertad.
¿De qué forma las mujeres promueven las culturas centradas en la vida?
Las mujeres son promotoras de esas culturas a causa de la muy antigua división del trabajo, en la que se dejaba que las mujeres se ocuparan de la vida, mientras que los hombres se desentendían de ella para alcanzar la gloria, para llevar a cabo conquistas, y se mantenía a las mujeres en circunstancias menos favorables para obtener un trabajo asalariado. La división del trabajo encomendó a las mujeres conseguir el sustento y a los hombres el mercado. La experiencia en la supervivencia ahora es imprescindible para la creación de economías vivas, centradas en la vida, y las mujeres lo están haciendo, bien sea a través del ahorro de semillas, el ahorro de agua, o por la forma de compartirla. Por medio de la creación de sistemas ecológicos de producción de alimentos y el control descentralizado de la agricultura, las mujeres se encuentran a la cabeza de las reformas de una economía no dominada por el control patriarcal de las corporaciones mundiales. Habitualmente, se define el patriarcado dentro de los límites del hogar, sin embargo cada vez más las fuerzas patriarcales consideran este hermoso planeta como si fuera su casa, en la que les gustaría disponer de todo el poder, capacidad, creatividad y productividad al margen de las mujeres. Pero las mujeres están decididas a no consentirlo. Hace dos semanas, precisamente, tuvimos una celebración en nuestra granja con 150 mujeres miembros de Navanya, el movimiento que puse en marcha, y todas ellas se comprometieron a mantener la seguridad alimentaria en sus manos; a conservar las semillas en sus manos, y no como una retórica vacía, ni como un simple slogan, sino como una manera cotidiana de vivir y que establece una diferencia fundamental.
¿Cómo evolucionar desde el mundo en el que vivimos hacia la democracia de la Tierra?
Creo que lo primero que hay que hacer es centrar nuestras vidas en la Tierra y no en la dependencia de las corporaciones o en la institución denominada Organización Mundial del Comercio, que sólo tiene diez años de existencia. Por supuesto, cada uno de nosotros estamos en diferentes puestos: algunos como profesores, otros como científicos, otros como jóvenes en paro, otros trabajan en condiciones de esclavitud. Cada uno desde sus diferentes circunstancias, y cada uno tenemos que empezar esa recuperación desde el lugar donde nos encontremos. Tenemos que unir nuestras manos con otros que pueden estar haciendo las mismas cosas que nosotros u otras diferentes. Eso realmente no importa. Tomemos como ejemplo los alimentos: cada uno de nosotros puede tomar decisiones: si los alimentos que comemos son compatibles con la democracia de la tierra o si sirven para que reforcemos la globalización corporativa. Con cada gota de agua que bebamos se plantea una elección parecida. La energía que consumimos plantea la elección entre una democracia de la Tierra o la dictadura de nuestra época. Las elecciones son ilimitadas, sólo tenemos que empezar a reconocer que nunca se da una situación en la que cualquier ser humano no tenga posibilidad de elegir. Y si no existe posibilidad de hacerlo entonces, al menos, se puede elegir decir que no.
¿Puede hablarnos sobre la gestación de este libro?
El libro surgió por dos razones: una de ellas, el que durante demasiado tiempo el movimiento de gentes que defienden su libertad ha sido etiquetado como movimiento contra la globalización. Y se ha dicho de forma repetida que “Esas gentes saben lo que no quieren pero no tienen idea alguna de lo que quieren.” Pensé que había llegado el momento de decir, a quienes creen que no sabemos lo que queremos, que lo sabemos muy bien, y que por ello, cuando la globalización corporativa se venga abajo por su falta de sostenibilidad ecológica y social, estaremos allí.
La segunda razón para escribir el libro fue porque me di cuenta de que los movimientos populares eran fuertes y podían serlo más si reconocían que no importaba lo diferentes que fueran- unos trabajando por el respeto de los derechos humanos, otros en defensa de las especies salvajes, otros por la soberanía alimentaria de los pequeños agricultores y sus familias en todo el mundo- porque cada uno de ellos eran una pieza del mosaico, parte de un tejido en el que se combinaban el cuidado de la Tierra y la defensa de las condiciones de la vida humana en el planeta, al mismo tiempo que se esforzaban por conseguir la justicia social. Todos esos esfuerzos no eran aislados, eran similares y realmente eran esfuerzos por la paz. Creaban las condiciones para la paz en una época en la que se nos dice continuamente que el camino hacia la paz es más guerra y más violencia.
¿Puede hablarnos de cómo surgió su conciencia política y ecológica?
Mi conciencia política y ecológica se ha desarrollado en varias etapas. Yo era una física entusiasta de la energía nuclear que me formaba para entrar en nuestra elite de la energía nuclear. Mi hermana, que era médico, me concienció de algo en lo que los físicos nucleares nunca piensan: que las radiaciones nucleares son peligrosas para la salud. Fue la primera vez en que me desperté a un mundo más allá de las inofensivas ecuaciones.
Mi siguiente paso fue el participar activamente en el movimiento Chipko cuando comprobé que los bosques del Himalaya iban desapareciendo a toda velocidad. Yo había crecido en sus bosques. Mi padre había sido conservador forestal y en mi infancia y juventud había observado un cambio terrible, lo que me llevó a convertirme en voluntaria del movimiento. El paso siguiente se produjo en 1982 cuando el ministerio de medio ambiente empezó a pedirme estudios. Ello llevó a la creación de la Research Foundation for Science, Technology, and Ecology. A través de ella realicé estudios participativos con comunidades y actividades de investigación que tuvieron éxito. Ganamos pleitos legales, conseguimos parar minas, monocultivos y la cría de langostinos.
El siguiente momento clave fue en 1994, el año en que sufrimos el crecimiento del terrorismo en Punjab. Estudié el Punjab para comprender por qué la tierra de la revolución verde, que había recibido el Premio Nobel de la Paz, se había convertido en una tierra de guerra. Empecé a establecer conexiones entre la violencia, el fundamentalismo, el terrorismo, la degradación ecológica, los sistemas económicos no democráticos y el desarrollo contra la voluntad de los pueblos. Fue el mismo año del desastre de Bhopal, que mató a 3.000 personas en una noche y que desde entonces ha ocasionado la muerte de un total de 30.000. Me vi obligada a examinar la agricultura industrial como un sistema bélico. Y me comprometí con la agricultura ecológica como sistema pacífico.
En 1987 me invitaron a una reunión donde las corporaciones presentaron sus planes para patentar semillas, semillas genéticamente modificadas, y conseguir tratados de libre comercio para impedir que nadie más tuviera libertad para hacer las cosas a su manera y cultivar sus propios alimentos. Decidí que tenía que empezar a recoger semillas y a proteger la biodiversidad. Desde entonces he trabajado con millones de campesinos para decir no a la OMC y al GATT, y con miles de agricultores- 200.000- para poner en marcha una alternativa.
He mencionado los suicidios de agricultores. El año 2006 ha sido, para mí, el año en el que he empleado una gran parte de mis energías en generar esperanza entre nuestras comunidades de campesinos, para que el callejón sin salida, las economías genocidas y las economías suicidas no sean la única salida. Podemos crear nuestras propias economías y no tenemos que esperar hasta que nuestro Gobierno nos diga cómo hacerlo. Sólo necesitamos volvernos hacia nosotros mismos para obtener el permiso.
Kazim Tirmizey es un periodista independiente que informa para la radio comunitaria CKUT en Montreal, y para Free Speech Radio News
Fuente: Revista Rebelión