La FAO se rinde al hambre
Convocada en el contexto de una hiperinflación de las materias primas alimentarias y de disturbios por hambre a escala mundial, el más llamativo resultado de la reciente Conferencia de Alto Nivel de la FAO sobre la Seguridad Alimentaria Mundial celebrada en Roma fue su resonante llamado a continuar haciendo negocios como de costumbre. Ostensiblemente organizada para resolver urgentes problemas sobre seguridad alimentaria, cambios climáticos y bioenergía, la Declaración Final de la Conferencia no tuvo nada que ofrecer, finalmente, en ninguna de estas áreas.
Gracias a la considerable presión ejercida por EE.UU., la UE y Brasil, la masiva desviación de las cosechas destinadas a alimentos para convertirlas en combustible ( mediante la producción de biocombustibles) y su papel en la inflación de los precios de las materias primas alimentarias se vieron reducidos a un "reto" y a una "oportunidad" – sin explicar de qué manera la expansión de los biocombustibles mitigará el hambre. Por lo tanto, continuará desviándose del destino de las cosechas, así como continuarán elevándose los precios y creciendo el hambre.
La Conferencia no ofreció cosa alguna para remediar el enorme influjo de capital especulativo en los futuros mercados de alimentos que conjuntamente con la urgente demanda de biocombustibles está llevando las materias primas a precios astronómicos. El apoyo retórico a los métodos agrícolas menos dependientes del uso intensivo de energía estuvo inmerso en un discurso relativo a poner en contacto a un número mucho mayor de pequeños productores con un mercado mundial, cuya volatilidad ha estado deteriorando la capacidad de sustento durante décadas – indiferentemente de si los precios están cayendo en picada o se disparan a las nubes. Los temas que enfrentan los trabajadores agrícolas - pobreza, hambre, violencia, acceso al agua potable y las diarias violaciones de los derechos fundamentales – ni siquiera estuvieron en el orden del día. A pesar de las expresiones sobre "acción urgente" – se los confió sólo a la ayuda humanitaria - y se realizó un llamado a la rápida conclusión de las negociaciones de la Ronda de Doha de la OMC sobre una mayor liberalización del sistema de comercio agrícola cuya progresiva liberalización es la raíz del problema.
La Conferencia fracasó porque la magnitud de la crisis alimentaria fue esencialmente reducida a un acelerado aumento de los precios de los alimentos en los últimos tres años. Sin embargo, esta es sólo una de las manifestaciones de una persistente crisis a largo plazo en la cual el derecho a una adecuada alimentación es continuamente denegado a más de 800 millones de personas, incluso a aquellos que trabajan en la agricultura.
Lo que la Conferencia no preguntó es ¿por qué tantos millones se ven afectados y por qué tantos de ellos están empleados en la agricultura? Se ha calculado que cada punto porcentual de aumento en el precio de los alimentos básicos puede hacer que otros 16 millones de personas más sufran hambre en los países en desarrollo. Los precios de algunos alimentos básicos fundamentales se han duplicado y triplicado en el espacio de un año, algunos de ellos en el espacio de meses. El 31 de marzo, el precio del arroz en las bolsas de futuros (productos básicos) subió un 31% en un solo día; el 25 de febrero, el del trigo aumentó un 27%. Los disturbios por hambre no deben causar sorpresa.
Si bien es una urgente necesidad detener el alza de los precios, ¿por qué no existen propuestas oficiales para elevar los ingresos de los trabajadores/as rurales a fin de compensar por la pérdida de poder adquisitivo y la reducción en calorías? ¿Por qué millones de trabajadores/as rurales se hundieron en el hambre y la pobreza cuando los precios de los productos agrícolas básicos cayeron en picada, como ocurrió en la década del 90? Deberíamos preguntar porqué los precios de menudeo de por ejemplo, café, té o azúcar permanecieron esencialmente estables y hasta aumentaron durante una década, en tanto los precios del mercado mundial para estos mismos productos estaban en prolongada caída libre. ¿Por qué, durante estos años, las ganancias de comerciantes y procesadores trasnacionales aumentaron, junto con su poder de compra y comercialización, en tanto los salarios de los trabajadores del café, té y azúcar se estancaron o desminuyeron a veces drásticamente?
¿Dónde está el vínculo entre precios de productos básicos, precios de menudeo, salarios y poder adquisitivo que la OMC nos aseguró que el comercio liberalizado alcanzaría mediante la "óptima utilización de recursos"? El régimen de la OMC – y el Acuerdo sobre Agricultura en particular – facilitaron repuntes de importaciones que han devastado los sistemas de producción local y nacional de alimentos. La dependencia de volátiles precios mundiales de las mercaderías ha llevado a poblaciones enteras al borde del hambre.
Los precios de las mercaderías por sí mismos no nos dicen nada acerca de la capacidad de los trabajadores/as agrícolas del mundo o de los pobres del medio urbano, para alimentarse. Los temas clave son la vulnerabilidad, volatilidad y la extracción del valor a lo largo de la cadena alimentaria.
En tanto que otros 100 millones de personas enfrentan la posibilidad del hambre como resultado del rápido crecimiento de los precios de los cereales y de las semillas oleaginosas, las ganancias de las grandes compañías de comerciantes y procesadores primarios alcanzan en niveles sin precedentes. Cargill, el principal comerciante mundial, registró un incremento del 86% en las utilidades provenientes del comercio de productos básicos en el primer trimestre de este año. En el 2007, las ganancias para ADM, el segundo comercializador mundial, aumentaron 67%. Bunge, aprovechando la oleada de demanda por semillas oleaginosas para el biocombustible, percibió un 77% de incremento en las utilidades del primer trimestre de este año. Nestlé, la mayor compañías de alimentos del mundo, publicó beneficios excepcionales en el 2007 y lanzó un programa de recompra de acciones por 25.000 millones de dólares – aunque anunció a sus trabajadores/as que el aumento de los precios de los insumos significa que deben prepararse para despidos y recortes salariales.
Pueden buscar en vano la mención a ‘grandes compañías’ en las 50 páginas del documento instructivo de la FAO para la Conferencia Mundial sobre la Crisis Alimentaria – se trata de un informe titulado "Hechos, Perspectivas, Impactos y Acciones Requeridas". Tampoco la encontrarán en el Panorama Agrícola de OCDE-FAO 2008-2017 – si bien encontrarán un mensaje para los pobres del mundo respecto a que los alimentos estarán a precios inaccesibles durante la próxima década o más. En estos documentos, los principales temas y actores en la crisis del sistema alimentario mundial han sido eliminados. La fuerza impulsora tras la liberalización del comercio agrícola durante la década pasada – el enorme incremento del alcance, poder y participación comercial de las compañías transnacionales, no sólo más allá de fronteras sino en el seno de mercados locales y nacionales mediante el comercio intra-empresarial y subsidiarias – se encuentra totalmente ausente. Existen sólo mercados comerciales, indicaciones de mercados y precios. A la luz de estos "hechos" y esta "perspectiva", ¿cómo podemos comprender los verdaderos mecanismos en acción y abordar los problemas de forma significativa?
Si bien los organismos internacionales descubrieron repentinamente la existencia de subinversión en la agricultura, el coeficiente de inversión en productos básicos creció de USD 13.000 millones en 2003 a USD 260.000 millones en marzo de 2008 – y según algunos analistas, pronto podrían alcanzar el billón de dólares estadounidenses. El capital riesgo/inversión y los fondos de cobertura – inversores que se concentran en altos rendimientos a corto plazo – se han expandido más allá de los mercados de futuros y en este momento están volcando miles de millones en la adquisición de tierras cultivables, insumos e infraestructura. No obstante, el documento instructivo de la FAO para la Conferencia de Roma dedicó apenas dos párrafos al fenómeno en su "evaluación de los acontecimientos recientes" y ninguna mención en sus "opciones políticas" concluyentes. No se requirió acción de grupos de presión para suprimir en la Conferencia los reclamos de nueva reglamentación de los mercados financieros – ni por lo menos se tomó en cuenta para su debate. Sin embargo, siquiera un modesto impuesto a estas enormes ganancias proporcionaría sustanciales recursos para comenzar a reparar los daños ocasionados al sistema alimentario.
Al considerar invisibles a los principales actores y, en particular, a las empresas e inversores financieros que dictan cada vez con mayor frecuencia cómo y qué clase de alimentos se plantan, cosechan, procesan y comercializan a qué precios, quedamos con un "plan de acción" que le dice a los pobres que, esencialmente, serán negocios como de costumbre. Lo que debió haber sido una oportunidad en Roma para que los gobiernos demostraran su compromiso de cumplir con sus obligaciones según la legislación internacional de proteger y aplicar el derecho a los alimentos, fue rendida ante los grupos de presión agroalimentarios.
Ayudar a los países en desarrollo que tiene problemas con la balanza de pagos debido a un déficit por importación masiva de alimentos no puede solucionar el problema fundamental. Lo que ofrecen las negociaciones de la OMC solo exacerbará el hambre mundial, sin importar cuán elaboradamente envuelta esté en un vago balbuceo acerca de la "sustentabilidad".
El Grupo Profesional de Trabajadores Agrícolas de la UITA, reunido en India en el año 2005, justo antes de la Ministerial de la OMC de Hong Kong, enfatizó que los verdaderos problemas que enfrentan los trabajadores/as agrícolas, otra vez más, no estaban sobre el tapete: "Deben movilizarse recursos sostenidos a nivel internacional para facilitar y apoyar medidas de recuperación a fin de revertir el daño social y ambiental proveniente de los métodos de producción intensiva orientada a la exportación y a la reconstrucción de la agricultura para que sirva con su principal función al satisfacer el derecho a alimentos seguros, adecuados y nutritivos en condiciones de trabajo decente". La Conferencia de Roma marcó tres años más de tiempo y vidas perdidas.
13-6-08
Fuente: UITA