Granos de alto riesgo
Activistas e investigadores piden un debate público y cautela con las biohaciendas. La contaminación puede afectar la seguridad alimentaria
Dicen que cuando un barco se está hundiendo las ratas son las primeras en abandonar la embarcación. No se puede decir que ellas “abandonaron el barco”, pues muchas todavía esperan obtener ganancias con la tecnología, pero la distancia y la cautela que las grandes corporaciones han intentado mantener de las biohaciendas es una señal de que ni siquiera éstas se sienten muy seguras con la llamada “nueva era de la biotecnología”. Las biohaciendas (o la práctica del “biopharming”, en inglés) son los campos de prueba de organismos transgénicos capaces de producir medicamentos.
En marzo y abril de este año, las biohaciendas pusieron en lados opuestos a Anheuser-Busch, empresa que produce la cerveza Budweiser, y a Ventria Biosciences, que testea variedades transgénicas de arroz capaces de producir proteína humana para ser utilizada en medicamentos. La disputa comenzó cuando Ventria anunció su intención de plantar 200 acres de su arroz transgénico en el estado de Missouri, en EEUU, tradicional productor de arroz. Luego de una intensa presión de los agricultores de la región y de gigantes como Anheuser-Busch y Grocery Manufacturers of America – asociación de tiendas al por menor que representa US$ 500 billones anuales – la empresa de biotecnología desistió de Missouri. Anheuser-Busch, entonces, retiró su amenaza de boicot al arroz proveniente de ese estado.
Ventria, sin embargo, reaccionó rápidamente y dirigió sus esfuerzos hacia otro estado, Carolina del Norte. El pasado día 30, ésta obtuvo autorización legal del Ministerio de Agricultura de EEUU (USDA, sus siglas en inglés) para la plantación de 270 acres (aproximadamente mil km2) de su arroz capaz de producir lactoferrina e lisozima, proteínas normalmente producidas en la leche materna y en secreciones como la lágrima. Cada gramo de esas proteínas usadas en remedios contra la diarrea y la deshidratación, llega a costar USD 30 mil. Con el arroz transgénico, Ventria espera reducir el costo de producción de esas sustancias.
Drogas en la cadena alimenticia
Agricultores y activistas temen la contaminación de plantaciones tradicionales con las variedades transgénicas, sea vía polinización cruzada o por el extravío de semillas durante el transporte. Además de eso, ambientalistas afirman que no hay estudios suficientes sobre el efecto de esas sustancias en el ecosistema. Se sabe muy poco sobre cómo ese arroz puede afectar, por ejemplo, a los pájaros que se alimenten de él o al suelo en el que será plantado.
El Institute of Science in Society (I-SIS), se basa en los trabajos de Joe Cummins, profesor de la Universidad Western Ontario de Canada, para afirmar que hay evidencias de riesgos potenciales de enfermedades pulmonares derivadas de la ingestión de ese arroz. “El gran peligro es que esas proteínas transgénicas son apenas aproximaciones de las proteínas naturales”, afirma Mae-Wan Ho, directora del I-SIS.
La Union of Concernid Scientistis (UCS) llegó a demandar, en el auge de la crisis entre Ventria y Anheuser-Busch, que las autorizaciones para la plantación de áreas de prueba a cielo abierto fuesen analizadas con mucha calma, pues ese tipo de tecnología involucraría cuestiones ambientales, de comercio y de seguridad alimentaria que precisan ser resueltas de forma pública. “UCS recomienda que las plantaciones de uso farmacéutico sean discutidas en un proceso científico riguroso, involucrando al público y especialistas no ligados a los intereses de la industria”, afirmó en un comunicado público.
Pruebas secretas….
Sin embargo, la transparencia no es el punto fuerte del Ministerio de Agricultura de EEUU y tampoco de las grandes empresas. Respondiendo al cuestionamiento realizado ante la justicia por la organización Earthjustice, el ministerio y las empresas fueron obligados a revelar la localización de diversas biohaciendas situadas en Hawai. Diversas organizaciones afirman que los estados políticamente más débiles de EEUU, como Hawai y Puerto Rico, son usados como campos de prueba de la industria de la biotecnología. Las empresas y el Ministerio se negaban a revelar la localización de esos campos alegando temer actos de vandalismo de los ambientalistas y actos de espionaje industrial.
El último día 29, EEUU autorizó a la empresa Mera Pharmaceuticals a realizar, en Hawai, pruebas con una variedad de algas transgénicas capaces de producir varios tipos de anticuerpos humanos e inmunoglobulina. Los ambientalistas afirman que los fotobiorreactores a cielo abierto donde las experiencias serán realizadas son vulnerables a daños causados por tempestades, pudiendo contaminar el medio ambiente marino.
El caso más famoso de contaminación causada por las biohaciendas fue el de una variedad de maíz producida por la empresa ProdiGene. Ese maíz transgénico contenía una proteína destinada a combatir diarrea en cerdos, a quienes era destinado el producto. Pero fueron contaminadas las haciendas vecinas y las plantaciones tuvieron que ser destruidas, ya que el producto no estaba aprobado ni para consumo animal, ni para el consumo humano. En otro caso, que involucró a la misma empresa, residuos de un maíz transgénico que produciría una sustancia para el combate a la diabetes contaminaron cultivos de soja. Las plantaciones también tuvieron que ser destruidas. Al final, la empresa tuvo que pagar USD 3 millones como reparación de los daños y para evitar procesos judiciales.
Fuentes:
http://www.i-sis.org.uk/MPTNB.php
http://www.i-sis.org.uk/PICGA.php
http://www.organicconsumers.org/ge/rice040405.cfm
http://www.ucsusa.org/food_and_environment/biotechnology/page.cfm?pageID=1376
http://starbulletin.com/2004/08/09/editorial/editorials.html
http://www.planetark.com/dailynewsstory.cfm/newsid/18935/story.htm
(Traducción: Maite Llanos)
Publicado em Planeta Porto Alegre