Industrialización de la producción ecológica
Es especialmente preocupante el papel que juega la Gran Distribución Alimentaria, llamados así los supermercados y sus diversos formatos. Es cada día más evidente que la defensa de un mundo rural vivo, unas producciones sostenibles, unas relaciones comerciales más justas y la lucha contra el hambre pasa por cuestionar el papel de estas empresas
Frente a la alternativa de vender y comprar alimentos orgánicos en pequeños mercados agrícolas, se impone la nueva tendencia de cadenas de supermercados que ofrecen estos mismos productos bajo una dinámica lucrativa que amenaza con industrializar su producción. Es la modalidad capitalista del eco-negocio "
La experiencia impersonal de comprar alimentos en un supermercado nunca enriquecerá tanto como visitar un mercado agrícola -y si es orgánico mejor aún-, porque conocer personalmente a los agricultores y charlar con ellos sobre su producto se convierte en toda una vivencia social y cultural.
En Puerto Rico están comenzando a aparecer mercados orgánicos agrícolas, donde interactúan el idealismo hippie con la dura realidad práctica, la espiritualidad con la supervivencia económica, y la música y el baile espontáneo con el optimismo ecológico.
Rebeca Pérez viene desde Jayuya a vender perejil, remolacha, tomate, ají dulce y picante, apio, arúgula, brócoli, naranjas, bok choi, flores comestibles, nabos, varios tipos de mostaza, habichuela, lechuga, lerene, limón dulce, malanga, menta, pepinillo, pimiento, rábano, recao, toronja, yautía y zanahoria.
Desde Aibonito Raúl y Laura Noriega traen plantas medicinales como sábila, curía, yerbamora y yerbabruja; y aromáticas como romero, yerbabuena, menta, anís, verdolaga, anamú y llantén. Cuando los tiempos son buenos también proveen berenjena, calabacín, habichuelas, cebolla y cebollines.
Desde Orocovis, Pablo Díaz Cuadrado -cuya finca reconcilia la ecología y la productividad: matas de café creciendo bajo la sombra de árboles maderables, leguminosos y medicinales, como el ahora escaso tabonuco- ofrece naranja regular y agria, toronja, limón dulce y agrio; hortalizas como repollo, pimiento y calabaza; dos variedades de malanga, cinco de yautía y tres de ñame; y gandules, habichuelas, caña de azúcar y pencas de plátanos.
Los domingos, cuando ellos venden sus productos, se les unen Susana Rivera con sus panes caseros; María Suárez con sus comidas preparadas; Celestino Díaz con sus germinados y yerba de trigo, y otros mercantes que dan masajes o venden aceites naturales y libros sobre esoterismo y alimentación sana.
La experiencia se repite en otros lados del mundo. En el poblado de Point Reyes Station, justo al norte de San Francisco, Estados Unidos, los sábados se levanta un mercado agrícola tan pequeño que puede caminarse de cabo a rabo en más o menos un minuto; sin embargo no puede recorrerse en tan poco tiempo porque simplemente es imposible pasarlo de largo.
La finca lechera Cowgirl Creamery oferta queso Tamalpais y Kevin Lunny carne de reses alimentadas con hierba (y no con grano). También Warren Weber vende flores comestibles de Star Route Farms; Margie MacDonald, de Wild Blue Farms, calabazas; y Jeremy Rosen, de Fresh Run Farms, alcachofas, arúgulas, ortigas y nabos. En tanto, la cantautora Ilene Adar interpreta su música en un miniescenario mientras clientes y vendedores hacen lo suyo.
Point Reyes Station está ubicado en el condado de Marin, donde la agricultura es protegida del avance urbano por el Marin Agricultural Land Trust (MALT), un fideicomiso de tierras fundado en 1980 por rancheros y ecologistas, cuyo esfuerzo ha rescatado poco más de 15 mil hectáreas de fincas y ranchos de las fauces del mercado de bienes raíces. Los productores orgánicos del condado tienen el apoyo de Marin Organic, institución que promueve la agricultura ecológica.
Además, el condado tiene un potente movimiento popular en contra de los cultivos transgénicos. En noviembre de 2004, 61% de sus electores votaron a favor de declarar a Marin zona libre de transgénicos.
Sin embargo estos pequeños mercados no son los únicos lugares donde uno puede comprar orgánicos. Ahora, supermercados como Wal-Mart, Price Chopper y 7-Eleven venden estos productos y hasta hay cadenas como Wild Oats y Whole Foods dedicadas en su totalidad a este creciente negocio.
El Wal-Mart orgánico
No es exagerado decir que la empresa estadounidense Whole Foods es el Wal-Mart de los productos orgánicos. Esta cadena, que hoy tiene réditos anuales de 4 mil millones de dólares, comenzó a fines de la década de los setenta, cuando el texano John Mackey, un joven soñador con estudios universitarios inconclusos, tomó 45 mil dólares prestados para establecer una tienda-restaurante de comidas naturales.
Hoy, las 166 tiendas de Whole Foods generan un promedio de 800 dólares por casi un metro cuadrado al año, el triple de lo que producen las demás tiendas detallistas del país. No está nada mal para una cadena dedicada a la venta de productos orgánicos entre 40 y 175% más caros que los no orgánicos vendidos por los supermercados. En 1992 la empresa entró al mercado de valores vendiendo acciones a 8.50 dólares cada una. En unos pocos meses la venta de acciones produjo un insumo de 23 millones de dólares, los cuales usó para comprar y devorar a sus mayores competidores, como las cadenas Bread and Circus y Fresh Fields. En 13 años las ventas se han multiplicado y sus acciones hoy se venden a 100 dólares cada una. Ya en 2003 Whole Foods era una de las cien inversiones más fuertes en el mercado de valores de Nasdaq.
Pero Mackey es ambicioso: quiere duplicar las ventas a 10 mil millones para el año 2010, informó la revista Forbes en febrero pasado. Espera en este año añadir de 15 a 20 nuevas tiendas a un costo de alrededor de 250 millones de dólares.
El éxito de Whole Foods se debe en parte a que alaba y exalta las virtudes de la agricultura orgánica y la protección ambiental a la vez que incita a la gula, el consumismo desbocado y el exceso culinario. Ofrece 350 variedades de queso - incluyendo el humboldt fog a 20 dólares el medio kilo-, botellas de vino Chateau Latour de 390 dólares, monumentales cortes de carne roja (a pesar de que Mackey es vegetariano), queso de cabra traído en avión horas antes desde Francia a 25 dólares una porción de 500 gramos y vinagre balsámico Villa Manodori, a 27 dólares la botella. También sirve comidas preparadas: un plato servido con pollo cuesta aproximadamente diez dólares. Carmelo Ruiz Marrero
24-8-07
Más información: Grandes Cadenas de Distribución, NO GRACIAS